Convencer, movilizar en contra del enemigo, presentar una causa (o transformación) como algo justo y así obtener el apoyo ciudadano, forzar la creencia de que la aceptación total de las condiciones impuestas es un irreductible pero que el fin propuesto justifica cualquier medio. Eso -y más- es la propaganda.

Una forma de comunicación utilizada por primera vez de forma masiva durante la Primera Guerra Mundial, la propaganda jugó un papel esencial en la distribución de noticias sobre lo que ocurría en el frente de batalla. El patriotismo y el nacionalismo pasaron entonces a jugar un papel preponderante en el triunfo, ya no únicamente en el frente, sino, más importante a nivel interno, ante la opinión pública. Utilizando los medios de comunicación masiva, la propaganda permitió alcanzar una mayor audiencia, permitiendo convencer sobre “lo correcto” de su causa basados en la defensa de la Patria o en la gloria de una Nación.

Pero convencer de que la causa es justa pasa por demostrar que el enemigo representa precisamente lo opuesto y para eso es necesario presentarlo no sólo como un adversario que sostiene una idea contraria porque ello sería insuficiente para movilizar a la ciudadanía en su contra. Para ello se necesita mentir. Mentir constantemente. Se requiere hacer que aparezca como todo lo contrario de lo que supuestamente representa la causa. Durante la Primera Guerra Mundial los enemigos de la Triple Entente (los países aliados Francia, Inglaterra y Rusia) eran presentados como salvajes, inhumanos, capaces de cometer las peores atrocidades.

En una época más cercana, la propaganda sigue funcionando bajo los mismos cánones. Los regímenes autoritarios (incluyendo aquellos aún en ciernes) no pueden existir sin propaganda y la propaganda no funciona sin la creación de un enemigo real o imaginario. El enemigo será entonces a quien se culpe por todos los males, al que se ataque y permita demostrar que la causa es justa.

El enemigo tiene pues 3 funciones principales: 1) Tener a alguien al que atacar y con eso mostrar que hay algo más terrible y por ello la causa es justa; 2) unir a la ciudadanía en torno a un enemigo común; y 3) contar con un chivo expiatorio para desviar la atención de los verdaderos problemas de la sociedad.

Miles de personas siguen muriendo cada semana por la mala gestión de la pandemia del Covid-19 en México, pero el Presidente, necio como es, se sigue negando a usar cubrebocas. Cada día en México mueren 10 mujeres víctimas de feminicidio, pero el Presidente demuestra su indolencia dando su respaldo a un hombre acusado de violación porque “hay que respetar las encuestas”. Miles de médicos continúan sin recibir su vacuna, el Presidente ordena la vacunación de adultos mayores en un proceso que tiene un fuerte tufo electoral. Mientras una parte del país se queda sin energía eléctrica, el Presidente mantiene su postura de regresar a México al siglo antepasado, generando energía por la quema de combustibles fósiles.

Y mientras todo eso ocurre, el Presidente se reúne despreocupadamente con gente del medio artístico, personajes que se dedican a hacer propaganda a favor de la 4T. Unos de los tantos que hay que se han dedicado, en los últimos dos años, a crear el fantasma (o abiertamente la mentira) del “conservadurismo”, los “fifis”, los “ricos” alimentando a base de una repetición constante, el resentimiento social y el encono. Creando, con medias verdades o abiertas mentiras, un enemigo que hace parecer su causa como justa, un enemigo al que se pinta como lo peor y al que se puede culpar de todo. Esto es propaganda y es la narrativa que ofrece el Presidente, su partido Morena y su supuesta cuarta transformación.

Twitter: @solange_ 

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