El contraste de cómo se ha comportado el empleo en Estados Unidos (EU) y México posterior a la pandemia es por demás revelador de cómo funcionan las economías de ambos países y de por qué sigue habiendo mucha gente que busca emigrar al norte como sea y que, lamentablemente, encuentra la muerte, como acaba de suceder con las 53 personas asfixiadas o deshidratadas abandonadas en un tráiler en Texas a principios de la semana.

En EU se reporta una caída de la tasa de desempleo, un crecimiento vertiginoso de la nómina no agrícola, un elevado crecimiento del salario promedio y 11.5 millones de plazas que se ofrecen por parte de los empleadores. La escasez relativa de trabajadores se observa en establecimientos de comida rápida, de alojamiento, como en sectores de alta tecnología. Los hogares se vieron beneficiados de diversos paquetes fiscales, que apoyaron a trabajadores y a pequeños negocios, así como de una política monetaria muy acomodaticia, que en parte fueron responsables de una economía sobrecalentada generando presiones inflacionarias, que han sido alentadas por la Guerra de Rusia contra Ucrania y por los continuos problemas de las cadenas de suministro ocasionados por la pandemia.

En México, el apoyo fue bastante reducido. El estímulo fiscal apenas representó 0.7% del PIB, uno de los más bajos del mundo. Los funcionarios mexicanos se ufanaron de que era un ejemplo para el resto de los países y que no se iba a endeudar para dar apoyos. El gobierno no escuchó recomendaciones de organismos internacionales que propusieron políticas contracíclicas de emergencia como la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal), a la que no se podría acusar de neoliberal, ni de académicos y expertos preocupados por las repercusiones.

Economistas afines al gobierno insistían en que no nos preocupáramos, que era un choque de oferta temporal; apoyaban la política de austeridad y el manejo responsable de las finanzas públicas. En este punto incluso, comentaristas críticos y algunas calificadoras de deuda, con una visión más ortodoxa de la política económica, reconocían el “acierto” del gobierno en el manejo de la crisis. Sin embargo, el resultado fue que una gran cantidad de micro y pequeñas empresas, que son las que aportan más empleo, cerraron sus puertas para siempre.

Con la recuperación económica iniciada en 2021, la tasa de desempleo volvió a bajar; el empleo formal e informal crecieron, pero este último de manea más marcada. En un primer momento hubo impactos diferenciados que afectaron más a las mujeres que dejaron sus trabajos para cuidar a las y los hijos que no podían ir a la escuela ni a las guarderías, aunque después han regresado al mercado laboral. Incluso, la tasa de participación, que es la población económicamente activa como porcentaje de la población de 15 años y más, llegó en mayo pasado a 59.6%, niveles similares a los que había antes de la pandemia. Sin embargo, lo que quedó fue una fuerte precarización del trabajo.

El Inegi difunde dos tasas complementarias; éstas reflejan mejor las condiciones de empleo que la tasa de desocupación. En mayo de 2022 se situó en 3.3%. Copio textual del último boletín:

“Tasa de Presión General. Incluye, además de a la población desocupada, a la ocupada que busca empleo. Con esto, la tasa es una medida global de la competencia por plazas de trabajo que se conforma no solo por quienes quieren trabajar sino por quienes tienen un empleo, pero quieren cambiarlo, y por quienes buscan otro más para tener un segundo trabajo. En mayo de 2022, esta se ubicó en 6.6 % de la PEA, un descenso frente a la de 7.6 % en el mismo mes de 2021.”

“Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación. Indicador de condiciones inadecuadas de empleo desde el punto de vista del tiempo de trabajo, los ingresos o una combinación insatisfactoria de ambos. Resulta particularmente sensible en las áreas rurales del país. Incluye a las personas que trabajan menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a sus decisiones, a las que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo, y a las que laboran más de 48 horas semanales y que ganan hasta dos salarios mínimos. El indicador se calcula como porcentaje de la población ocupada. La tasa se estableció en 30.5 % en el mes de referencia.”

En este último caso, Inegi considera que no es adecuado hacer la comparación con mayo de 2021 “por el cambio en los niveles del salario mínimo”. Sin embargo, consideró que, tratándose de una cifra relativa, sí podría hacerse. El problema es que ésta es desfavorable, puesto que hace un año fue de 25.3%. Resulta muy preocupante que 30.5% del empleo se presente en condiciones desfavorables.

En ese mismo sentido, Inegi ha dejado de difundir la distribución de la población ocupada por nivel de ingresos. Ésta sólo se encuentra en los tabulados, que sí da a conocer, pero dejó de publicarse en su comunicado de prensa. En mayo de 2022, 32.8% ganaba hasta un salario mínimo; 32.7%, más de uno y hasta dos salarios mínimos; 10.1%, más de dos y hasta tres salarios mínimos; 4.2%, más de tres y hasta cinco salarios mínimos; 1.7%, más de cinco salarios mínimos; 5.5% no recibe ingresos, y; 13.1% no especificado. Esto es, más de 70% no recibía más de dos salarios mínimos, por lo que los niveles de pobreza están perpetuándose con esos ingresos.

Tampoco se hace el comparativo con mayo de 2021 por la misma razón expuesta. Sin embargo, en la medida en que el salario mínimo se ha incrementado de manera significativa, el estrato que ganaba hasta uno ha crecido de manera importante, si consideramos que hace un año ese porcentaje era de 21.9%, y de 43% para entre uno y dos salarios mínimos. De nueva cuenta, el comparativo resulta desfavorable.

Considerando otra fuente como la del Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP) del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que permite dar seguimiento trimestral a la evolución del ingreso laboral y su relación con el costo de la canasta alimentaria, hay una mejoría entre el primer trimestre de 2021 y el de este año, puesto que el porcentaje de la pobreza laboral presentó una disminución en el país al pasar de 42.0% a 38.8%, respectivamente.

En conclusión, lo que tenemos en México no es la falta de empleo, sino que éste se da en condiciones deplorables por subocupación y bajas remuneraciones, o con mucha carga de trabajo e ingresos insuficientes. Resulta muy preocupante que tres de cada diez personas que laboran se encuentren en esta situación.

Adenda

1) Lamento la salida de Rodrigo Negrete del Inegi, quizá el mejor experto en temas de empleo de México. Muy probablemente irá a trabajar a una institución académica, donde podrá seguir aportando valiosas explicaciones de la realidad.

2) Con sus nuevas proyecciones, Banco de México tiene claro que la inflación va a seguir subiendo y que quizá durante el tercer trimestre alcance su techo.

Catedrático de la EST-IPN
Email: pabloail@yahoo.com.mx

 

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