Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras
Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras

Texto: Nayeli Reyes Castro

Hace poco más de 80 años, cuando la ciudad aún tenía esa oscuridad característica de las cinco de la madrugada, a los alrededores de la avenida Bucareli comenzaba a llegar una multitud de voceadores, la mayoría “chiquillos”; esperaban inquietos a que la rotativa terminara de imprimir los periódicos de EL UNIVERSAL , mientras tanto desayunaban café con pan, frutas y golosinas, o jugaban a la pelota.

En 1936, el periodista Samuel Ruiz Cabañas describía al periódico como si hablara de un buen bolillo, producto de la siembra y agotadores amasijos: “Madrugador como el pan nuestro de cada día, es más cotidiano , porque no hay quien lo cale duro o recalentado: tiene que aparecer con el alba, calientito y fragante, y sólo así es como nutre y satisface”.

Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras
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Una lectora de EL UNIVERSAL ILUSTRADO, nuestro antiguo semanario. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

La historia de las historias plasmadas en los diarios comenzaba el día anterior, cuando los desvelados reporteros llegaban a la redacción de EL UNIVERSAL a recoger sus “ órdenes ” de trabajo asignadas, las encontraban escritas en tiras de papel, colgadas en un dispositivo con ganchos alineados (una especie de tendedero), según nos contaba Samuel, uno de esos ojerosos.

“Cada quien llega y halla la ‘tirilla' sugeridora, apremiante, que marca sus actividades del día y a veces un ‘pendiente de sus fuentes’ que signifique un alerta excesivamente previsor, pues nadie quiere en esta casa sufrir el desencanto que se llama perder una noticia, mucho menos de ‘su fuente ’, es decir del sector que le tiene asignado”, relataba el 1 de octubre de 1936, fecha en que EL UNIVERSAL cumplía apenas 20 años.

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El Gran Diario de México. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Acostumbrados a siempre andar corriendo, no todos alcanzaban a llegar al diario y, para enterarse de lo que les correspondía para ese día se apresuraban a hacer una consulta telefónica.

Ya enterados, con la orden en el bolsillo, los reporteros se metían a cada rincón de la metrópoli , tratando de atrapar las noticias en su memoria de papel, que en aquel entonces le llamaban “carnet” (libreta), o bien, con sus cámaras fotográficas.

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Los ganchos de la redacción con sus órdenes, el “carnet” del reportero y la máquina de escribir, “el nacimiento de la ‘cuartilla’”, decía el fotógrafo Fernando Sosa, autor de estas imágenes. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

“Por sus ojos pasan las alegrías sobresalientes, el dolor de todos, pues lo mismo está presente en una fiesta, que en una crisis política, en una sala de hospital, en el separo de la delegación o en el último episodio de los seres, que cierra un poco de tierra y una losa… Todo se apunta con rápidos garabatos de una taquigrafía personal”, escribió Samuel, quizá en su propio “carnet”, antes de que sus palabras pasaran por el largo proceso para imprimir este periódico.

Con la nota bien atrapada, los periodistas regresaban jadeando a la mesa de redacción, donde los papeles volaban por todas partes: se acumulaban páginas, fotografías, artículos editoriales, colaboraciones, las noticias de los estados, “cables” (información de las agencias) y, como latidos a punto del infarto, se escuchaban las máquinas de escribir , taca taca taca taca…

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Periodistas afanados en su labor en los años 20. Foto: EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

Mientras los garabatos de los reporteros se enderezaban con los golpes de las teclas, los fotógrafos y dibujantes revelaban las historias que habían capturado: “Unos salen atropelladamente del cuarto oscuro llevando aun húmedas las fotografías del suceso, en tanto que los otros, parsimoniosos, soplan sobre la tinta china de sus cartulinas recién terminadas o se apresuran manejando la ‘brocha de aire’”.

En medio ese amasijo de historias inéditas, Samuel veía entrar y salir a todo tipo de personajes: “A veces llega un artista célebre , un prestidigitador que hace tres trucos, una actriz, una bailarina, un pistolero inédito, uno que busca un chico perdido, y otro que no sabe qué ha perdido, ni qué busca... Para todos hay paciencia”.

¡A hornear las noticias!

Antes de que todo el trabajo de los periodistas tomara forma en el papel, pasaba por muchas máquinas y personas. Primero el redactor jefe daba el esquema de la edición para ese día, se diseñaba el aspecto final de la publicación (llamado “machote”). Todo bajo la mirada del director editorial .

Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras
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Planeación del periódico en 1923. Foto: EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

Luego, llegaba muy puntual el operador del linotipo , una máquina donde se componía, letra por letra, cada línea hasta formar una sola pieza. Se sentaba durante varias horas, frente al teclado, “la mano que alza asciende muy cerca de tres mil veces y así transforma lo escrito gracias a esa especie de vigorosa circulación de la sangre que es el plomo al fluir por las venas de su aparato”.

Ahí se iba armando el contenido sobre placas, como si fuera un pequeño humano le ponían las “cabezas” (títulos) y los “pies” (a las fotografías) de acuerdo con el espacio y el “pase” o varios “pases” (se indicaba dónde continuaba la información con la leyenda “Sigue en la página…”).

Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras
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Así se veía un linotipo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

“El linotipista entra en la médula de lo que lee y recibe las primicias, interesándose en la noticia, saboreando su amenidad u oportunismo y también padeciendo con las tachaduras y enmendaduras, pero asociándose y ‘dando cuerpo’ al pensamiento”, describía Samuel.

Entonces era el momento de los correctores , quienes revisaban la ortografía y redacción del contenido, “expurgaban” esos “bichitos voraces” llamados “erratas” y “ gazapos ” (errores), decía el fotógrafo Fernando Sosa en ese entonces.

“Pero a veces ¡se desliza cada gazapo, a pesar de la vigilancia y la experiencia! ¡El ‘gazapo’, la errata, pesadilla del escritor, úlcera del estilo, pábilo de burlas y maledicencias!”, afirmaba Samuel Ruíz.

Así, pese a todo, donde debía decir “Al pasar, me tiraste una manzana” se publicaba “Al pasar, me tiraste una MANGANA”; en lugar de “Al ínclito Juárez” salía “Al INDITO Juárez”; la “Madera para un buen escritor” se convertía en “Madera para un buen ESCRITORIO”. La publicidad destruida: “Faldas PASADAS, de moda” y no “Faldas plisadas, de moda”.

No faltaban los pies de foto equivocados, donde aparecía una cebra se describía “la ilustre profesora norteamericana que nos visita”; y en el retrato de aquella maestra, se le llamaba “raro ejemplar donado al parque zoológico de Chapultepec”.

Cuando todo estaba revisado, en sus placas, asignado a su página, con “cabeza”, “pies” y “pases”, acomodado con sus grabados y anuncios comerciales correspondientes, los técnicos iniciaban el proceso para convertir las placas en impresiones .

El papel pasaba por la “calandria”, donde a través de cilindros se planchaba y daba brillo para que fuera apto para recibir nítidamente la tinta; se involucraban “planchas”, cajas de “fundición”, la “cortadora”, la “calibradora” y la “Rauter”, aparato que eliminaba los espacios innecesarios de la superficie destinada a la impresión.

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Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

En las grandes rotativas , “semejantes a edificios de acero por donde trepan los obreros prensistas”, se cuidaba cada detalle, entintado perfecto, nitidez, se vigilaba el paso del rollo del papel, hasta que llegaba el sonido del tan esperado estruendo que ponía fin a la labor, “puntualizado la obra tan profusa, tan armónica y tan minuciosa de tantas manos y tantas voluntades”.

Así elaboraban EL UNIVERSAL antes de las computadoras
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Las rotativas de este diario. Foto: Archivo EL UNIVERSAL

Esa era la señal para los voceadores , quienes esperaban los periódicos por cerca de 15 minutos, como si fuera pan que sale del horno. Ahí estaban cada mañana, sin importar el frío o la lluvia, la mayoría acudía a pie desde diversos barrios: la colonia Obrera, Morelos, Santa Julia, San Lucas, El Rastro, Peralvillo, Las Trancas, Jamaica y más allá de La Viga.

Samuel Ruiz se maravillaba con ese momento: “¡Ya va a salir El Gran Diario de México !.. Como una clarinada o, mejor, como un himno optimista saludando al buen día y despertando a la ciudad para el trabajo, para la acción, para la lucha, todos los ámbitos de la urbe se llenan con un grito unánime jubilosamente recibido: ¡El Universaaaaaal!

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Los voceadores. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Fuentes: Hemeroteca de EL UNIVERSAL. Con información de Angélica Navarrete.

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