El lunes en la noche salí a manifestarme con mis hermanes de la comunidad en la Estela de Luz y hacia Paseo de la Reforma para exigir justicia por los lamentables hechos del magistrade Jesús Ociel Baena, quien ha dejado un vacío no solo en el ámbito judicial mexicano sino también en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+.

Baena no solo fue una figura pionera como la primera persona en obtener un acta de nacimiento no binaria en Coahuila, sino que su legado trasciende como un recordatorio doloroso de los desafíos continuos que enfrenta la comunidad LGBTQ+ en México.

El caso de Baena no es el primero, ni será el último. México es el segundo país con más crímenes de odio en América Latina, con 305 actos de violencia de 2019 a 2022, de acuerdo con el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGTBIQ+.

Trágicamente, la historia de Baena también destaca la violencia sistemática enfrentada por la comunidad LGBTQ+. La discriminación va más allá de los vacíos legales y se manifiesta en agresiones verbales y físicas, marginación social y la falta de acceso a servicios básicos. La muerte de Baena resalta el alto costo personal que a menudo conlleva la lucha por la autenticidad.

¡Qué dolor México, qué dolor ver que la violencia y las formas de agresión ante la intolerancia pueden escalar hasta que una persona pierda la vida!

La muerte de Baena no debería ser solo un recordatorio de los desafíos que enfrenta la comunidad no binaria y LGBTQ+ en México, sino un llamado a la acción. Se necesita un compromiso colectivo para cambiar las percepciones, promover la inclusión y garantizar que el legado de personas como Baena atacando la homofobia y la indiferencia.

La fiscalía buscó cubrirse como lo suelen hacer en un país donde la seguridad está politizada. Un país donde vale más la carrera profesional de algunos cuantos que la vida de otros. Eso genera la desconfianza absoluta de la sociedad civil donde lo único que le queda a las autoridades es ver si inventan para recuperar su credibilidad. Lo vimos con Ayotzinapa y al parecer lo volveremos a ver hasta que las autoridades no entiendan que la seguridad no existe para hacer política y el fortalecimiento del Estado de Derecho es la única manera de construir La Paz.

El dolor y la desesperación de las personas, no solo por la muerte de Osiel si no por todas las personas de la comunidad LGBTQ+ que son asesinadas en este país. Un país cuya deuda con la diversidad es infinita.

Tras ver el sentir del dolor de quienes nos reunimos el lunes me queda claro hoy la deuda social está con la comunidad trans y no binaria y quienes pertenecemos a las demás letras nos toca apoyar INCONDICIONALMENTE.

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