Las remesas son una fuente de ingresos indispensable para muchas familias en América Latina. Especialmente en tiempos de crisis, como durante la prevalente pandemia de COVID-19, o con los actuales altos precios de la energía y los alimentos básicos, las remesas son un “salvavidas” para millones de hogares en el subcontinente.

Ahora bien, existe evidencia de que la adecuada movilización de los servicios financieros formales en torno a las remesas beneficia la inclusión financiera, así como también ha sido demostrada una correlación directa entre la exclusión financiera y los niveles de pobreza en la población.

Con esto en mente, resulta relevante resaltar que, de acuerdo con el UNCDF, a nivel mundial aproximadamente 2,500 millones de adultos en edad de trabajar no tienen acceso a servicios financieros formales. Más aún, según datos de 2021 del Banco Mundial , el 29% de las personas en economías en desarrollo no están bancarizadas.

Entre los económicamente excluidos en ocasiones podemos encontrar a los trabajadores migrantes, quiénes se espera que este año envíen $630,000 millones de dólares a casa, lo que representa un flujo internacional clave de recursos.

En México, los ingresos por remesas sumaron en 2021 un total de 51,585 millones de dólares, una cifra récord. Con ello, se estima que cerca de 4.9 millones de hogares y unos 11.1 millones de adultos reciben remesas de sus familiares en el exterior, según un reporte del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla).

Sin embargo, el potencial económico de estos fondos está desaprovechado en gran medida debido a la inadecuada participación del sector financiero en las necesidades específicas de los migrantes y sus familias. Por medio de las remesas, los trabajadores migrantes y sus familias poseen un poderoso conjunto de instrumentos para cambiar sus propias vidas.

Con el reconocimiento del impacto que estas transferencias tienen en el desarrollo y el papel que juega la inclusión financiera en este ecosistema, las instituciones educativas, los gobiernos nacionales e internacionales y las organizaciones multilaterales tienen la oportunidad de colaborar entre sí y con las personas que envían y reciben remesas para maximizar este impacto mediante modelos de inclusión y educación financiera.

Por ello, la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México y la Embajada Británica en México hemos firmado un acuerdo de colaboración para desarrollar un modelo de inclusión y educación financiera para personas y familias emisoras y receptoras de remesas radicadas en Estados Unidos y México.

El modelo busca identificar estrategias de empleo de las remesas para el desarrollo de emprendimientos locales y la implementación de proyectos productivos a nivel comunitario, todo esto para incrementar las oportunidades de desarrollo económico de las personas involucradas y el país.

Posteriormente, durante la segunda fase del modelo, se propone diseñar e implementar dos programas de educación financiera, con el objetivo de medir sus impactos en el incremento de aptitudes, conocimientos e identificación de oportunidades sobre el uso de las remesas entre la población objetivo.

Así, a través de una mejor comprensión de estos grupos poblacionales y sus necesidades financieras específicas, se pretende apoyar a que los flujos de remesas puedan aprovecharse para contribuir a reducir los niveles de pobreza, promoviendo el crecimiento de las economías locales y desarrollando capacidades financieras por medio de la educación.

Decana de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.

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