El proceso electoral de este domingo 6 de junio de 2021 para renovar la Cámara de Diputados , 15 gubernaturas, 30 congresos locales y más de 2 mil presidencias municipales ha sido el más violento que se haya registrado en época reciente. No solamente es el proceso más grande en la historia de México sino también en donde la mano del crimen organizado está presente con absoluta impunidad; los homicidios y amenazas contra candidatos están ligados a la presencia de organizaciones delictivas y al nivel de violencia criminal en cada municipio. Sin descartar que gobiernos y partidos pueden recurrir a la violencia electoral como estrategia para permanecer en el poder sobre todo en contextos de intensa competencia política, hay algunos casos que se ajustan a otras hipótesis.

La estrategia de los abrazos y no balazos ha empoderado al crimen organizado que abiertamente desafía al Estado mientras en la mañanera se desdeña o minimiza la franca ingobernabilidad en varias regiones del país golpeadas por narcoconflictos. Negar esta realidad y administrar la crisis de inseguridad a través del aparato de propaganda del presidente López Obrador no alcanza para simular una imagen exitosa de la cacareada transformación.

En pocas semanas medios internacionales como Die Welt , Le Monde , el WSJ , el Washington Post y The Economist han dedicado portadas y espacios importantes para exhibir lo que ya se percibe en la comunidad internacional como la expansión del crimen organizado y una manera de gobernar “cada vez más autocrática”. La construcción de esa narrativa puede convertirse en un delicado lastre para esta administración que en pocos meses comenzará su cuarto año con el desorden de una sucesión adelantada y disputas al interior del gabinete. El presidente subestima que la concepción de actores nacionales e internacionales sobre su gobierno es decisiva para cualquier proyecto, la percepción atrae o aleja y repercute directamente en el éxito o fracaso de la marca cuatroté. La construcción de la reputación de López Obrador como líder social es un juicio de valor que hizo el electorado basado en la experiencia y la visión de su largo recorrido en la arena política fruto de su constancia y disciplina en sus buenos y malos momentos. Pero el contexto del 2018 está muy lejos de parecerse al de 2021. En un mes se cumplirán tres años —incluyendo la transición— del manejo de las riendas del país y el sonsonete de culpar al pasado por las ineficiencias, omisiones y fracasos no alcanza para convencer de que su ruta es la adecuada para el país. Un presidente que divide a México en dos, que polariza, amaga y fustiga arropado en un manto de rencor contra adversarios y enemigos políticos no es buena noticia. El que divide resta y que en Palacio Nacional se libre una batalla feroz entre prominentes miembros del gabinete impacta el de por sí descoordinado y desorganizado gobierno.

La corrupción está lejos de ser un asunto de gobiernos neoliberales y en la cuatroté no son pocos los altos funcionarios que están enfocados en sacar raja de sus posiciones, sin embargo, el tiempo exhibirá el daño a la línea moral de flotación ya impactada por varios hechos sumando además a las recientes señales enviadas por el gobierno estadounidense.

La elección de este domingo debe ser de alta participación —inusual en comicios intermedios— y es evidente que el mensaje de las urnas no será el mismo de hace tres años. La coyuntura de esta elección sucede en medio de varias crisis; la económica que comenzó mucho antes de la llegada del SARS-Cov-2, la de seguridad y la sanitaria que acumula más de 226 mil muertos (cifras oficiales). Todas estas crisis que vive México son responsabilidad de erráticas decisiones y fracasos estratégicos por parte del presidente López Obrador. El comportamiento de su gobierno que subestimó una pandemia que ha enlutado miles de hogares y estar lucrando electoralmente para la vacunación masiva de millones de mexicanos, en un asunto de salud pública, es imperdonable.

Morena

seguirá siendo una fuerza importante en el Legislativo y arrodillada cumplirá las instrucciones presidenciales, está por verse si el ámbito local impactará el escenario federal y si los domesticados satélites continuarán genuflexos ante los deseos del palacio. El inicio del cuarto año de gobierno y el resultado electoral —que será sello de la cuatroté—cambiarán irremediablemente los ánimos de los que detentan el poder y de millones de mexicanos. La decisión es nuestra.

Este domingo, con sana distancia y cubrebocas, ¡todos a votar!

@GomezZalce

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