El confinamiento y la “nueva normalidad” están teniendo importantes secuelas psicoemocionales sobre las que es necesario reflexionar con el fin de evitar sus efectos más adversos, los cuales pueden dar origen a crisis individuales y sociales de consecuencias irreparables. En primer lugar, hay que decir que no existe una sola problemática y, por lo tanto, tampoco una fórmula única que pueda aplicarse en los diferentes contextos, ya que cada región y entidad del país tiene sus propias realidades, costumbres, cultura y particularidades; además, cada grupo social vive de manera diferente lo que está ocurriendo.

Miedo, ansiedad, frustración, incertidumbre, trastornos del sueño y de la alimentación, problemas para socializar, depresión, conductas violentas, adicciones, entre otros aspectos, son solo algunos de los problemas consustanciales a la crisis sanitaria y económica como resultado de la pandemia del covid-19, a pesar de los continuos mensajes que las autoridades dan a la sociedad para mantener la calma y actuar de manera responsable y poder hacer más llevadera la cotidianidad y normalizar la situación lo antes posible. En realidad es más fácil decirlo que hacerlo, ya que cada quien asimila la información de distinta forma y, por lo tanto, los pensamientos y sentimientos que aparecen en cada uno de nosotros son diferentes. Lo que para algunos puede significar tranquilidad, para otros representa exactamente lo opuesto, ya que las necesidades, circunstancias y capacidad de adaptación no son igual para todos.

A lo anterior debemos agregar que la sobreinformación no ayuda a discriminar cuál es la correcta, lo que constituye el escenario idóneo para las denominadas fake news, pues entre más alarmista y preocupante es la noticia, goza de más difusión y, por lo tanto, aumenta el caos individual y colectivo. Las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información tienen innegables ventajas; sin embargo, también pueden ocasionar graves daños colaterales en escenarios de crisis como el que atravesamos.

Los expertos han señalado que atravesar por eventos traumáticos no es una cuestión determinante para el derrumbe psicológico de una persona; sin embargo, es preciso entender que la pandemia actual tiene características diferentes a un terremoto, un atentado o cualquier otro acontecimiento súbito, ya que esta permanece en el tiempo, y además hay quienes pueden llegar a experimentar una combinación de consecuencias (pérdida del empleo, duelo, contagio, pérdida de la salud, problemas para teletrabajar, temor de salir al trabajo, problemas para cuidar de los hijos, abandono, soledad, sobre responsabilidad, etcétera). Así como nadie puede estar completamente seguro de no contagiarse, nadie puede estar completamente seguro de que no va a vivir desajustes psicoemocionales, lo que plantea un gran desafío para la psicología, pues el cúmulo de experiencias derivadas de la crisis sanitaria, las cuales incluso pueden transformarse en el transcurso de los días, o el mismo día, hacen que las personas atraviesen por distintas facetas.

Hay quienes señalan que el costo psicológico de la pandemia será altísimo, y otros más especulan que representa una gran oportunidad para generar un superávit psicológico Pienso que después de la pandemia podemos tener una versión mejorada de lo que fuimos y somos, ya que a nivel institucional, social e individual, es posible que sucedan cambios positivos; no lo digo desde un optimismo ramplón, sino desde una posibilidad factible que deriva del aprendizaje al que estamos sujetos, el cual puede ser producto de la reflexión, de la adecuada toma de decisiones, de que las circunstancias hayan sido favorables, así como de los errores y equivocaciones cometidas.

No sabemos qué va a pasar, cómo será el futuro y esa nueva normalidad, pero sí creo que somos capaces de proyectar y construir lo que queremos para nosotros y nuestro entorno cercano, lo cual necesariamente repercutirá a escala social. Sin ilusiones ni catastrofismos, con la información adecuada, de la mano de los profesionales y de la ciencia, claro que podemos vivir un presente y un futuro mejor.

Como en toda crisis hay y habrá sufrimiento, pero también puede haber crecimiento, porque no son antagónicos, y el sufrimiento dependerá de cuánto nos conozcamos y de cómo enfrentemos nuestras debilidades y fortalezas como personas y como país. Por ello, tenemos que identificar nuestras necesidades psicoemocionales y las psicosociales, para darnos y ofrecer una solución que evite lo evitable.

Las nuevas generaciones merecen gozar de salud mental, reclaman calma y habitar el tiempo para usarlo en lo verdaderamente importante sin estar sometidas a la tiranía de la urgencia y de la inmediatez. Exigen responsabilidad, orden, disciplina, bienestar, satisfacción y felicidad. Tal vez menos compras en línea y más música, más compañía y menos videojuegos, más conversaciones y menos pantallas, menos golosinas y más creatividad, menos de todo y más amor.

Ya Sócrates con acierto recomendaba conocerse a sí mismo y vivir una vida reflexiva que merezca la pena ser vivida. Encontrar el sentido de la vida en medio de la pandemia no sólo no es imposible, sino que es deseable. Aunque sin la vacuna existe la posibilidad de morir por coronavirus, también la de aprender a bien vivir, haciéndonos cargo de nuestra fragilidad y fortaleza de cara a la cuarta revolución industrial. Hoy somos testigos y artífices, queriendo o no, de un cambio de era, donde la transformación digital también está siendo humana.

Lo único cierto es que los cambios se aproximan y tenemos la oportunidad de concebir el mundo y nuestro mundo interior de otra manera, para lo cual es necesario mirarnos a nosotros mismos, reflexionar, replantear el rumbo de la vida y resignificar nuestros valores. "Nada volverá a ser como antes una vez superada la crisis del coronavirus", es la frase que resuena con mayor frecuencia, pero nadie dice cómo será. En gran medida depende de nosotros, de lo que hagamos y dejemos de hacer; de ahí que sostengo que la herencia que nos deje el coronavirus puede ser el mejor legado de este tiempo.

Paola Félix Díaz.

Activista social y Titular del Fondo Mixto

de Promoción Turística de la CDMX.

@LaraPaola1

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