Como en la fábula, finalmente el lobo ha llegado a nuestro encuentro. Y no ha llegado solo, sino que se trata de una jauría. Ya vemos como se desagarra el tejido social, como se ahogan las víctimas, como lamentamos nuestra impreparación y precariedad institucional tanto en salud como en nuestras instituciones políticas y económicas.

En la arremetida inicial, al ritmo del incremento del número de casos en la zona metropolitana, en el norte de Baja California y en Cancún, las insuficiencias e irresponsabilidades son evidentes. El desorden de las instituciones de la seguridad social queda más nítidamente ilustrado en su contraste con la correcta organización hospitalaria de las instituciones federales (SS) así como con los hospitales privados. En el centro de la epidemia los trabajadores de salud, que por décadas han sido infravalorados y sometidos a trabajar en la precariedad, nuevamente sufren el abandono de sus autoridades. Tuvimos tiempo para realizar contrataciones y compras, para calcular requerimientos de equipos de protección personal, de reorganizar el mayor sistema hospitalario de nuestro país (IMSS) con sistemas de triaje, el tránsito de enfermos, guardias especiales, entrenamiento del personal, equipos de telemedicina y otras formas para funcionar a distancia atendiendo pacientes, pero no se hizo.

Quedamos encandilados por el COVID-19, y nuestros otros enfermos (no-covid) se mantienen en suspenso, hoy son invisibles, y también lo serán sus muertes. Es cierto que ningún país está preparado para una catástrofe así, pero también es cierto que desaprovechamos, en un episodio más de negligencia, al menos 10 semanas para cavilar acerca de los preparativos a establecer ante la proximidad de la epidemia. Hoy a toda prisa se busca contratar por un período de ¡3 meses! personal de salud; se tratan de comprar ventiladores en números para los que no hay personal; y se compran máscaras y caretas de pobre calidad.

Los números de la epidemia tienen su propia historia. Los modelos matemáticos fueron suficientes para determinar acciones en este inicio de la epidemia en el país. En cambio ahora si se requieren pruebas para medir anticuerpos y conocer la extensión de la infección en poblaciones particulares, y poder tomar decisiones para restaurar actividades. Por otra parte, es evidente una creciente distancia entre los números oficiales y la realidad, pero no se requieren números perfectos. El caso de camas disponibles es un buen ejemplo de confusión. Nos ofrecen diario un porcentaje de camas disponibles que en promedio ha sido del 50%; con esta proporción nadie pensaría que los pacientes mueren sin tener acceso a tratamiento, pero simultáneamente se expanden áreas donde se alojará a los pacientes sin acceso al apoyo ventilatorio. Ocurre que las camas se informan como promedio nacional y esto implica hospitales desbordados y otros casi vacíos ¿en realidad no pueden ajustar por ciudades, por alcaldías o municipios? Relato un mensaje recibido de Cancún , donde desde una clínica del IMSS se informa que tiene un médico internista para 60 camas, no hay camilleros, químicos, enfermeros, y los pacientes siguen acudiendo.

Otra historia ilustra la disfunción del sistema de seguridad social: es un hombre joven con obesidad extrema que hace pocos días por trabajo viajo a Monterrey donde inició con síntomas respiratorios, su médico a distancia diagnosticó COVID19 y le indico buscar donde realizar estudios y hospitalizarse. Buscó en donde hacer los estudios o ingresar a algún hospital del IMSS o privado sin éxito. Enfermo, se ajustó una máscara N95 y voló a la Ciudad de México . Al llegar empezó un peregrinar por hospitales hasta que lo orientaron a la página de hospitales COVID y llegó a una clínica del IMSS en el sur de la ciudad. Llevaba por indicación de su médico un oxímetro que entonces marcaba menos de 70% y lo mostró al médico del triaje. Se le indicó esperar en esa zona, sentado en una silla, con un suero intravenoso y oxígeno por vía de una línea de puntas nasales. El paciente buscó en dos grandes ciudades atención médica y se tardó 24 horas en poder ingresar a un hospital.

