Bueno no, no tanto, todavía no, pero la clase trabajadora va en ascenso, después de cuatro décadas de no haber progresado un centímetro –y notarlo debería cambiar el relato que hacemos de nuestro país.

—Nunca en 40 años —me dijo Oscar de la Vega, abogado laborista —había visto las cosas cambiar tanto (en el ámbito laboral) como en los últimos 5 años.

Y el representante en México de ILAW Network, la organización mundial que promueve los derechos de los trabajadores, el abogado Pablo Franco, confirmó la afirmación.

¿Cómo ocurrió esto?

La mitad de la respuesta son las ayudas sociales y las remesas —que han tenido su cifra más elevada en estos 5 años y han aumentado los ingresos de la clase trabajadora.

La otra mitad, la más importante, porque vuelve sostenible el ascenso, fue el aumento de salarios —que a su vez se explica por dos condiciones.

El salario mínimo, del que viven 14 millones de personas, ascendió 80% —y por cierto subirá otro 20% el año que viene.

Y el renacimiento de la vida de los sindicatos, debida a la nueva Ley Laboral, que fuerza en ellos a una verdadera democracia.

Lo más significativo es que según la nueva ley quedaron vetados los arreglos de cúpula, donde los líderes sindicales acordaban con los patrones los contratos colectivos. Ahora los trabajadores deben aprobar mediante el voto cualquier arreglo cupular.

Y quedaron también impedidos los líderes sindicales charros, que durante medio siglo vendieron los intereses de los trabajadores a cambio de engrosar sus fortunas personales. La caída de cabezas de charros en el sindicalismo ha sido una fiesta a lo largo del lustro.

Amén de que el horizonte es aún mejor.

Los factores antes enlistados —ayudas sociales, remesas, una tendencia hacia el aumento de salarios y la nueva Ley Laboral— más el advenimiento del Nearshoring, que multiplicará los puestos de trabajo, presagia que los próximos seis años serán aún mejores para los trabajadores.

Pablo Franco acota sin embargo:

—Todavía hace falta una política industrial que asegure que esas cuantiosas inversiones que lleguen, lleguen respetando todas las condiciones laborales. El gobierno deberá verificar que se de al trabajo su justo valor.

La Oposición mexicana, encerrada en su relato machacón de “un sexenio de Destrucción” y su visión del “país de un solo hombre”, el Presidente, “que lo puede y lo hace todo”, no está reconociendo este cambio no ocurrido “en 40 años en México” y esta jauja por venir desde el extranjero.

Y sin duda la ceguera les cobrará la factura en las próximas elecciones.

¿Quién votará por el candidato cuya única justificación para pedir el voto es que debemos salvar al país de “la Destrucción que ha cometido la Izquierda”?

Nadie que viva las mejoras sucedidas y espere aún su mejoría.

Y por eso mismo, extraña la franca constipación comunicativa de la Izquierda.

A su vez encapsulada en su propio relato presidencialista y en replicar a la narrativa catastrofista de la Derecha, nuestra Izquierda no está pavoneándose y presumiendo los avances concretos que sí se han logrado para la clase trabajadora ni está pregonando el bienestar por venir.

¿Mala comunicación?

No mala, pésima.

En todo caso, lo cierto es que millones de trabajadores mexicanos vieron mejorar sus vidas este sexenio —y todos, todas y todes deberíamos congratularnos.

Postdata.

Queridas lectoras, lectores, pauso el tecleo por un merecido descanso. Volveremos a encontrarnos con más noticias ciertas y fábulas posibles. Hasta la próxima.

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