Han pasado ya 22 meses desde que inició la intervención rusa a gran escala en Ucrania. Nos encontramos concluyendo la quinta fase de la guerra y comenzando la sexta. La etapa actual se caracteriza por una dramática disminución de la cobertura mediática del conflicto a falta de “noticias” o “novedades”, una escasa atención de audiencias de todo el globo quienes incluso llegan a preguntar “¿Sigue la guerra en Ucrania o ya terminó?”, pero a la vez, un desgaste de sectores amplios en sociedades occidentales, sectores que crecientemente se rehúsan a continuar fondeando el esfuerzo ucraniano para recuperar su territorio. En el terreno de la guerra, lo que se observa es una estabilidad en las líneas de defensa que no retrata los cruentos y mortíferos combates que suceden a diario. A pesar de esos combates cotidianos, si comparamos las líneas del frente de hace un año con las actuales, los cambios son menores. Esto, tras una contraofensiva ucraniana que había levantado enormes expectativas entre los países que le arman, entrenan y respaldan. El resultado de ese conjunto de factores puede ser considerado como un balance positivo para Rusia considerando que el tiempo está del lado de Moscú. En las siguientes líneas lo detallo:

1. Como recordatorio, estas han sido las fases de la guerra en su etapa posterior a la invasión rusa de febrero del 2022: La primera fase fue la ofensiva relámpago rusa sobre tres fronteras del territorio ucraniano buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera, en el otoño del 22, fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que ese ejército recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en el sur. En la cuarta fase, la fase del invierno pasado, Rusia reposicionó sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificultaba cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantuvo bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania.

2. La quinta fase sobrevino después del invierno y ha consistido en ofensivas y contraofensivas tanto por parte de Rusia como de Ucrania. La tardanza de la contraofensiva ucraniana en llegar—lo que esencialmente obedeció a una larga espera de armamento y capacitación de sus tropas—permitió a Rusia posicionarse sólidamente sobre los sitios que había ocupado, cavando trincheras, alzando barricadas y fortificaciones, plantando minas por todos lados y desplegando masivamente tropas adicionales recientemente movilizadas.

3. Todo ello resultó en varias semanas de casi nulos avances por parte de Ucrania, cuando su contraofensiva finalmente llegó. Posteriormente, Kiev ha logrado algo de progreso, y en ciertos puntos, ha conseguido romper las primeras líneas de defensa rusas. No obstante, si miramos los mapas, podemos apreciar que las ganancias ucranianas son realmente limitadas. Pasados los meses, esas circunstancias no cambiaron (sugiero revisar un mapa interactivo del NYT que muestra cuán escasos son esos avances: ).

4. En donde Ucrania sí consigue algo de progreso es en el Mar Negro. Esas batallas no iniciaron en la última fase, pero se intensificaron a raíz de la salida rusa del acuerdo de granos y la disposición de Moscú a bloquear el tránsito civil de mercancías por ese mar y a atacar puertos ucranianos que buscan abrir otras rutas como el Danubio. Ucrania ha estado ganando gradualmente control sobre partes de ese mar. Sus éxitos incluyen el establecimiento de un nuevo corredor de transportación para eludir el bloqueo de Rusia a los puertos ucranianos y la interrupción de las capacidades de vigilancia de Moscú. Ucrania ha adoptado una postura cada vez más ofensiva, apuntando a los buques de guerra rusos e intensificando los ataques en Crimea, el punto de suministro clave para la Flota del Mar Negro de Rusia. Estas acciones parecen estar disminuyendo la capacidad de Rusia para imponer su bloqueo y controlar esas aguas.

5. No obstante, en términos generales podemos apreciar una enorme capacidad de Rusia para aprender, adaptarse y mejorar sus tácticas de combate. Recupero un análisis de The Economist, basado en una investigación publicada por Jack Watling y Nick Reynolds del Royal United Services Institute, un centro de pensamiento en Londres:

a. Las tácticas de infantería básica. Rusia ha estado enviando pequeños grupos de infantería que son tratados como "desechables", unos pocos hombres a la vez, a menudo, de acuerdo con los autores, bajo la influencia de anfetaminas, para "librar escaramuzas hasta que sean eliminados". Esta táctica revela las posiciones ucranianas y agota las municiones ucranianas. Luego, grupos rusos más grandes de infantería de asalto, mejor entrenados, avanzan, respaldados por blindaje, morteros y artillería. Si se toma una posición, ésta tiende a ser fortificada en un plazo de 12 horas. La rapidez con la que la infantería rusa cava, fortifica y asegura las posiciones que toma, es notable.

b. La artillería rusa también mejoró durante el año. Aunque la cadencia de disparos ha disminuido, según estos autores, la puntería rusa está mejorando, y sus drones de reconocimiento son cada vez más efectivos.

c. Los tanques rusos ya no están intentando romper las líneas enemigas con choque y velocidad, sino que lanzan fuego desde una distancia segura.

d. La guerra electrónica (EW por sus siglas en inglés). Rusia ha desplegado sistemas de EW para bloquear las comunicaciones y radares ucranianos. Esto dificulta la coordinación de las operaciones ucranianas y el seguimiento de los movimientos rusos. La EW rusa, cada vez más eficaz, también se utiliza para atacar drones ucranianos, limitando su uso para reconocimiento y vigilancia.

e. Las defensas aéreas rusas también están mejorando.

6. Esto nos está llevando a una nueva fase de la guerra, la sexta: el segundo invierno, en la que, los factores propios de los enfrentamientos, sumados a factores del clima y factores políticos, parecen producir un nuevo congelamiento del conflicto (lo que no significa que no haya enfrentamientos, lejos de eso, sino que no se esperan mayores ofensivas o cambios en las líneas del frente durante varias semanas).

