El día de ayer se publicó una entrevista hecha a Sergio Gutiérrez, Diputado Federal por Veracruz donde el también representante de Morena ante el Instituto Nacional Electoral (INE) proponía, sin rubor alguno, la idea de “regresar” a la Secretaría de Gobernación la organización electoral.

El legislador morenista lleva prácticamente toda su gestión en una dura campaña para desacreditar al Instituto y a sus Consejeros, así que las “ideas” no sorprenden. Ha propuesto reducir hasta en 60% el financiamiento a los partidos políticos, disminuir el periodo del Consejero Presidente del INE entre otras cosas. Sin embargo, ninguna propuesta tan controversial como la difundida ayer.

Y es que quizá para las generaciones más jóvenes el que el INE organice las elecciones puede no representar absolutamente nada pues durante toda su vida esto ha sido lo normal. Para el grupo poblacional que hoy ronda entre los 18 y 30 años, el que un organismo autónomo organice el proceso electoral donde el partido en el gobierno juega en una arena pareja con el resto de los partidos políticos y donde el Presidente no tiene injerencia alguna.

Pero esto no fue siempre así. Habría que recordarles y recordarle al Diputado Gutiérrez de donde viene el INE y porque es indispensable que todos como ciudadanos defendamos una institución que nos ha costado años de esfuerzo y la vida de muchos durante el proceso de construcción de la democracia en nuestro país.

Corría el año de 1988. El 6 de julio Carlos Salinas de Gortari por el PRI competía contra Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J. Clouthier en las que se convertirían en las elecciones más icónicas y controvertidas en la historia de México por décadas. El proceso electoral fue organizado por la Comisión Federal Electoral, presidida por el entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, el responsable de la “caída del sistema” que cambiaría la historia de México.

Esa injerencia de la Secretaría de Gobernación convertía las elecciones en mera fachada de democracia. Sin posibilidades reales de ganar una contienda, los partidos de oposición no eran más que parte de una puesta en escena.

Una semana después del “apagón” el hoy Director de la Comisión Federal de Electricidad anunciaría el triunfo, una vez más, del PRI con Salinas a la cabeza. Un triunfo con sabor a derrota que marcaría el sexenio salinista y que, sin quererlo, abriría la puerta para la democratización de las elecciones en México.

Salinas enfrentaba un entorno en el que buscaba ser reconocido a nivel internacional como el transformador de México, el Presidente que pudo por fin, transformar la imagen del pueblo mexicano sumido en la pobreza y el subdesarrollo para presentar un México próspero y en vías de transformación. Pero para ello era necesario quitarse de encima el estigma del fraude electoral.

El primer Instituto Federal Electoral inició en 1990 aunque aún no garantizaba la imparcialidad y siguió supeditado al poder presidencial hasta la reforma de 1996 ya durante el sexenio de Ernesto Zedillo. El IFE autónomo con Consejeros independientes llegó en 1996 y con él llegó la certeza en que los procesos electorales eran organizados de manera libre y procurando una arena pareja para todos los actores en la contienda.

El Presidente dejó de tener injerencia y representación en el máximo órgano electoral y se convirtió en un actor mas durante los procesos electorales. Algo que al parecer no le gusta al Presidente actual ni a su partido. 30 años nos ha costado lograr la imparcialidad en las elecciones. Retroceder en la autonomía del INE y permitir la interferencia del Presidente es atentar contra nuestras libertades, contra nuestra democracia y contra el futuro de nuestro país. El INE es de todos los ciudadanos, no permitamos que nos lo arrebaten.

Twitter: @solange_

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