Es evidente que todo Tratado implica una negociación; y en una negociación hay un intercambio de pretensiones. Particularmente en el caso del Tratado México Estados Unidos Canadá y su Protocolo Modificatorio, se trata de una negociación muy compleja para nuestro país, pues se negocia con estados muy poderosos, entre ellos, ni más ni menos, que con el más poderoso del mundo.

En todo caso, lo que tenemos que hacer es la valoración global de lo negociado, para ver si en efecto esto es benéfico para los mexicanos.

Cada país acude a estas negociaciones a buscar lo mejor para sí, México también. ¿Qué encontramos de positivo en esta negociación (y hablo no sólo del protocolo modificatorio, sino del Tratado México-Estados Unidos-Canadá en su conjunto)? Varios elementos, pero la nota fundamental es la cuestión laboral.

No es un asunto menor, porque durante la negociación del TLC que levantó muchas expectativas hace 25 años, se nos decía que entraríamos al Primer Mundo. Y en efecto, una parte de México entró al Primer Mundo pero otra parte no, porque los trabajadores siguieron ganando la quinta parte del salario de los trabajadores norteamericanos.

Pero ahora, en 2019, se nos plantea, en su conjunto, Tratado y Protocolo modificatorio, una base de garantías para elevar los salarios de los trabajadores, algo por lo que muchas personas hemos luchado dentro de nuestro país.

Es una oportunidad extraordinaria, es una coyuntura especial, porque hace varias décadas, la gran presión externa de organismos financieros y de empresas transnacionales era para bajar los salarios de los trabajadores y se llegó a decir, en el colmo de un discurso absurdo, que tener bajos salarios era una virtud competitiva. O sea, que tener en la miseria a los trabajadores de nuestro país era una ventaja competitiva, de acuerdo al discurso dominante de aquellos años.

Hoy las cosas parecen ser distintas. En una paradoja histórica que no podríamos desaprovechar, el gobierno conservador de los Estados Unidos y el gobierno progresista de México, coinciden, por razones diferentes, en un objetivo: elevar el salario de los trabajadores mexicanos. Aquel gobierno, porque considera competencia desleal bajar los costos de producción disminuyendo el salario y nuestro gobierno porque considera injusto que los trabajadores ganen una miseria.

La presión externa, no de los mismos actores, no de organismos financieros y empresas trasnacionales, pero sí de los gobiernos de nuestros países socios del Tratado, es en el sentido de elevar las condiciones laborales de los tres países, particularmente de México, que es el más rezagado. Esta es una coyuntura que no se debe desaprovechar.

La firma del Tratado fue una buena señal para los empresarios mexicanos; la ratificación del Senado también. El Protocolo más aún.

Pero vamos a tener un resultado más completo, porque la firma del Tratado y la aprobación del protocolo modificatorio, van a ser señales de certidumbre para la empresa mexicana, y también buenas noticias para los trabajadores mexicanos, y eso es lo que habría que reconocerle a la parte negociadora de nuestra nación.

De hecho, México tomó la iniciativa y propició con ello que los otros dos países abordaran también la discusión de estos instrumentos internacionales.

Nuestro país, de todas maneras, tendrá la oportunidad de hacer un balance de lo negociado dentro de cinco años. Pero hoy se está dando una buena noticia a sus empresarios y a sus trabajadores.

Senador de la República

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