Va la nota de Al Jazeera: “Italia confisca drogas fabricadas por el ISIS de Siria por valor de mil millones de Euros”. Fecha: julio 1. En pleno Covid. Ese “ISIS de Siria”, que Trump tantas veces ha dicho que está “terminado”, está brutalmente sumergido en operaciones de narcotráfico y crimen organizado para financiarse, y no ahora, sino desde hace años. Al respecto, resalto tres factores: (1) ISIS no está muerto. Perdió el territorio que controlaba, pero no está muerto. De hecho, sus actividades no se limitan a Siria o Irak, sino que se han expandido considerablemente hasta abarcar ya 286 ciudades en cuatro regiones y tres continentes del planeta (IEP, 2019); (2) A pesar del importante descenso en muertes por terrorismo de los últimos años, las organizaciones terroristas siguen creciendo en número, siguen atacando personas todas las semanas, y siguen encontrando caminos para sostenerse; y (3) Uno de esos caminos ha sido, crecientemente, vincularse con el crimen organizado transnacional.

Empecemos por comprender que una agrupación como ISIS y cualquier organización criminal, la que sea, operan dentro de un mismo sistema. En ese mismo sistema, se trafica armas, drogas, personas, se lava dinero, se falsifica documentos o se vende petróleo, combustible y toda clase de artículos ilícitos en el mercado negro. Muchas de estas operaciones son locales, pero muchas más son transnacionales, lo que convierte a esta serie de problemáticas en cuestiones que tienen que ser tratadas de manera colaborativa entre distintos países. Es dentro de ese sistema que estamos viendo un creciente número de interacciones entre grupos terroristas y grupos criminales que van desde la cooperación, hasta algo que podríamos denominar su mímesis. Se trata de temas que hoy están siendo estudiados a profundidad, y de los que apenas empiezan a emerger detalles. Acá solo algunos de los ángulos que están siendo trabajados:

El primero, en sitios como Europa, casi la mitad de quienes cometen ataques terroristas tienen antecedentes criminales. Una buena parte del reclutamiento ocurre en prisiones, en donde las condiciones tienden a favorecer los procesos de radicalización y adoctrinamiento. El hecho de que casi uno de cada dos terroristas haya cometido alguna clase de crimen de manera previa a un atentado nos da una pista de cuán importante es combatir factores estructurales que favorecen tanto el crimen como la radicalización y reclutamiento de extremistas, factores que, al menos en países occidentales, son casi los mismos.

El segundo, los nexos crimen-terrorismo también se hacen presentes una vez que el plan para cometer atentados se encuentra en marcha. Esto ocurre en muchas ocasiones para mover armas o explosivos, o mediante la falsificación de documentos o para trasladar individuos ilegalmente entre países, solo por mencionar algunos ejemplos. A pesar de que en países occidentales la mayoría de ataques terroristas son perpetrados por lobos solitarios, bajo las condiciones de vigilancia física y digital que hoy han implementado las agencias de seguridad e inteligencia de muchos lugares, es imposible entender la comisión de los atentados terroristas más letales sin el involucramiento del crimen organizado a través de sus diversas actividades.

El tercero, la cooperación crimen-terrorismo como mecanismo de financiamiento y supervivencia. ISIS, por ejemplo, llegó a recibir hasta 1.5 millones de dólares diarios por su producción petrolera. ¿Cómo piensa usted que ese petróleo era vendido y traficado en Asia y Europa? Las redes de colaboración entre esa agrupación y el crimen organizado se fueron multiplicando con los años hasta abarcar actividades como el tráfico de personas, el tráfico de objetos arqueológicos, el lavado de dinero, el contrabando de tecnología para fabricación de misiles y drones, y, muchas más como, por supuesto, el tráfico de drogas. De hecho, los reportes indican que, a medida que ISIS fue perdiendo el territorio que controlaba en Siria e Irak, y la mayor parte de aquellas cadenas de abasto iban siendo bloqueadas, el uso del narcotráfico como fuente de financiamiento por parte de esa agrupación se ha incrementado considerablemente hasta convertirse en uno de sus principales ingresos. Además, ISIS o sus filiales tienen operaciones en unos 26 países diferentes, por lo que sus redes de colaboración con narcotraficantes en distintos continentes se siguen incrementando, redes que ya podrían incluir grupos de crimen organizado de nuestro país, sobre todo con aquellas organizaciones que tienen mayor actividad transnacional (esto último es parte de lo que está siendo investigado).

Finalmente, las recientes revelaciones indican que ISIS ha estado aprovechando el caos sirio durante los últimos años, para aumentar su producción de anfetaminas. De acuerdo con Al Jazeera, Siria se ha convertido en el mayor productor de esa droga a nivel global, y el decomiso reportado en Italia es la mayor incautación de anfetaminas en toda la historia. ISIS, en otras palabras, se está convirtiendo, probablemente, en uno de los mayores productores de anfetaminas del mundo, estatus que aprovecha para traficar, entre otros actores, con la mafia italiana.

Concluyo con esto: la investigación a lo largo de años, ha demostrado una y otra vez que las medidas de combate frontal y militar a organizaciones terroristas—medidas de combate a las que nos hemos venido acostumbrando—no terminan con esa manifestación de violencia; la hacen mutar y eventualmente crecer. El crimen organizado y el terrorismo son fenómenos hermanos que se alimentan de factores comunes como la debilidad estructural de las instituciones, la corrupción, la falta de respeto a derechos políticos sociales y económicos, el conflicto armado, la desigualdad y la falta de inclusión social. No se trata de opiniones, sino de factores respaldados por amplia evidencia (revise los últimos tres reportes del Índice Global de Terrorismo y los reportes de la UE sobre crimen organizado para darse una idea). Los crecientes lazos entre organizaciones terroristas y organizaciones criminales, son una alerta roja que tiene que ser incorporada a nuestro radar. Pero no para pensar en lo que sucede allá, en tierras lejanas como Siria o Italia, sino para comprender que formamos parte de ese mismo sistema y que, como país altamente golpeado por el crimen organizado que somos, no podemos estar desconectados de este tipo de noticias y de todo lo que implican.

Analista internacional. @maurimm

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