Las gráficas publicadas por EL UNIVERSAL el viernes anterior de la inflación al consumidor, subyacente y no subyacente, fueron claras y elocuentes al mostrar una tendencia a la baja registrando tasas anuales a julio de 3.78%, 3.82% y 3.64%, respectivamente.

Luego del ligero rebote ocurrido en marzo y abril pasado, la trayectoria de la inflación ha sido apoyada por una fuerte reducción de la no subyacente que contiene “los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles, o bien que su proceso de determinación no responde a condiciones de mercado”, entre los que se encuentran los precios y tarifas administrados por el gobierno.

El tipo de cambio también ha contribuido en el descenso de los precios, puesto que desde principios de diciembre de 2018 ha mostrado una significativa apreciación, usándolo el Banco de México (Banxico) como ancla antinflacionaria, apoyado en una política monetaria restrictiva, esto es, las elevadas tasas han hecho atractivas las inversiones en pesos, fortaleciendo la divisa.

Banxico había utilizado la posibilidad de una política fiscal expansiva en un pasado para mantener una postura restrictiva, pero desde hace rato se ha quedado sin ese argumento, por lo que ahora esgrime como justificación la cautela ante posibles choques externos o su obsesión por las repercusiones inflacionarias de los aumentos salariales.

De los tres sobresaltos que ha registrado la paridad cambiaria desde entonces, dos se le pueden atribuir a Donald Trump y otro a Argentina: el primero ocurrió a finales de mayo y principios de junio, cuando amenazó a México con imponerle aranceles a sus exportaciones si no controlaba el flujo de indocumentados centroamericanos en su territorio; el segundo, a principios de agosto cuando anunció un arancel de 10% al resto de las importaciones chinas a partir del 1 de septiembre y la potencia asiática respondió con una devaluación del yuan; el tercero se desató con la derrota del presidente Mauricio Macri y del surgimiento del temor de un default de la deuda argentina.

La presión en el tipo de cambio se desinfló con la noticia de que la aplicación de aranceles contra China se pospondría al 15 de diciembre, pero ayer resurgió con el fantasma de una recesión global que provocó aversión al riesgo, por lo que el dólar interbancario cerró en 19.7275 pesos.

México se ha beneficiado de la política proteccionista de Trump contra China. El valor de las importaciones a Estados Unidos (EU) desde México subió 6.3% durante el primer semestre de 2019 a 179 mil 612 millones de dólares respecto al mismo periodo del año pasado, mientras que el monto de las procedentes de China cayó 12.4% a 219 mil 44 millones de dólares, por lo que la apreciación del peso por lo pronto no ha afectado el flujo de bienes y servicios hacia EU.

Sin embargo, a pesar de la fortaleza del peso, las exportaciones de EU hacia México cayeron 1.7% a 129 mil 274 millones de dólares en la primera mitad del año, como un claro reflejo de la menor actividad económica en el país, que cada vez se generaliza más en diversos indicadores, siendo los referentes trabajadores asegurados ante el IMSS de julio los que dieron una preocupante señal de debilitamiento.

Es comprensible que Banxico quiera mantener la credibilidad y dar una señal de autonomía en su afán de lograr que la inflación regrese a la banda ubicada por debajo de 4% de la que se salió momentáneamente en abril y mayo; sin embargo, resulta preocupante que pase por alto las claras evidencias de debilitamiento económico provocadas en parte por una política monetaria restrictiva y por una agresiva austeridad del gasto, que ha sido agravada por los habituales retrasos en los inicios de cada administración y por la estrategia de conseguir “ahorros” para liberar recursos a favor de las empresas productivas del Estado.

Banxico tampoco tendría que preocuparse de la inflación al productor a pesar del repunte registrado en julio, puesto que las tasas anuales de bienes finales, intermedios y de la producción total fueron de 3.60%, 2.91% y 3.38% respectivamente, luego de que ha mostrado una franca tendencia a la baja desde finales de 2018.

Solamente Argentina y Turquía tienen tasas de interés más elevadas que México, pero con la diferencia de que son países que están envueltos en crisis financieras y de balanza de pagos, por lo que han tenido que elevarlas para contener la salida de capitales. En contraste, nuestro país presenta disciplina fiscal, un déficit de cuenta corriente en términos del PIB por debajo de 2% y una inflación a la baja que incluso ha superado las previsiones del banco central.

Ante la fuerte desaceleración de la economía mundial propiciada por la guerra comercial entre EU y China, las amenazas proteccionistas (Brexit) y conflictos geopolíticos, el Fondo Monetario Internacional sugirió que los bancos centrales relajen su política monetaria, al dar a conocer la actualización de sus perspectivas de la economía mundial el 23 de julio. En las siguientes semanas ello sucedió en varios países y esperaríamos que en México no sea la excepción.

Sin embargo, la preocupación estriba en que la Junta de Gobierno de Banxico decida no reducir la tasa de interés. En la pasada reunión, sólo uno de sus integrantes votó por su baja; otro se mantuvo dubitativo, pero se inclinó a no moverla y los tres restantes francamente en contra de reducirla, reconociendo implícitamente que tienen que mantenerla elevada para compensar el riesgo. Ojalá no les gane la obstinación de llevar la contra.

Catedrático de la EST-IPN
pabloail@yahoo.com.mx

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