Me preguntaba, ahora que ya se convocó formalmente al proceso de revocación de mandato (RM), cuya jornada se realizará el 10 de abril próximo, por qué es el mismo gobierno el más interesado en llevar a cabo este ejercicio de democracia representativa, cuando en estricto sentido, debería ser la oposición la que lo encabece y tome dicha bandera para deshacerse de AMLO, al que odia tanto. La respuesta -según yo- es que la oposición sigue debilitada, desarticulada y ensimismada en operar otras formas de lucha -junto a sus aliados de siempre-, que confirma así su incapacidad siquiera para salir a las calles y solicitar el apoyo de la ciudadanía.

La RM era la forma más institucional, pacífica y democrática para sacar a AMLO de la presidencia y la dejaron pasar, incluso teniendo el tiempo suficiente para prepararse.

En el fondo, la oposición no sólo reconoce sus limitaciones, sino el hecho de que la mayoría está con AMLO, por lo que no vio beneficio alguno en solicitar tal recurso, donde, además, tendrá que votar el 40% de las personas inscritas en el padrón electoral para que tal ejercicio se considere vinculante. Tarea, sin duda, harto complicada, incluso para los que favorecen la otra opción, es decir, la continuidad del mandatario. No obstante, lo importante no sería el resultado -como lo dije en la anterior consulta sobre los expresidentes-, sino el fortalecimiento de la democracia y sus nuevos instrumentos.

Al no asumir el reto, la oposición dejó libre el camino para que fueran las huestes de MORENA las que tomaran la RM como estandarte y, de paso, cambiar su espíritu para hablar ahora de ratificación del mandato, lo que ha dado pie a que esa misma oposición descalifique el ejercicio de democracia participativa a fin justificar su incapacidad de organización, incluso, recurriendo a la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), la que rechazó sus argumentos y avaló la consulta y, en particular, la pregunta central.

Quizá sea por eso que la oposición ha decidido recurrir de nuevo a la vía del escándalo para -por enésima vez- tratar de descalificar a AMLO, bajo un supuesto conflicto de intereses de uno de sus hijos, que rápidamente fue apadrinado por el PAN, bajo la figura de la denuncia que todos sabemos en qué va a acabar, no sólo por la instancia que le tocará investigar, sino por la debilidad de los argumentos y la poca credibilidad del personaje que la “detonó”.

Quien conozca un poco Houston y sus alrededores sabrá que casas como la mostrada hay por miles y no necesariamente son todas lujosas, más bien gigantes, debido a la abundancia de tierra, al ser Texas el estado más grande de EU y, hasta hace poco, uno de los más baratos para vivir. Yo tuve oportunidad de residir ahí por 4 años, pagando 604 dólares mensuales por un departamento de una recamara, en uno de los mejores sectores de la ciudad -recomendados por el consulado-, cerca del centro comercial de Galería, bien conocido por muchos mexicanos que van de compras. El complejo tenía obviamente piscinas, gimnasios, canchas de tenis y un amplio salón de eventos, que nunca utilicé, pues prefería caminar en parques abiertos. Para muchos, eso podría significar un lujo, pero en realidad era y es la forma normal de vivir para los texanos.

Igualmente, sabrán que dicha ciudad alberga a la industria petrolera más grande se ese país, donde desde luego las compañías ofrecen todo tipo de beneficios a sus ejecutivos, que van desde la oferta de casas o “mansiones” como la involucrada, como parte de sus prestaciones, hasta incentivos, bonos y membresías de golf en los clubes más exclusivos de la ciudad, todo ello posible gracias a las altas ganancias que deja el petróleo. Podrá ser un exceso o una frivolidad, pero para los texanos es parte del éxito al cual no estamos acostumbrados en México.

En el posible caso de conflicto de intereses, bastaba presentar la denuncia y no acompañarla de toda una campaña de medios y críticos ad-hoc, dirigida desde la clandestinidad, pues no sólo debilita la acusación, sino confirma que el verdadero objetivo es otro: denostar al gobierno de AMLO, el cual -dicen al unísono- “ya fracasó” y cuyo hecho pretenden igualar con verdaderos actos comprobados de corrupción de la oposición cuando era gobierno. Lo más triste y vergonzoso para la vida política del país es esa obsesión de la oposición por enlodar la figura de AMLO, a fin de gritar su mensaje contenido por años: “seamos todos corruptos para que nadie nos señale”.

Todo esto me lleva a la conclusión de que, al preferir el escándalo como recurso, la oposición no cuenta, ni tiene en mente la elaboración de una estrategia política de corto y largo plazo, que los lleve -eventualmente- a recuperar el poder que perdieron estrepitosamente en 2018, por lo que, serán ellos mismos los únicos culpables de la derrota en 2024, ya que, por lo visto, no encuentran en el juego democrático y sus muchos mecanismos institucionales -como la propia RM- la fórmula para acabar con el karma que representa su odiado rival y que, por lo visto, los acompañará hasta el final.

Entre los daños colaterales que esta batalla de bajas pasiones trae consigo encontramos, desde luego, el ahondamiento de las diferencias políticas y sociales que tienen sumida a la sociedad mexicana en la polarización absoluta, pues del otro lado también harán gala del juego sucio para defenderse. Qué esperaban.

Sin embargo, -en mi opinión- lo realmente grave es la probable ruptura del incipiente diálogo que había iniciado entre la oposición y el gobierno, a fin de encauzar las diferencias por la vía institucional, pues con qué ánimos se sentarán nuevamente a la mesa a conversar o a debatir las reformas constitucionales y mucho menos a consensuar un proyecto de nación donde quepamos todos.

Al tomar la bandera de la RM, que dejó tirada la oposición, y convertirla en ratificación, el gobierno ha logrado ya un par de victorias: la primera, mostrar la incapacidad y debilidad de la oposición para enfrentarle en un proceso abierto y democrático; la segunda, el reconocimiento tácito de que la mayoría está con AMLO. La tercera victoria será la más importante al lograr que más del 40% de los electores ejerzan su voto el próximo 10 de abril.

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Para no entrar yo mismo en conflicto de intereses, aprovecho la oportunidad para agradecer a El Universal por este espacio, donde sólo he tratado -con mis artículos- de equilibrar el debate, pues no creo en los extremos, a fin de aportar un grano de arena al fortalecimiento de la democracia de mi país, siempre con ideas, nunca con descalificaciones. Hasta luego.

Politólogo y exdiplomático.

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