7. Como señalé, la anterior combinación de factores ha ocasionado a lo largo de los últimos meses una serie de efectos políticos globales al respecto de la guerra. Esencialmente porque Occidente llevaba meses debatiendo si debía o no debía proporcionar más y mejor armamento a Ucrania para su defensa—como los tanques de alta tecnología—y paulatinamente se optó por sí hacerlo (hasta cierto punto, pues hay equipo que sigue siendo retenido, como aviones de combate). Además, varios países de la OTAN estuvieron entrenando a personal ucraniano para el uso de ese equipo y capacitándole en tácticas de combate que en teoría debían resultar más eficaces.

8. Todo ello produjo altísimas expectativas al respecto de la contraofensiva que debía llegar terminado el invierno pasado. Pero la contraofensiva no solo tardó, sino que una vez iniciada, se quedó absolutamente corta en esas expectativas que había generado, ocasionando entonces una nueva construcción narrativa en Occidente: la “victoria” ucraniana que hasta hace poco parecía viable, será mucho más difícil de lograr y eso, si acaso realmente se consigue. De hecho, ya hay narrativas que hablan de una posible reversión de resultados a partir de nuevas ofensivas rusas que podrían estarse planeando. Esto no es mi opinión, sino las narrativas que se han venido tejiendo al respecto, narrativas que impactan.

9. Adicionalmente, podemos ver que Putin se ha conseguido adaptar a las actuales circunstancias. Todos aquellos textos y análisis en Occidente que hablaban del “principio del fin” para Putin (tras la insurrección del líder de Wagner, Prigozhin), han tenido que ser recalibrados. Independientemente de cuánta confiabilidad se otorgue a las encuestas, la realidad es que los estudios muestran que, tras las caídas en la aprobación interna del presidente ruso—que sí las tuvo, especialmente con las movilizaciones masivas del año pasado—hoy se aprecia un importante repunte, un tema con el que coinciden la mayor parte de los análisis occidentales especializados en Rusia. Putin ha sido oficializado como candidato y se reelegirá en marzo del 24. A pesar de las enormes dificultades por las que la economía rusa ha estado pasando, ha habido una enorme capacidad de adaptación por parte de Moscú ante sus circunstancias, considerando, además, que fuera de la OTAN y Occidente, hay una grandísima mayoría de países que nunca se sumaron a las sanciones en su contra entre quienes se encuentran importantes economías como la china, la india, o las de las monarquías del Golfo, entre muchas otras.

10. A lo anterior, hay que sumar el impacto mediático de la actual guerra en Medio Oriente, la cual, desde el 7 de octubre ha acaparado todos los reflectores durante dos meses, ocluyendo muchos otros conflictos, Ucrania siendo el mayor de ellos. Por ejemplo, si revisamos lo más googleado en 2024, veremos que el conflicto en Gaza o Hamás, se encuentran en los primeros sitios. Los temas relativos a Ucrania o Rusia no aparecen ahí.

11. El resultado de todo ello es que parece haber un enorme contraste, y se los planteo también después de haber estado en el Foro de Seguridad de Halifax compartiendo impresiones con una robusta delegación ucraniana. De un lado, en Occidente hay un considerable desgaste y desatención. Hay importantes sectores que, o bien se rehúsan a seguir financiando esta guerra, o bien simplemente consideran que no es una guerra “ganable” para Ucrania y que, por tanto, eventualmente habrá que negociar con Rusia. Pero entendamos lo que digo: negociar con Moscú implicará efectuar concesiones territoriales. Del otro lado, en cambio, ocho de cada diez ucranianos siguen considerando (encuestas del mes pasado) que su país puede ganar la guerra, y, por tanto, se rehúsan a ceder siquiera una pulgada de su territorio.

12. Lo que pasa es que, más allá de lo que la población ucraniana piense o desee, Kiev se está topando con el control impuesto por la realidad: su mayor fuente de financiamiento, Washington, no está siendo capaz de pasar por el Congreso el financiamiento a Ucrania (me refiero al paquete mayor, no al pequeño aprobado hace unos días). Independientemente de que Biden consiga maniobrar para lograrlo, pasados los meses y ante las circunstancias políticas por las elecciones en EU, existe una importante probabilidad de que las dificultades para seguir financiando a Kiev sigan creciendo. Y al margen de lo que otros miembros de la OTAN, como los europeos, hagan o declaren, EU sigue siendo por mucho la mayor fuente de recursos para la defensa ucraniana.

13. Este panorama colocaría la situación en Ucrania ante la posibilidad de entrar en nuevas etapas que se podrían parecer al status de Crimea desde el 2014: el control de facto por parte de Rusia del territorio anexado sin el reconocimiento internacional de la soberanía rusa de ese territorio, mientras que paralelamente, los combates en el frente continúan con meses de mayor o menor intensidad. Todo ello, sin embargo, ante a una Ucrania desgastada y fragmentada, intentando sobrevivir y adaptarse a una guerra perenne.

Esto, por supuesto, nos llevará a pensar en cómo una situación así podría impactar en el plano estratégico en términos de las metas de fondo de Rusia, las cuales en este espacio hemos explicado desde hace años, metas que van mucho más allá de Ucrania y que tienen que ver mucho más con lo que en Rusia se percibe como su lucha de fondo de resistencia contra la expansión de la OTAN y el asedio de Occidente. Seguiremos hablando de ello en las próximas semanas.

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