En el mapa de hospitales de la ciudad de México hoy (hospitales.covid19.cdmx.gob.mx) encontramos varios hospitales del IMSS que anuncian camas desocupadas. Con frecuencia son camas no útiles para atención porque no hay personal suficiente. Incluso existen camas libres en el IMSS de cuidado intensivo, que se mantienen libres, pero no hay acceso a enfermos con COVID19, porque son para “las otras necesidades”. Así, los números de suficiencia y desahogo hospitalario pueden ser irreales, pero el reporte diario suena bien. La realidad, empero se hace patente en la saturación hospitalaria de los hospitales del sur de CdMx con casi 250 camas con ventiladores, y pensando en desarrollar “áreas de confort terminal”.

Los resultados de los reportes de vigilancia es otro territorio de confusión. La vigilancia y los modelos son un reflejo lejano de la realidad y así deben interpretarse. Es cierto que las cifras reales son mucho mayores que el informe oficial, y lo son en todos los indicadores y en todos los países. Ocurre de la siguiente manera: el área de epidemiología establece una definición: ¿qué es un caso?, y se establece el requerimiento de una prueba para diagnóstico, sin embargo, ¡no hay suficientes pruebas! y así, se crea un embudo que selecciona solo una parte de los casos. Hace unos días, llamamos la atención sobre el exceso de casos de infecciones respiratorias agudas en los reportes de la Dirección de Epidemiología (DGE), que en tres semanas del mes de Marzo sumaron más de 200 mil casos, que en una alta proporción son infecciones por COVID19. Estas cifras muestran una extensa transmisión en el país, como es de esperar.

Lo que no termina por quedar claro para muchos, es que en el desarrollo de la epidemia descrita en “la curva epidémica”, el mismo número de casos acontecen en la curva A y en la curva B (ver figura). La intervención influye en el tiempo de presentación, menos casos por semana por la intervención, para así poder tener oportunidad de dar atención a los enfermos graves sin que se desborde la demanda y con una menor mortalidad. Hasta ahora, esto se ha conseguido al menos en la zona metropolitana y representa un logro mayor.

Covid-19: llegó el lobo
Covid-19: llegó el lobo

Escenarios de la propagación

En este escenario sobresale la impreparación del IMSS y el ISSSTE, y la falta de visión de las cámaras legislativas y en general del gabinete, que debieron haber previsto hace 3 meses la gravedad de lo que venía. Esta pandemia no es un tema que corresponda solo a Salud. Han sido negligentes e irresponsables, pero muy orondos los legisladores dan entrevistas portando máscaras N95, que son de uso exclusivo en hospitales.

En los días que vienen, acaso todo mayo, observaremos desde la reclusión una creciente demanda hospitalaria, mientras se discute con voz taciturna y dubitativa la conveniencia del regreso a las actividades. Así como existió una gran discusión sobre cuando iniciar las medidas de mitigación, hoy inicia la lluvia de opiniones expertas sobre cuando, quienes, donde y como reanudar actividades. Todo es territorio para la denostación. Es claro que cualquier fecha tendrá costos pero en el escenario sobresalen el espectro de la enfermedad y el del hambre. Eventualmente 8 de cada 10 habitantes tendrá que infectarse para que se detenga la transmisión del virus y no se vislumbra un final feliz.

Ante este panorama debemos entender que la respuesta al SARS-COV-2 no termina en el tercer trimestre de 2020. La economía, las instituciones de salud, las de seguridad, todo el aparato estatal y la sociedad, deben prepararse para nuevos brotes epidémicos por COVID19 y ante la muy probable colisión de Dengue, Influenza y COVID19 en estos próximos meses.

El lobo no suelta su presa, la jauría otea, percibe nuevas víctimas en medio de una tormenta que se extiende.

Médico

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