Decía Alfonso Reyes que no hay nada de digno en la pobreza. La pobreza cosifica al individuo, le quita autonomía y capacidad de organizar su propia vida. En el terreno de la pobreza las libertades son meras ilusiones, meras consignas en papel. Por eso son tan importantes las cifras que acaba de publicar Coneval.

No hay que escatimar el logro reciente: 5 millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2022. Y esto se logra aún y cuando se atravesó la pandemia. El resultado se debe básicamente al aumento del ingreso de las familias vía los programas sociales y al incremento del salario mínimo.

Pero hay una dimensión preocupante: el descuido a los demás bienes, derechos y oportunidades que no se distribuyen a billetazos (para usar el término Viridiana Ríos), sino a través de instituciones o bienes públicos. Me explico.

Si alguien se enferma en México (y en casi todo el mundo) tiene dos opciones: (i) paga y consulta a un médico privado o (ii) acude a un instituto de salud pública y no paga o paga menos (IMSS, ISSTE, sistemas estatales de salud).

Ahora bien, supongamos que esa persona es beneficiario de la pensión para adultos mayores y ahora en vez de disponer de 6 mil pesos al mes dispone de 7,500 pesos.

Ahora supongamos que esa persona vive en una zona rural y su hijo enferma. Sale de su casa y se dirige al centro de salud pero no hay médico porque el gobierno no le ha pagado. Esa persona tendrá que pagar para que su hijo se atienda con un médico privado por lo que los 1,500 que recibió a través de la pensión bien podrían irse en consultas y tratamientos. Eso sin contar que a lo mejor requiere de infraestructura hospitalaria que no existe en su comunidad y, por tanto, tendrá que acudir a la zona urbana más próxima y gastar más. Más aún, en caso de una emergencia el niño puede morir en el traslado.

Mi punto es: por más dinero que esa persona tenga en su cuenta, si no tiene dónde curar a su hijo no le va a servir para nada. Y es obligación del Estado generar esta infraestructura para poder hacer efectivos nuestros derechos: hospitales para el derecho a la salud, escuelas para el derecho a la educación, médicos bien pagados, maestros, material educativo, etcétera.

Este gobierno, sabemos, sólo se ha enfocado en los billetes y ha dejado de lado las instituciones (una postura neoliberal, por cierto). No digo que el ingreso no importe, claro que sí: lo confirman los datos del Coneval. Pero lo importante es que esta política se acompañe de un fortalecimiento de las instituciones y, algún día, de un sistema de seguridad social universal.

Si este ejemplo se lee junto con otras cifras del Coneval, los resultados no son halagüeños. El número de personas sin acceso a los servicios de salud aumentó dramáticamente: de 20 millones a 50 millones personas. Es una catástrofe mayúscula por haber cancelado el Seguro Popular sin tener una idea clara de qué hacer con el sector. La ineptitud cuesta vidas.

En suma, los billetes no curan las enfermedades, los y las médicas, las medicinas y los hospitales, sí.

@MartinVivanco

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