Las aerolíneas mexicanas han enfrentado un vendaval digno de un capitán en medio de una tormenta eléctrica que no sabe cuándo van a mejorar las condiciones climáticas. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, seguido de la crisis por el Covid-19 y la entrada en operación del aeropuerto Felipe Ángeles han configurado un escenario turbulento para las líneas aéreas, cuyos dueños y accionistas no han tenido más opción que negociar con el gobierno.

La pandemia por el coronavirus y la falta de apoyo gubernamental hicieron caer en una quiebra técnica a aerolíneas como Aeroméxico, que recurrió al concurso mercantil y hoy se encuentra con nuevos socios extranjeros y un panorama que sigue siendo complicado por la solicitud de trasladar al aeropuerto Felipe Ángeles parte de sus operaciones. Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que esta empresa que dirige Andrés Conesa tendrá 36 vuelos en Santa Lucía hacia finales del 2022.

Más allá de que las acciones de Aeroméxico se desplomaron 95% previo a salir de su reestructura financiera, y de que llegaran a cotizarse en un centavo, la aerolínea cuyos principales directivos mexicanos son Javier Arrigunaga, Andrés Conesa y Eduardo Tricio, ha optado por ceder parte de su rentabilidad en el aeropuerto capitalino para llevar operaciones de carga y vuelos comerciales a Santa Lucía.

El caso de Volaris ha sido un poco diferente, aunque no ha dejado de experimentar la crisis del sector. La administración de esta aerolínea demostró ser más resiliente a la pandemia del Covid que su principal competidora en México. La aerolínea que preside Enrique Beltranena –pero que está soportada por varios fondos de inversión extranjeros– ha duplicado el precio de su acción en lo que va del gobierno de López Obrador, aunque en los últimos tres meses, tras los problemas por la reconfiguración del espacio aéreo, la entrada en funcionamiento del Aeropuerto Felipe Ángeles y el decreto del gobierno para trasladar operaciones a Santa Lucía, sus acciones han caído cerca de 30%.

VivaAerobus, de la familia Alcántara Rojas, también ha resentido la crisis del sector. A pesar de ser la única aerolínea de bajo costo que sigue operando en México –tras la quiebra de Interjet y de muchas otras que volaban con este modelo de negocio– es otra de las que se ha comprometido a ampliar su oferta al aeropuerto Felipe Ángeles, pese al costo que esto representará para las aerolíneas.

Ayer expusimos que el decreto para reducir de 60 a 49 las operaciones diarias del aeropuerto de la Ciudad de México es un hecho que nos confirmó el subsecretario de Transportes , Rogelio Jiménez Pons, y se va a publicar la próxima semana. El presidente López Obrador dijo desconocerlo, pero fue un acuerdo con las aerolíneas comerciales y de carga para que a partir de su entrada en vigor y hasta octubre se trasladen operaciones de fletamento y vuelos charter a Santa Lucía. Luego de esta transición, la idea es que también aumenten las operaciones de pasajeros a Santa Lucía.

Las aerolíneas extranjeras son las más renuentes a volar al aeropuerto Felipe Ángeles. No solo porque no hay conectividad y rentabilidad –por el poco tráfico aéreo que existe actualmente–, sino porque los pilotos y tripulación no tienen siquiera dónde hospedarse. Es por eso que en las conversaciones sobre el rediseño del espacio aéreo participaron la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) y la Asociación Internacional de Pilotos (IFALPA).

La preocupación por lo que sucede en la aviación nacional es real, en la industria local e internacional. Por ello, aunque el Presidente asegure que no habrá nueva reconfiguración del espacio aéreo, eso aún está por verse: si no se recupera la Categoría 1 de seguridad aérea, México podría verse como un país de alto riesgo para el transporte aéreo.

Posdata

La condición impuesta por el presidente López Obrador para acudir a la Cumbre de las Américas suena a amenaza. Es una de las afrentas más abiertas que ha hecho al gobierno de Estados Unidos. El pronóstico de respuesta es reservado, pero de altísimo riesgo.

@MarioMal
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