La primera pista para descubrir la mansión donde se instaló en Miami, cuando terminó el gobierno de Felipe Calderón, me llegó en un desayuno en Polanco, a mediados de noviembre de 2012. El director de Reporte Indigo, donde entonces trabajaba, dijo: “García Luna está viajando mucho allá, hay que saber por qué”.

Pregunté a Gerardo Reyes –quien entonces era mi amigo y ahora también es mi jefe en Univision– cómo podía buscar si alguien tenía una compañía en Estados Unidos. Me envió el link a una página del gobierno. Así hallé que un restaurante en Miami, llamado Oggi Caffe, era operado por una empresa de Linda Cristina Pereyra, esposa de García Luna.

Viajé a Miami con un productor a buscar el restaurante, en la planta baja de un edificio sin mucha gracia, en un sitio llamado La Isla del Tesoro. Estaba vacío. Hallé pocas reseñas de clientes en Internet. Pero buscando en esa base de datos, supe que Pereyra tenía para el restaurante un socio colombiano, quien a su vez era socio de dos mexicanos: Mauricio Samuel Weinberg y su hijo, Alexis Weinberg.

En los siguientes dos años, publicamos reportajes acerca de las compañías de los Weinberg, con las que invirtieron 36 millones de dólares en 19 departamentos y un terreno en Miami entre 2009 y 2012. Algunos estaban a nombre de la esposa y mamá de los Weinberg, Sylvia Pinto Mazal. Hace poco, encontré que Pinto es socia de Julia Abdala, pareja de Manuel Bartlett, en una joyería que tiene su dirección fiscal en la misma sede de las empresas de los Weinberg en México.

Al mismo tiempo que los empresarios compraban propiedades en Florida, García Luna fundó la consultora GL and Associates Consulting (conocida como GLAC) y Delta Integrator. Las fechas, horas, sitios web, teléfonos y representantes de las empresas de García Luna eran los mismos que de los Weinberg, pero ellos negaban tener relación.

En 2017, ya como reportera de la unidad investigativa de Univision, pudimos confirmar que Nunvav, otra empresa de los Weinberg, vendió millones de dólares en equipo de espionaje al gobierno de Ricardo Martinelli, en Panamá. Publicamos la historia dos años después, cuando confirmamos que Nunvav era filial de ICIT, una empresa de los Weinberg, que en 2012 utilizó información, tecnología y personal de la Secretaría de Seguridad Pública, según testimonios y documentos, de manera irregular.

Poco antes, el periodista Julio Roa halló una multa de tránsito que impusieron a García Luna en Miami en 2015, en la cual declaraba como su residencia una casa en Golden Beach, Florida. La mansión de 3.3 millones de dólares–y otro penthouse de 2.3 millones al que se mudó en 2016– estaban a nombre de empresas de la red de los Weinberg que publicamos en Reporte Índigo en 2014.

Finalmente, a comienzos de 2019, los empresarios accedieron a hablar. Aseguraron que García Luna vivió en sus propiedades, pero les pagaba renta. Ofrecieron documentos del contrato y los pagos. Nunca los enviaron. Dijeron que nunca fueron beneficiados por su amistad, pero admitieron que tuvieron contratos con la SSP y aún tenían ahora, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Insistieron en que no eran socios ni prestanombres, solo amigos. Poco después, Reforma publicó que Nunvav vendió también equipo de espionaje al gobierno de Jaime Rodríguez, en Nuevo León.

Antes de publicar la historia en marzo, en Univision consultamos a la Secretaría de la Función Pública. Dijeron que el caso de 2012 había prescrito y solo por un “interés especial” podría ser investigado. El interés especial existe ahora, que García Luna ha sido acusado en Nueva York de haber sido, desde 2001, un narcotraficante al servicio del cartel de Sinaloa.

Ni los Weinberg ni su esposa han estado hasta ahora involucrados de ninguna manera en las acusaciones de narcotráfico. Pero ahora que México ha anunciado sus propias investigaciones sobre García Luna, veremos si, más allá de los nexos con Sinaloa, se indaga también en las relaciones, los dineros y las redes de García Luna, que siguen vigentes.

@penileyramirez

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