Al comenzar este siglo, Ecuador vivió un intenso proceso de cambio, una Primavera de transformación, una revolución ciudadana, dijeron allá.

La senadora Gabriela Cuevas, cuando aún era legisladora del Partido Acción Nacional (PAN) llegó a decir que Rafael Correa era un “presidentazo”.

En efecto, correa hizo un gran papel como mandatario de ese país. Durante su administración creó política social, se democratizaron estructuras de la sociedad, se empoderó la economía popular, se ampliaron las libertades y, de manera destacada, se fortaleció la soberanía nacional.

Correa defendió con pasión a su país frente a la codicia de los organismos financieros internacionales, y a las clases populares de su patria frente a las oligarquías locales privilegiadas de siempre.

Como otros casos, al terminar su gobierno enfrentó a una derecha revanchista. Su fuerza política no quiso correr riesgos electorales y consideró que era mejor postular a un candidato moderado que pudiera neutralizar a los opositores ganando al centro, en lugar de postular un candidato plenamente definido ideológicamente.

Así postuló a Lenín Moreno, un personaje paradójico, pues a pesar de su nombre creció en el mundo empresarial y se acompañó de valores conservadores, especialmente en materia económica.

No se sabe qué tan determinante fue su candidatura para asegurar el triunfo, pues el margen de la victoria electoral fue estrecho.

Suponiendo que esa candidatura hubiera sido indispensable para ganar, Alianza País, el partido de Correa perdió ganando. Triunfó electoralmente, pero perdió el pais, perdió el proyecto.

Apenas asumió el mando, Lenín Moreno comenzó a desmantelar la obra de correa, al cual incluso persiguió penalmente y hasta lo exilió.

Lenín Moreno se apoderó de Alianza País. Correa se quedó sin partido.

Lo peor es que el gobierno se entregó a los intereses económicos, perdió la soberanía recuperada, se afectó a la economía popular y, finalmente, se polarizó la nación al grado de llegar a la tensión que atestiguamos hace unos días.

En Ecuador gobierna actualmente una opción conservadora totalmente contraria al programa progresista de Correa.

Lo que sucede en Ecuador se ha convertido en tema obligado de reflexión para todos los gobiernos progresistas de la región.

En Argentina, hace unos años, frente a una situación parecida, prefirieron postular una candidatura definida claramente aunque corriera riesgos electorales. Ocurrió lo contrario que en Ecuador. Perdieron la elección, pero mantuvieron su partido. Ahora, el movimiento progresista argentino se encuentra en la antesala de recuperar el gobierno frente al desastre de Macri.

Senador de la República

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