Raudel Ávila

¿Otra elección española?

13/11/2019 |03:36
Redacción El Universal
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En 2019 se cumplieron 80 años del trágico final de la guerra civil española. Circula en estos días una edición especial de la revista Proceso para recordar ese acontecimiento crucial del siglo XX. Este año tuvieron lugar 2 elecciones nacionales en España . La primera, en abril, reflejó una distribución de las fuerzas parlamentarias a partir de la cual, los principales actores políticos españoles no pudieron ponerse de acuerdo para la formación de gobierno. La segunda, este domingo, produjo números que parecían apuntar a una nueva parálisis. No obstante, PSOE y Unidas Podemos acaban de anunciar un preacuerdo de gobierno de coalición donde se comprometen a formar una administración con Pedro Sánchez como presidente y Pablo Iglesias en la vicepresidencia. Una mezcla que promete renovar el liberalismo y la sensibilidad social. Ojalá.

El partido de “derecha liberal” del Partido Popular (cada vez más derecha y menos liberal) incrementó su representación. Preocupa el aumento de votos de Vox, la extrema derecha española. De abril a noviembre aumentó de 2.6 millones a 3.6 millones de votos, en términos porcentuales creció de 10.2% del voto a 15.1% y se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria pasando de 24 a 52 escaños. De acuerdo con El País , esta creciente fortaleza electoral de Vox no emana de reaccionarios nostálgicos del franquismo, sino de cientos de jóvenes radicalizados en las redes sociales. “¡A por ellos!” gritaban la noche de las elecciones afuera de la sede de Vox , refiriéndose probablemente al discurso xenófobo del partido contra los migrantes.

Decía un político mexicano que España es un país tercermundista disfrazado de potencia por los subsidios de la Unión Europea. España representa, simultáneamente, los tradicionales vicios políticos del subdesarrollo y la esperanza de superarlos. La intransigencia, el fanatismo, el culto a la personalidad del caudillo, el victimismo, el recurso a la violencia, la indisposición al diálogo y al pacto parecían maldiciones superadas durante el proceso español de transición democrática. Una clase política nueva mostró cualidades parlamentarias en el mejor sentido: oratorias, negociadoras, conciliadoras, administrativas, gubernamentales. Los gobiernos de Felipe González (PSOE) y José María Aznar (PP) construyeron la España más próspera y equitativa de la historia. A partir de la crisis financiera de 2008, como ha demostrado Tom Burns Marañón en su libro Entre el ruido y la furia , la indignación agotó el modelo bipartidista. La representación política se pulverizó en nuevas identidades extremistas, a la postre representadas en Podemos y en Vox.

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El mes pasado murió Santos Juliá , gran historiador especializado en la trayectoria española del siglo XX. La revisión de sus páginas sobre la guerra civil obliga a tener presente que el odio y encono inoculado contra quien piensa distinto no se supera en varias generaciones. Se matan miembros de una misma familia por una irreconciliable toxicidad ideológica. El papel de los estadistas, como su admirado Manuel Azaña, no es dividir, sino reconciliar. El gran frente de gobierno republicano, previo a la guerra civil, integrado por las distintas manifestaciones de la izquierda española, no logró superar su propio sectarismo y fue vulnerable a los ataques del fascismo. Es preciso monitorear la integración del nuevo gobierno español y sus políticas. España, para bien y para mal, es un referente de los países latinoamericanos. La configuración de su próximo gobierno impactará la orientación geopolítica de la región. Su ejemplo podría empujar en favor de la consolidación de la democracia liberal, sepultarnos con la renovación de la extrema derecha, o repetir nuestra historia de subdesarrollo populista. Menuda responsabilidad.