Las imágenes de la devastación por fuego en el Amazonas , sobre todo brasileño, han invadido los medios. El aumento de la deforestación y la inacción de las autoridades brasileñas generan alarma en investigadores, ambientalistas y ex funcionarios. Desafortunadamente no en todos, el fuego es deliberado y promovido por terratenientes seguidores del presidente Bolsonaro. La Amazonia es de enorme importancia planetaria, cumple funciones ambientales como productora de oxígeno, amortiguadora del calentamiento global y contiene el 20% del agua dulce del mundo.

No es novedad que la zona (uno de los últimos pulmones de la tierra) está amenazada desde hace décadas, y que actividades como la ganadería, la minería, la extracción maderera, de especies en peligro, hidrocarburos y energía avanzan destruyendo las fuentes de agua, la vegetación y los seres vivos que ahí habitan. Con las políticas de Bolsonaro se agudiza la deforestación de la zona por la ganadería y la tala ilegal, aunque la protección de la Amazonía era un objetivo central de los gobiernos brasileños en las dos décadas anteriores, con éxitos como hacer más lenta la deforestación.

Los efectos del gobierno de Bolsonaro se vieron enseguida: The New York Times encontró en registros públicos que las acciones de aplicación legal de la principal agencia medioambiental brasileña cayeron en 20 por ciento durante el primer semestre de este año, en comparación con el mismo periodo en 2018. Ello significa que grandes superficies de selva pueden derribarse sin mayor represalia del gobierno.

La expansión de las áreas madereras, ganaderas y agrícolas ha destruido y deforestado grandes superficies de la zona, sacrificando plantas, animales y microorganismos, muchos de los cuales ni siquiera han sido estudiados. Paradójicamente, los suelos de la selva no son suficientemente gruesos para hacer sostenible la explotación agrícola y ganadera, y en unas décadas quedan tierras yermas y sequía. La minería a cielo abierto y la explotación petrolera contaminan sin piedad la fuente de agua dulce más grande del planeta, pero sólo importan las ganancias en el corto plazo de poderosos grupos empresariales (¿planearán irse a vivir a otro planeta cuando acaben con este?).

Brasil es un poderoso exportador agropecuario y productor de minerales e hidrocarburos, las élites que dominan esta riqueza tienen una alianza con Bolsonaro que les permite arrasar la Amazonia para su beneficio. Se acaban los logros ambientales anteriores, fruto de la acción de organizaciones ambientalistas, la Organización de las Naciones Unidas y los donativos de algunos países europeos (ahora suspendidos).

La andanada también comprende los recortes a los grupos indígenas amazónicos y la limitación de sus derechos. El mensaje es claro: ellos deben salir de la Amazonia para explotarla por grupos minoritarios ávidos de ganancias. Estos humanos originarios habitan la selva desde hace miles o cientos de años y han sabido cohabitar con ella sin destruirla. Su modo de vida es abiertamente desafiado por los apologistas del “progreso” y el “desarrollo”, con el argumento frecuente de que ocupan demasiado territorio, ignorando que es su modo de vida nómada el que les permite vivir en ese entorno. Ahora que la preocupación ambiental permea muchos foros internacionales, estos grupos se han erigido como propositivos de un modo de vida sustentable y guardianes de la biodiversidad, agua y riqueza amazónica.

La Amazonia no sólo pertenece a Brasil, aunque este país tenga la mayor parte, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam tienen territorio amazónico, y varias organizaciones indígenas de estos países que lo habitan se organizan ante la destrucción. Ellos son la única esperanza, y hay experiencias de resistencia y defensa del territorio como la de los wampis peruanos, quienes han persistido en su modo de vida con la selva pese a agresiones, y declararon su gobierno autónomo en 2017. En Brasil y los otros países también existen experiencias sustentables.

La reacción internacional ante los incendios amazónicos no se hizo esperar y Macron , presidente francés amenaza a Bolsonaro de suspender acuerdos comerciales, mientras el brasileño lo acusa de colonialista. Hipócrita el francés, puesto que ha entregado 350,000 hectáreas de concesiones mineras en la Guayana francesa. Foros y discusiones internacionales van y vienen, mientras que como humanidad destruimos de nuestra casa, ¿hasta cuándo?

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