Unos 800 millones de personas en el mundo padecieron hambre en 2021 y a la vez nos enfrentamos a enormes desafíos ambientales. La solución pasa por producir más con menos recursos; para ello la automatización nos brinda una oportunidad, permitiendo incrementar la eficiencia y efectividad en la producción de alimentos.

Las tecnologías de automatización digital ofrecen posibilidades de mejorar la productividad del sector agroalimentario, así como la resiliencia de los sistemas alimentarios, abordando al mismo tiempo los problemas relacionados con la sostenibilidad ambiental, causados en muchos casos por la propia mecanización en el pasado.

En el nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, se examinan 27 estudios de casos para desglosar los argumentos a favor de la adopción de tecnologías de automatización digital en diferentes sistemas de producción agraria de todo el mundo, a la vez que se señala varios obstáculos que impiden su adopción inclusiva, especialmente por los pequeños productores y las microempresas, como el bajo nivel de alfabetización digital y la falta de la infraestructura requerida, o la conectividad al internet y el acceso a la electricidad en el entorno rural, junto con limitaciones financieras.

El Internet de las cosas nos permite ahorrar agua e incrementar la eficiencia y efectividad en el uso de los insumos necesarios para la agricultura. Los enjambres de pequeños robots, que ya son económicamente viables en determinadas circunstancias, permiten reducir el uso de plaguicidas y herbicidas y optimizar el uso de los fertilizantes y por consiguiente del suelo.

Para poner un ejemplo concreto de como la tecnología permite lograr procesos de producción más sostenibles y eficientes, en México, en Oaxaca , encontramos la primera granja camaronera robótica del mundo . La tecnología proporciona sistemas automatizados que puede ser monitoreado remotamente con un software capaz de aprender y tomar decisiones. Los sistemas se basan en un sistema de biocontrol y análisis microbianos para reducir la acumulación de nitratos, prevenir enfermedades y ahorrar agua en la producción de camarones, lo que lleva a reducciones en el consumo de agua, requisitos de mano de obra, riesgo de enfermedades y pérdidas.

Según los creadores de la tecnología, una granja robótica puede producir tanto en 0,5 ha como una finca tradicional de 100 ha, usando solo el 5 por ciento del agua y sin necesidad de emplear antibióticos. Esta tecnología incluso permite cultivar camarones en climas más fríos y sin acceso al mar.

Pero, al mismo tiempo, existe el riesgo de agravar las desigualdades si estos progresos siguen siendo inaccesibles para los pequeños productores y otros grupos como los jóvenes y las mujeres. Por ello, resulta fundamental invertir en infraestructura de apoyo (por ejemplo acceso a fibra óptica como la base para el acceso inclusivo al internet y a la agricultura digital), mapas de suelos digitales de alta resolución que los pequeños productores puedan ver a través de sus teléfonos e identificar la mezcla optima de fertilizantes, y mejorar el acceso a los servicios rurales (por ejemplo, financiación, seguros, y extensión agrícola) a fin de garantizar el acceso a estas tecnologías y a generar el capital humano necesario para trabajar con estas tecnologías. Es esencial que la automatización sea neutral a la escala (es decir que los pequeños también puedan acceder) y ahí es donde el rol de los gobiernos en proveer bienes públicos que faciliten esto es central.

Por otro lado, hay que destacar que las repercusiones de la automatización agraria en el empleo varían en función del contexto y la automatización puede beneficiar tanto a los empleadores como a los trabajadores del sector agrícola y de los sistemas agroalimentarios más amplios, creando oportunidades para los trabajadores jóvenes cualificados.

En los casos en que abunda la mano de obra rural y los salarios son bajos, la automatización agrícola puede conducir al desempleo. Esto puede ocurrir si la automatización se abarata artificialmente mediante subsidios o si adelantos tecnológicos repentinos ocasionan una rápida disminución de los costos de la automatización.

En los contextos en que abunda la mano de obra, los encargados de formular las políticas deberían evitar subvencionar la automatización y centrarse más bien en crear un entorno propicio para su adopción —especialmente por los pequeños productores agrícolas, las mujeres y los jóvenes—, ofreciendo al mismo tiempo protección social a los trabajadores menos calificados, que tienen una mayor probabilidad de perder sus empleos durante la transición.

En conclusión, en conjunto, la automatización alivia la escasez de mano de obra y puede hacer la producción agrícola más resiliente, mejorar la calidad y salubridad de los productos, aumentar la eficiencia en el uso de los recursos, promover el empleo decente y mejorar la sostenibilidad ambiental.

No obstante, se requieren inversiones inclusivas, que atiendan a los productores, fabricantes y proveedores de servicios, a fin de seguir desarrollando las tecnologías y adaptarlas a las necesidades de los usuarios finales y la prioridad debe ser aplicar estas innovaciones en las regiones donde el desarrollo tecnológico está rezagado y la inseguridad y la desnutrición son más severas.

Economista jefe, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)


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