El final de la crisis sanitaria aún está por escribirse y por supuesto, es más que un lugar común decir que 2020 pasará a la historia como un año sin precedentes. Un año en que la historia puede comenzar a reescribirse, donde podemos empezar a pensar en un nuevo comienzo y en cambios que antes se pensaban imposibles.

El fin de la era de los combustibles fósiles es uno de esos cambios. Desde que el ser humano comenzó a quemar carbón para generar energía comenzó en nuestro planeta una transformación acelerada que ha dado paso al mayor peligro que vive hoy la humanidad, uno que pone en riesgo nuestra propia existencia, el cambio climático.

Por décadas hemos lanzado toneladas de gases a la atmósfera para crear la ilusión de un mundo civilizado, un mundo desarrollado. Un ideal que contrasta con las enormes cifras de pobreza y desigualdad en el mundo entero y que también contrasta con la terrible destrucción que hemos dejado a nuestro paso.

Luego del fiasco que han supuesto los compromisos de los países más contaminantes del planeta para hacer frente al cambio climático en los últimos años llegamos a este 2020 encerrados y asustados, no solo por el coronavirus que ya se ha cobrado decenas de miles de vidas humanas sino también por la debacle económica que acabará con los recursos de decenas de países, de millones de familias, de miles de millones de individuos.

Para algunos, después de la cuarentena seguirá el “business as usual” y que todo siga tal y como lo dejamos, como si únicamente hubiéramos puesto “pausa” a la locura. Para la mayoría la expectativa es desesperanzadora, sin recursos y sin empleos. Volver a lo mismo es imposible, las perspectivas económicas que adelantan la peor recesión económica vivida en 60 años deja en claro que esto será algo pero no será lo mismo. Y eso habrá que repensarlo. Y ahí es donde viene la esperanza.

Los gobiernos del mundo. Más claro, el gobierno de México, tiene ante si una oportunidad única para actuar en beneficio del planeta, del país y de la gente. Pero ello va a requerir de un cambio radical en su propia ideología y dejar la moribunda idea nacionalista de un desarrollo basado en petróleo y gasolinas y abrazar la idea de un desarrollo basado en energías limpias.

Hoy más que nunca es la apuesta más ganadora. La industria de energías limpias en 2019 generó más empleos tan sólo en Estados Unidos que la industria de combustibles fósiles. A ello hay que sumar que los empleos que genera son más tecnificados y por tanto mejor pagados. Un ejemplo: un instalador de paneles solares gana en promedio $16,000 pesos al mes.

Y no, no es un sueño para países como México. No se requieren títulos universitarios para convertirse en instalador de paneles solares y la energía solar se puede convertir en una base de transformación comunitaria. En la India se han desarrollado proyectos exitosos para enseñar a hombres y mujeres, incluso mujeres de la tercera edad en zonas rurales como colocar paneles solares y así transformar su realidad y la de sus comunidades.

Apostar por combustibles fósiles en aras de un capricho, aunque sea el capricho del Presidente, es desperdiciar una gran oportunidad. Las refinerías cuestan caras y la gasolina en 10 años, cuando sea más barato comprar un automóvil eléctrico que uno de combustión, será un producto inútil. México tiene todas las posibilidades de convertirse en una potencia en energías limpias. Los ciudadanos estamos obligados a exigir al gobierno que pare en sus caprichos y trabaje en favor nuestro, y deje atrás los sueños nacionalistas inútiles que, de continuar, se convertirán en una tragedia nacional.

Twitter: @solange_  

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