En México algo no funciona bien en la economía. Estamos atrapados en un modelo que funciona para crear riqueza sin medios eficaces para distribuirla.

Nuestra economía funciona al revés, decía en mi anterior colaboración ( ). Me refería a que en México las remuneraciones al trabajo representan sólo 28% del Producto Interno Bruto. En cambio, en EU, el país del “hiper capitalismo neoliberal” son 55%, en Canadá 52%, en Alemania 55%, en Reino Unido 52%. En general, en las principales economías del mundo quienes trabajan perciben alrededor de la mitad de la riqueza nacional.

La comparación con economías menos desarrolladas tampoco es favorable. En Corea, el trabajo representa 47% y en Sudáfrica, país con segregación racial extrema hasta hace 30 años, es 48%. Y en América Latina, donde la desigualdad, la “informalidad” y el peso del sector primario son mayores que en las economías desarrolladas, México sigue siendo el peor: en Brasil las remuneraciones al trabajo representan 43% del PIB, en Costa Rica 45%, en Chile 39% y en Colombia 36%. (Datos de OCDE Stat circa 2020).

En nuestra economía los trabajos que son fábricas de pobreza no son la excepción, son la regla. La cantidad de trabajos con baja remuneración es la raíz del problema y la tendencia de crecimiento de este tipo de empleos es creciente.

Por ejemplo, en los sectores de servicios profesionales, financieros y corporativos dos terceras partes del personal carece de ingreso suficiente para lo más básico (66%). En el sector manufacturero es un poco más (68%), en el sector comercial son tres cuartas partes del personal sin ingreso suficiente (76%), en la industria de alimentos preparados y hospedaje son ocho de cada diez (81%) y en gobiernos y entidades públicas es la mitad (52%). Por citar solo algunos sectores que resultan incomprensibles.

El tamaño de las unidades económicas cuenta, pero no es la explicación. En microempresas (con menos de 10 personas ocupadas) el 78% del personal carece de ingreso suficiente. Pero las grandes empresas (con más de 250 personas ocupadas) no están muy bien que digamos: el 55% del personal carece de ingreso suficiente y en las medianas empresas (entre 100 y 250 personas ocupadas), es el 61%.

Es decir, incluso las empresas medianas y grandes pagan salarios por debajo del costo de dos canastas básicas. Más de 6.4 millones de sus “colaboradores” ganan menos de $8,200 al mes. (Cifras del Observatorio de Trabajo Digno, Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, con datos de Inegi ).

No hay coartada. La evidencia es contundente: en la economía mexicana hay mucho más “bisnes” que empresas creadoras y distribuidoras de riqueza, como se promueven en la filosofía empresarial. Aunque se hable de valores como el respeto a la dignidad humana, en la práctica, el respeto a derechos laborales como derechos humanos pesa muy poco en decisiones financieras. En la vida real, la responsabilidad social empresarial es un “área” en las empresas, no es una cultura que defina el modelo de negocios o un principio para la toma de decisiones estratégicas.

En este momento, la solución no va a provenir de la política que hoy domina. Las miradas de corto plazo, la búsqueda del mayor rendimiento electoral y la estridencia discursiva pueden complicar aún más el panorama.

Esta es una urgente llamada de atención al sector privado a actuar. Tienen razón las iniciativas empresariales como México Digno y Empresas por el Bienestar. Urgen más liderazgos empresariales que cambien esta realidad “invertida” de nuestra economía del “bisnes”. De entrada, tienen que subir los salarios más bajos. No hay de otra.

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Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo



 

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