Durante la Edad Media, Dinamarca no tenía un cuerpo médico eminente ni grandes hospitales, tampoco universidades del prestigio de Oxford o La Sorbona. Sus reyes y clérigos eran tan viciosos y corruptos como en otras naciones. No obstante, logró abatir más rápido y con menos muertes que Europa continental las epidemias de peste negra y lepra. En su Historia de Dinamarca, Palle Lauring explica que este pequeño pero grandioso país disponía de un recurso más valioso: sentido de la previsión. Los daneses recibían noticias de una epidemia en otros países e inmediatamente tomaban precauciones. Habilitaban un confinamiento temprano y aislaban ciertos segmentos de la población.

Mette Frederiksen es la Primera Ministra más joven de la historia de Dinamarca. Socialdemócrata, en su juventud fue sindicalista y trabajó como Ministra del Trabajo en el gobierno de la Primera Ministra Helle Thorning-Schmidt. Frederiksen se distinguió políticamente por sus medidas a favor de los trabajadores y el estado de bienestar. También impulsó la prohibición de la prostitución y los burdeles. Alcanzó notoriedad internacional por su oposición frontal a la insinuación de Donald Trump de comprar Groenlandia y su condena explícita del asesinato del general iraní Qasem Soleimani.

Frederiksen está en el momento de mayor popularidad de toda su carrera. Gracias a una cuarentena muy temprana, ha logrado tasas de contagio bajísimas y únicamente 364 muertes. Cerró las fronteras desde el 13 de marzo. Posteriormente los restaurantes, museos, cines, jardines de niños, escuelas y universidades. Prohibió todas las reuniones de más de diez personas. “Nos aislamos temporalmente para mantener nuestra unidad” dijo Frederiksen. Thomas Grutzmeier, amigo danés y militante del partido socialdemócrata, me cuenta que Frederiksen ya está en proceso de reabrir la economía y para ello, logró el respaldo de los diez partidos políticos en la consecución de un gran acuerdo económico entre el gobierno, los empleadores y los sindicatos.

Frederiksen estableció agresivas medidas de rescate económico con un gasto público equivalente a 13% del PIB a lo largo de 13 semanas. Desde el pago de un elevado porcentaje de los salarios de los trabajadores (entre 75% y 90%) a cambio de que no salgan de sus casas, hasta un incremento de 70% en los préstamos a empresas en peligro de bancarrota. El gobierno fijó apoyos para el pago de renta y se pospuso 3 meses el pago de impuestos. Ninguna de estas medidas supone una innovación única en el mundo. Representan algo mejor, un destello de sensatez. Frederiksen vio lo que pasaba en otras latitudes e imitó las mejores prácticas. Sí, copió. No tiene la estatura intelectual ni el prestigio internacional de Ángela Merkel, tampoco el carisma de Jacinda Ardern. No le hicieron falta. Tiene un sistema de salud pública con cobertura universal, heredado de gobiernos anteriores y un sentido personal de la prudencia que Gracián envidiaría. El regreso a las actividades cotidianas está previsto con un cuidadoso gradualismo. Evitarán las aglomeraciones en el transporte público, multiplicarán la aplicación de pruebas para detectar la enfermedad. Las escuelas regresarán a clases escalonadamente por grados escolares. Seguirán prohibidas las reuniones masivas.

En 1848, cuando Europa continental estaba sacudida por las revoluciones, la nobleza y los empresarios daneses fueron a ver al rey. Le propusieron anticiparse a las protestas y transitar a una monarquía constitucional. En Dinamarca no hubo revueltas ni muertos. Para 1849, la constitución ya estaba promulgada y se estableció el sufragio universal masculino para mayores de 30 años. Hay quien sí escarmienta en cabeza ajena y aprende de la historia. ¿Será el caso de México?

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