Hace exactamente un mes y medio que el gobierno federal y la iniciativa privada del país acordaron y lanzaron el Paquete contra la Inflación y la Carestía (Pacic) con el que ambos sectores se comprometían a “estabilizar los precios de 24 productos de la canasta básica” que, según dijeron aquel 4 de mayo en la conferencia matutina de Palacio Nacional, donde el presidente López Obrador reunió a líderes empresariales como Francisco Cervantes, del CCE, y Antonio del Valle, del CMN, ayudaría a “enfrentar la inflación y evitar que haya carestía de la vida, sin medidas coercitivas, no se trata de control de precios”.

Siete semanas después de que empezó a aplicarse esa estrategia, el fracaso es total y doloroso: los precios de varios de los productos básicos contenidos en esa lista no sólo no se estabilizaron, mucho menos bajaron y, lejos de eso, han seguido aumentando en detrimento de la capacidad adquisitiva de las familias, sobre todo de las de más bajos ingresos, de acuerdo con cifras dadas a conocer por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas.

Alimentos

como el jitomate saladet aumentó 42.4% al subir de 19.07 pesos el kilo a 27.15 pesos; la naranja subió 23.8% de 15.6 pesos subió a 19.32 pesos el kilo. El papel higiénico de cuatro rollos subió de 30.29 a 34 pesos, un incremento de 12.2%, y la papa fue otro producto de los que más subió de precio, con 10.5% de aumento, ya que de 23.87 pasó a 26.37 pesos el kilo.

Con alzas leves a moderadas están: el aceite vegetal de canola, chile jalapeño, arroz de grano, atún, azúcar morena, bistec de res, huevo blanco, pan de caja, manzana y pollo entero. Los datos de los incrementos se midieron a un mes exacto de implementado el Pacic, y con el cierre de las cifras al 30 de mayo de 2022. Los únicos productos que bajaron algo sus precios fueron: cebolla que de 34.21 pesos bajó a 26.71 pesos el kilo, casi 22%; el limón bajó de 48.44 pesos a 37.31 pesos el kilo, es decir bajó 23%.

Tristemente el Pacic —que pretendía emular aquellos viejos “pactos de estabilidad y crecimiento económico” de la era neoliberal a la que tanto repudia el actual presidente— terminó siendo un acuerdo de buenas intenciones y apenas sí sirvió para la foto en Palacio entre el presidente y los empresarios, cuyos acuerdos nomás no dan resultados y terminan siempre fracasando, en algo que ya se volvió la principal característica de este sexenio en la relación entre el empresariado y el gobierno: muchas reuniones para la foto, muchos discursos de “diálogo constructivo y acuerdos”, muchos “compromisos por México”, pero al final cero resultados concretos y medibles.

Parece que, en este sexenio, la relación entre el gobierno y los empresarios, terminará siendo como aquella comedia de William Shakespeare, “Mucho Ruido y Pocas Nueces”, una comedia de enredos en la que López Obrador nunca pudo ganarse la confianza de los empresarios a los que frente a ellos los elogiaba y les ofrecía “garantías para que inviertan y apoyen el desarrollo”, mientras que todas las mañanas los criticaba, atacaba y los presentaba en su discurso como “conservadores”, “abusivos” y “enemigos del pueblo”.

La que empezó como una “luna de miel”, a finales de 2018, cuando el entonces presidente electo era recibido con vítores, adhesiones y expresiones de apoyo por los líderes de las cúpulas empresariales, terminó en una suerte de matrimonio obligado y por conveniencia, en el que López Obrador desconfía de los empresarios y sus dirigentes cupulares —con sus honrosas excepciones de amigos y favoritos como Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Daniel Chávez y unos cuántos más— y en el fondo los acusa de no ayudar a su gobierno al escatimar la inversión y la creación de nuevos empleos.

Los empresarios, por su parte, ven con recelo la política económica y, marcadamente la política energética de este gobierno, y aunque no están de acuerdo con las acciones de estatización, privilegios a Pemex y a la CFE y cancelación de contratos en el sector energético y cambio de reglas y leyes en otros sectores, saben bien que no se pueden pelear con el poder porque saldrían perdiendo, y los que no se han llevado sus inversiones a otros países de Centro o Sudamérica, prefieren seguir simulando una “buena relación de entendimiento con el gobierno”, aunque en los hechos nada se logre con discursos y fotografías en Palacio Nacional.

Al fracaso del Pacic, que deja en la total vulnerabilidad a las familias mexicanas ante la desbordada inflación que golpea al país, incluso con más fuerza que en otras partes del mundo en este fenómeno global, se puede sumar otro fracaso de la fallida y simulada relación entre empresarios y gobiernos en esta administración: el tan anunciado y pospuesto Plan de Infraestructura, que pasó de “cientos de proyectos” a “decenas de proyectos” y que, aún recortado, reducido y afectado por la “austeridad republicana” y los recortes históricos a la inversión pública en infraestructura, nomás no se ha podido echar a andar y mucho menos ver sus frutos y obras, a dos años de que termine este gobierno.

De no ser por el subsidio del gobierno lopezobradorista a las gasolinas y el diesel, cuyo costo por dejar de cobrar el IEPS fue estimado por el SAT hasta en 400 mil millones de pesos que dejará de percibir el gobierno, la gasolina estaría costando ya 30 pesos el litro y la inflación en México seguro ya hubiera rebasado el 8 por ciento como ocurre en Estados Unidos. La pregunta es cuánto tiempo más resistirá el gobierno inyectando este subsidio simulado a las gasolinas, con tal de evitar un desgaste político por el aumento de precio de los combustibles que, de cualquier manera, en lo que va del sexenio, ya han subido promedios que rebasan el 20% según los datos oficiales.

Y si la estrategia estrella que lanzó el gobierno contra la inflación y la carestía, el Pacic, ya no sirvió, la pregunta obligada es qué sigue ahora ¿o será que el gobierno ya se quedó sin ideas ni estrategias para tratar de ayudar a los mexicanos contra la inflación que los está golpeando en su gasto familiar y personal?

NOTAS INDISCRETAS…

A propósito del subsidio a las gasolinas, un efecto de la decisión de López Obrador y su secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, de dejar de cobrar el IEPS a los combustibles y tratar de compensarlo con los excedentes petroleros, es que la caída de esa recaudación federal ya golpeó a los estados de la República. Ya son varios los gobernadores que se quejan de que les están recortando sus participaciones, sobre todo en la parte del IEPS que les correspondía, lo que está afectando fuertemente los ingresos de varias entidades federativas, sobre todo las que no tienen una buena recaudación estatal. El golpe ya lo resintieron las 32 entidades, pero hasta ahora los gobernadores morenistas o aliados de la 4T, no se quejan porque saben que eso molestaría al inquilino de Palacio, pero los gobernadores de oposición están a nada de denunciar la caída en sus participaciones a casusa del subsidio a las gasolinas… Los dados mandan otra Escalera. Siguen los buenos tiros.

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