Aunque suene normal este título encierra una gran paradoja. Debiera ser un escándalo, pero se ha vuelto normal. El trabajo que es la puerta para salir de la pobreza se convierte en una de sus causas. En México 35 millones de personas trabajan y no ganan lo suficiente para superar el umbral de pobreza.

El 17 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Es una gran oportunidad para “ir a la raíz” y dejar de “andar por las ramas”.

La efemérides internacional permite insistir en la raíz laboral de la pobreza en México. Y subrayar que esta es una realidad propia de nuestro país, muy distinta en magnitud y alcance respecto a otros países.

Me explico: en todo el mundo hay working poor. Personas que trabajan y no ganan lo suficiente para superar la pobreza. En la Unión Europea era el 9% de la fuerza de trabajo, en 2020 (¡en plena pandemia!); con un rango de 3% en Finlandia a 12% en Rumania. En Estados Unidos, el porcentaje de working poor es 4%.

En México, en cambio es casi 60% para el conjunto de la fuerza productiva. Y 39%, si solo consideramos a quienes tienen trabajo formal en la iniciativa privada.

Coneval presenta datos usando un umbral de pobreza mucho menor: el costo de la canasta alimentaria, que es la línea de la pobreza extrema. El dato más reciente es que 38% de la población tiene ingreso laboral menor al costo de la canasta alimentaria.

En cualquier caso el resultado es escándalosamente alto, porque quien trabaja no debe ser pobre.

Habrá quien piense que esto es “normal”. Que el capitalismo así funciona. Los datos internacionales cuentan otra historia. No es lo normal en el mundo, es una realidad propia de México, inaceptable y que por tanto se puede superar.

Ir a la raíz de la pobreza implica dejar de buscar la solución donde no está, en programas de transferencias monetarias o solo en “crear empleo” sin importar su calidad y especialmente sin importar cuánto pagan de salario. Hay que exigir a quien gane la elección ir a la raíz y establecer un nuevo acuerdo laboral, con diálogo social y concertación. No hay de otra.

La otra raíz estructural de la pobreza es la exclusión de millones de mujeres y jóvenes del trabajo remunerado (y doblemente para las mujeres jóvenes).

México ocupa un deshonroso lugar 132 en una lista de 184 países por su baja tasa de participación laboral femenina. Estamos por debajo no solo de países de OCDE sino incluso de casi toda América Latina.

Por eso es tan importante el sistema de cuidados, con estancias infantiles, escuelas de tiempo completo y otras modalidades de cuidado para personas con discapacidad grave o en momentos de enfermedad y para personas mayores que lo requieren. Es la forma para superar de raíz la exclusión de género: tenemos baja participación laboral femenina pues el 92% de quienes no pueden salir a buscar trabajo por realizar labores domésticas de cuidado son mujeres.

Y en el caso de jóvenes, se excluye y se discrimina a jóvenes oportunidad. Jóvenes que tienen capacidad resolutiva, creatividad y energía, pero provienen de contextos adversos que les han producido desventajas acumuladas como por ejemplo no tener estudios universitarios, tienen rezago educativo, sin siquiera culminar el bachillerato. Lo que combinado con estigmas y prejucios sobre su forma de vestir, su apariencia, su domicilio les crea barreras estructurales para conseguir empleo. Mientras que por otra parte se habla de ”crisis por vacantes no cubiertas”. Por eso urge una política integrada de empleabilidad para jóvenes oportunidad que vaya más allá de transferencias monetarias.

Los datos completos y las propuestas para “ir a la raíz” se pueden consultar en el reporte de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza ()

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