La polarización política es consecuencia de la descomposición y malestar sociales; incapacidad y negligencia de los gobiernos que no han estado a la altura de su responsabilidad; falta de compromiso político, corrupción e impunidad. Estos fantasmas se presentaron en la elección pasada, cobraron la factura política y mandataron el cambio de régimen.

La soledad y el desamparo sociales campean en amplias regiones del país. Aún es tiempo de evitar que las contradicciones se tornen antagónicas e irreconciliables y ocasionen violencia generalizada. En México están a prueba nuestras instituciones democráticas y en especial este gobierno, que debe dar resultados concretos en beneficio popular y evitar otra frustración colectiva, combatir con éxito la pandemia y la inseguridad y reactivar la economía nacional. Este es el gran desafío del gobierno y de los mexicanos. Todos estamos a prueba, hagamos nuestra tarea.

El cambio de régimen implica una reconversión de la política en este gobierno, comprometido a extirpar y desechar políticas públicas y programas del neoliberalismo, formas, estilos y costumbres de gobernar. Las reformas estructurales al cesto de la basura. Una sacudida fuerte a la conciencia nacional. La tarea no es fácil; es complicada y llena de obstáculos. A la dificultad, inherente al cambio, se suman pandemia, crisis económica, inseguridad y, además, el cambio climático expresado en frentes fríos, tormentas y ciclones. Calamidades que recorren el país formando una mezcla explosiva y poniendo contra la pared al gobierno.

México está preparado para salir adelante. «Es más grande que sus problemas». Después de décadas de gobierno único por fin llegó la hora de la transición democrática y la alternancia del poder. No hubo pólvora y se hizo en paz, probando madurez de los ciudadanos y acatamiento del gobierno a la orden popular expresada con su voto. Así debe ser, así fue y así será. A pesar de los enconos políticos, las diferencias y los desacuerdos se litigarán y procesarán en la próxima contienda electoral.

Las circunstancias y la realidad marcan el modo, la forma y los términos de las alianzas opositoras. Las alianzas políticas entre partidos son un llamado al reagrupamiento de las oposiciones al gobierno; son alianzas pragmáticas, sin sentido ideológico, pero instrumento efectivo para sumar voluntades con el único objetivo de quitarle a Morena la mayoría en la Cámara de Diputados. El tiempo determina y obliga a la unidad de los contrarios. Además, las organizaciones, grupos, ciudadanos sin partido y oponentes al régimen arribarán a las urnas a expresar su voluntad y lo tendrán que hacer por la vía democrática.

En los estados y regiones todos los partidos están a la caza de ciudadanos con arraigo popular y que garanticen triunfo. Para Morena será una prueba de fuego; su movimiento no ha madurado, no ha logrado una personalidad propia, es el reflejo del líder, la «sombra del caudillo». En muchas partes adolece de candidatos ganadores.

La declaración del senador Manuel Velasco Coello, «Morena vale cero sin López Obrador», es una frase lapidaria, pero con gran contenido de verdad. Sentencia política que pone en aprietos al partido del gobierno. Mario Delgado Carrillo tuvo que dar marcha atrás al condicionamiento original a sus aliados de que sólo serían aceptados «como convidados de piedra», ya que Morena pondría a los candidatos de esa alianza. Pronto tuvo que aceptar «las encuestas» como medio para postular y así hizo candidata a una expriista para el Gobierno de Nuevo León. Inconsistencia política y falta de respeto a su militancia, pero tabla de salvación electoral. Además, la reelección de los actuales diputados de Morena complica y hace más difícil el tránsito de la elección de sus candidatos.

Vale la pena subrayar el hecho de que no todos los partidos van en alianza. Hay una excepción: Movimiento Ciudadano va solo. Además del mensaje que manda al presidente Andrés Manuel López Obrador, es una apuesta política inteligente para consolidar un partido serio y con ideología definida. Sus ojos están puestos en el 2024.

Por su parte, el Partido Verde Ecologista de México dejó pasar esta oportunidad. Su temor e inseguridad pudieron más que el arrojo de buscar sacudirse, de una vez, el estigma de acompañante de los partidos grandes en las emergencias políticas.

Al país le conviene esta lucha democrática. Es refrendo de participación ciudadana y cauce para dirimir diferencias a través del ejercicio del sufragio universal. Por supuesto, el Instituto Nacional Electoral (INE) y el gobierno federal deben asumir a plenitud esta responsabilidad y garantizar el respeto al voto ciudadano.

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