Como era común y después de “La Mañanera” del entonces Jefe de Gobierno, la prensa se enfocó en la información del día por parte del Lic. Marcelo Ebrard Casaubón, Secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, hecho que escuché por la radio durante mi trayecto a la oficina. Al arribar a la sede de la institución, acudí a charlar con mi amigo y jefe, con quien comenté lo referido en los noticieros. Me respondió, solamente, “Manuel, encárgate del asunto”.

Dos semanas después, había concluido el diseño del programa requerido, atravesando vicisitudes múltiples a las que me referiré enseguida. La primera fue luchar contra los opositores quienes de inmediato esgrimieron sin número de problemas y limitantes; entre ellas, cuestionaban si no llegaría a significar un mecanismo más de corrupción, o bien, una acción contra la libertad de las personas en sus hábitos de consumo.

En este contexto, hube de presentarme ante la prensa escrita, radio y televisión. Me encontré, como era de esperarse, que eligieron por la contraparte a personajes complicados y difíciles. Confieso que los debates se ganaron con argumentos que connotaban transparencia y verdad, basados en la salud pública. En este campo, hasta la fecha, nunca nos equivocamos y así ha sido reconocido por la sociedad en sentido amplio.

Ahora bien, como cualquier otro programa dirigido a la ciudadanía, en el que la justificación es plena y los ‘QUÉ’ hablan por sí mismos; había que precisar los ‘CÓMO’ y tampoco fue sencillo este paso. Indispensable resultó contemplar aspectos técnicos que obligaron a revisar normas oficiales de otros países con propuestas semejantes; asimismo, hicimos lo propio con relación al equipamiento técnico correspondiente y las personas actuantes para las que no había emolumentos suficientes pero que se convencieron de ofrecer su tiempo. Sin duda, esta fue una de las mejores aportaciones de la Secretaría de Seguridad Pública a la Ciudad de México y su gente.

Seleccionamos y capacitamos a policías, hombres y mujeres, que habían demostrado honestidad y pulcritud. De igual manera, a médicos especialmente elegidos y que llegaron a dominar el tema y pudieron diagnosticar e interpretar cualquier situación al respecto, tanto de orden físico como psicoemocional. Además, sumamos a profesionales del trabajo social que se entregaron maravillosamente a tal responsabilidad y otorgaron seriedad al proceso.

Poco después se incorporaron los jueces cívicos y el personal de organizaciones civiles que invariablemente nos acompañaron. Visitamos “El Torito” y logramos que el manejo y trato en el área de internamiento fuese adecuado para cualquier personalidad de quienes ahí eran ingresados. No soslayamos a patrulleros ni a operadores de grúas.

Ahora se sabrá en forma nítida que el Programa Conduce Sin Alcohol, denominado Alcoholímetro, fue muy difícil de armar; pero también y sin modestia lo digo, a esta fecha ha salvado muchas vidas y disminuido, francamente, la morbilidad de las personas sujetas a un accidente de tránsito directo o indirecto en donde la bebida intervino.

Subrayo mi compromiso para alcanzar las metas de este maravilloso proceso: “NUNCA ACEPTAR UN CENTAVO” de las personas involucradas y “JAMÁS PERDONAR A NADIE POR ESTA CAUSA”. Ese fue el éxito.

Pero ¿qué ocurrió? La corrupción y sus tan infaustos resultados se observaron día con día; por fortuna, también su combate. En un plano se encontraban los responsables de ingerir bebidas alcohólicas haciendo uso de salidas por extorsión y dádivas, aun sin tráfico de influencias. Por otro, el personal del programa que, de una forma u otra, mejoró su actitud y comportamiento.

Empero, a pesar de encabezar otras comisiones, siempre me mantuve cerca del proceso e incluso de conocidos a los que ulteriormente se les encomendó la iniciativa. Infortunadamente, hube de señalarlos con índice de fuego toda vez que cometieron fallas e incurrieron en actos poco transparentes cuyo eco perdura a la fecha. Ante la corrupción no debe haber perdón para nadie.

Hoy, Conduce Sin Alcohol continúa y goza de reconocimiento. No obstante, hay sombras inaceptables alrededor del mismo. ¿Verdaderamente necesitan algunos el dinero de la dádiva a tal exigencia? ¿No entendieron o no han querido comprender el efecto producido en las miles de personas que gozan de plena salud gracias al programa? Incluso, quizá sus propios hijos y hermanos y demás familiares.

Antes de morir, mi tan querido maestro y exsecretario de Salud, el Dr. Jesús Kumate Rodríguez, con quien sostuve muy grata relación de afecto y respeto, me llamó y comentó: “¿ya escribiste sobre el Alcoholímetro?”. Ahora, tras su fallecimiento, le podré hacer llegar la noticia postmortem de que este es mi primer artículo sobre la materia. Lo que culminó su comentario está grabado en mi corazón: “Manuel, este programa es uno de los que más vidas ha salvado en México”.

En este inicio del 2020, sirvan mis reflexiones anteriores para impulsar más al Programa Conduce Sin Alcohol: lo hicimos para todos; para usted también, amiga y amigo.

Ex Comisionado Nacional de Seguridad y ex Comisionado Nacional Contra las Adicciones.

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