Cosechas lo que siembras, reza el proverbio. Un saco a la medida de Jair Bolsonaro . El año pasado, este capitán ultraderechista retirado concentró parte de su campaña presidencial en denostar los esfuerzos de pueblos indígenas brasileños y organizaciones conservacionistas para proteger la Amazonia . Estamos hablando de la selva tropical húmeda más extensa y con mayor diversidad biológica del planeta.

¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
El Llano en llamas
, Juan Rulfo

Aunque todavía no ha cumplido sus amenazas de eliminar el ministerio de medio ambiente y sacar a Brasil del Acuerdo de París sobre cambio climático, a efectos prácticos el presidente Bolsonaro ya le dio el tiro de gracia a este ministerio al nombrar a un ministro vinculado con la industria y grupos agrícolas, alguien que parece más empeñado en resquebrajar las instituciones ambientales que en proteger los inmensos recursos naturales de los que depende el futuro de su país. Presionado por Emmanuel Macron, el señor Bolsonaro prometió a regañadientes no abandonar el Acuerdo de París; parece, no obstante, que su palabra es poco de fiar, ya que el presidente francés acaba de acusarlo de mentiroso por no cumplir el compromiso que asumió de proteger la Amazonia .

Sin embargo, a ocho meses de haber asumido el poder, hay que reconocerle al presidente brasileño que no engañó a nadie con sus promesas anti ambientales de campaña. Especialmente sobre la Amazonia : sigue dispuesto a eliminar las tierras reservadas a los pueblos indígenas, ataca virulentamente a las organizaciones ambientalistas y, sobre todo, promueve la explotación desenfrenada de esta región, supeditando su conservación a los intereses comerciales mineros, agropecuarios y madereros.

Por eso muchos lo empiezan a percibir como Bolsonaro el incendiario, un peligro para la Amazonia, un paria ambiental internacional y el mandatario que sin pruebas acusa a las ONG de haber provocado –– para culpar a su gobierno –– los millares de incendios que devoran día a día miles de kilómetros cuadrados de selva. Las protestas contra su desdén por el medio ambiente crecen en Brasil y muchos son los que alrededor del mundo protestan frente a las embajadas brasileñas.

Hay que ser claros en dos cosas. Primero: los incendios forestales no solo están asolando a Brasil, sino a todos los países amazónicos, principalmente a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Segundo: no se le puede echar toda la culpa al señor Bolsonaro de lo que pasa en una país o una región en donde la mayoría de los incendios son provocados por los propios pobladores, agricultores y terratenientes que se benefician de cultivos comerciales y la ganadería. Pero la retórica incendiaria del presidente ha agravado la situación y parece estar dando pie a que intereses comerciales aprovechen la oportunidad: ¡a quemar se ha dicho!, parece ser la consigna.

Pero ¿ qué es exactamente lo que perdemos con los incendios en la Amazonia ? Lo más impactante es la quema de miles de árboles en imágenes dantescas de fuego y humo que recorren el mundo entero. Lo que no retratan esas imágenes son las miles de especies y poblaciones de plantas y animales ––insectos, invertebrados, peces, reptiles, anfibios, aves y pequeños mamíferos; muchas de los cuales no existen en ninguna otra parte del planeta–– que sucumben a las llamas al ser incapaces de huir con rapidez. Es necesario recordar que las selvas tropicales húmedas ocupan sólo 7% de la superficie seca de la Tierra, pero que albergan más de la mitad de sus especies. Por eso su destrucción se ha convertido en sinónimo de la pérdida vertiginosa de biodiversidad.

Pero por más grave que sea, no es únicamente la pérdida de especies lo que debe preocuparnos, ya que también estamos perdiendo servicios ambientales invaluables para la humanidad. Las fotografías tampoco nos muestran la magnitud de estas pérdidas. Estas selvas son el hogar y el futuro de numerosos pueblos originarios, culturas indígenas y su conocimiento milenario; y protegen las cuencas hídricas, regulan el clima y sus árboles son fuente de oxígeno y los custodios de las mayores reservas de carbono del planeta que, al destruirse por tala o incendios, liberan miles de millones de toneladas de dióxido de carbono. Se calcula que los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera por la deforestación alcanzan un 15% del total de emisiones.

Ya destruimos la tercera parte de las selvas tropicales húmedas del mundo y estamos perdiendo las que quedan a una tasa de 1% por año. Más de la mitad de las pérdidas se concentra en el “arco de la deforestación”: el sur y sureste de la Amazonia de Brasil (40% de las selvas húmedas del mundo están aquí), Malasia, Sumatra e Indonesia. Por eso asombran las desafortunadas declaraciones del ministro de medio ambiente de Brasil, Ricardo Salles cuando dice que “La Amazonía…es un patrimonio brasileño. Esa historia de que pertenece a la humanidad es una bobería. Nosotros tenemos la soberanía sobre la Amazonía”.

No señor ministro, no se equivoque, con todo respeto el bobo es usted. Aunque la Amazonia es efectivamente patrimonio de Brasil, también lo es de la humanidad entera. Por eso es responsabilidad de todos cuidarla para beneficio y disfrute de las generaciones futuras de brasileños y de todas las naciones del mundo. Por favor aplíquese y cumpla con su deber.

Científico y ambientalista Twitter: @ovidalp

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