Por: Diana Sánchez

¿Por qué en un país en el que han asesinado a 2 mil 711 mujeres durante los últimos tres años por razones de género, las violencias ejercidas hacia ellas parecen no resonar en las autoridades gubernamentales y en la consciencia colectiva?

Durante 2019 y 2020, en México se inició un total de mil 894 carpetas de investigación por feminicidio. En lo que va de 2021, se han contabilizado 736 carpetas por este delito. El total de víctimas en estas carpetas superan esta cifra, suman un total de 2 mil 711 mujeres durante estos casi tres años.1

Por otra parte, de acuerdo con los resultados de la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2016)2, 66.1% de las respondientes de 15 años y más afirmaron haber sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida en al menos un ámbito. Igualmente, el análisis indica que 49% declaró que se trató de violencia emocional; 41.3% de violencia sexual; 34% de violencia física y, 29% de violencia económica.

En el mismo sentido, 43% de las mujeres encuestadas indican haber sufrido violencia a lo largo de su relación actual o última. Asimismo, 38.7% ha sufrido violencia comunitaria a lo largo de su vida. Estos datos dejan entrever que las violencias hacia las mujeres son más frecuentes en los ámbitos más cercanos y en los que, por el contrario, deberíamos sentirnos más seguras.

Aunque los números muestran una situación de emergencia, la realidad es que día con día se materializan muchos hechos que no se reportan, que no se registran y que se pretende que no existen. Su normalización hace que muchas veces sea complicado reconocerlas y, más aún, dificulta que estos se informen a la autoridad correspondiente. Por el contrario, se minimizan y callan.

En este sentido, en los mismos resultados de la ENDIREH, se estima que el 49.5% de las mujeres que sufrieron violencia comunitaria no acudieron a ninguna institución o autoridad a reportar el hecho debido a que se trató de “algo sin importancia que no le afectó” y, un 34.1% indicó lo mismo para el ámbito familiar. Asimismo, un porcentaje acumulado de 45% de las mujeres encuestadas no buscó ayuda ni atención y tampoco denunciaron.

En especial, resalta que las razones por las que no lo hicieron se relacionan con la carga cultural que se les asigna a las mujeres en tanto al miedo a las consecuencias, o, bien, por vergüenza o porque pensaron que no les creerían e incluso las culparían.

La normalización y minimización de las violencias y de los factores que las rodean trae graves consecuencias. La primera es que crea el ambiente idóneo para que las violencias crezcan y se reproduzcan. En segundo lugar, nubla la visión respecto a las particularidades de cada una, la necesidad de diagnosticarla y comprenderla a

fondo. Esto conlleva a que las políticas diseñadas sean imprecisas para atender la situación.

Tampoco hay que dejar de lado que esta falta de atención sigue colocando a las mujeres en una posición vulnerabilidad frente a la sociedad. Por lo tanto, mientras las voces de todas las mujeres que han sido violentadas se silencien, se seguirán pintando las calles con sus nombres, se seguirán cerrando las avenidas, y se seguirá cancelando el tiempo.

Subdirectora de Incidencia en Política Pública
@_dianasanchezf

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