“En una de las tres citas. para la revisión pidió retirarme el brasier y que me pusiera la bata con la abertura para atrás. Eso me llamó la atención porque nunca antes un médico (excepto el ginecólogo) me había pedido quitarnos el brasier”. Así comienza el testimonio de una de las decenas de víctimas del doctor Luis Antonio Hernández Robledo , el cirujano ortopédico que atiende todavía en el Estadio Pedregal y en Pabellón Bosques y sobre quien ya he documentado acusaciones de abuso sexual en una columna previa.

Si se visita el sitio web del doctor, cualquier persona afirmaría que se trata de un especialista con buenas referencias. Estos audios del sitio web son recientes ( https://drhernandezrobledo.com/testimonios/ ). Contrastan radicalmente con los testimonios de pacientes que se consideran sus víctimas. En las distintas conversaciones que he sostenido con varias de ellas, se hace referencia al círculo social en el que se mueve el médico, la confianza que se le tenía por ser parte de los padres de familia del Colegio Americano, el éxito que tenía al realizar cirugías de personas que practicaban el ski en nieve o deportes de alto riesgo y costo.

Una de las víctimas afirma para esta columna: “Nos pidió que nos plegáramos e intentáramos tocar el suelo con las manos. En caso de bajar los brazos la bata se bajaría por los brazos estirados y nuestro pecho hubiera quedado al descubierto. Por resguardar nuestro pudor no hicimos lo que nos solicitó. Además se colocó detrás de nosotros mirándonos por las pompas. Batallando en esa posición para evitar que se nos cayera la bata. Finalmente recuerdo que me pidió que me sentara en la camilla y fue pasando sus manos despacio por toda mi espalda, preguntándome: ‘¿le duele?’ Y yo no tenía dolor de espalda. Él me decía ‘sorprendente’ y bajaba su mano unos centímetros y volvía a hacer la misma pregunta. Así fue bajando despacio por toda mi espalda y yo me sentí muy incómoda, pues no comprendía el propósito de hacer este tacto, solo sabía que me estaba incomodando muchísimo.”

Otra de las víctimas, que solicita conservar el anonimato, ofrece un testimonio del que sustraigo sólo una parte de la segunda vez que fue atendida por el doctor: Una vez en el cubículo, el procedimiento fue el mismo, que la vez anterior: bata, acostarme boca arriba, pierna en 4, y me inyectó esta vez dos veces, una inyección en cada ingle. Me dijo que por si acaso, para quedar perfecta. Al instante sentí mucho alivio, las piernas se vuelven súper flexibles y relajadas. Otra vez empezó a moverme como la vez pasada, y a tocar en la ingle: “esto molesta”, “esto molesta” presionando. Igualmente empezó a tocar zonas inapropiadas, me decía que todos los ligamentos y demás estaban conectados y que tenía que ver si molestaba. Esta vez después también me dijo que me colocara boca abajo. En esa posición también movió mis piernas, doblaba una y otra, hasta subir a la ingle. En un momento hasta llegué a sentir como movía mi calzón de lugar y uno de sus dedos lo trataba de introducir, abriendo labios. Sus dedos estaban ahí, estoy segura. Pero yo me decía a mí misma, “no puede ser, es mi imaginación esto no está pasando”. Me sentía mareada, aturdida. Pero no podía ver en dónde estaba su mano, solo sentía, pero claro, por el efecto del medicamento no reaccionaba a lo que estaba pasando. Después también tocó glúteos, espalda, piernas. “Le dije que estaba muy incómoda”.

Son ya 35 mujeres identificadas entre ellas, quienes atravesaron por confusas y aterradoras experiencias con el Dr. Hernández. Claudia Vázquez, Mariana Martínez de Alba, Marilú Rodarte, Lourdes Christlieb, Laura Lebrija, Claudia Gutiérrez, Jaquie Leroy y Laura Rubio me autorizan nombrarlas. El resto todavía está en el proceso de superar el temor a las represalias que puedan recibir del doctor y a las reacciones que puedan tener sus familiares y personas cercanas, que no tengan claro cómo acompañarlas sin revictimizarlas.

El Dr. Hernández se encuentra enfrentando un proceso penal en el Estado de México. En este momento, el procedimiento está en plena investigación complementaria. Las clínicas donde labora no han solicitado su expulsión.

¿Por qué los testimonios no bastan para que una acusación formal ante el juez tenga consecuencias? La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Rosendo Cantú estableció que la violencia sexual “es un tipo particular de agresión que, en general, se caracteriza por producirse en ausencia de otras personas más allá de la víctima y el agresor o los agresores. Dada la naturaleza de esta forma de violencia, no se puede esperar la existencia de pruebas gráficas o documentales y, por ello, la declaración de la víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho”. Esto claramente aplica para los diversos casos de abuso sexual de los que se acusa al Dr. Hernández

La salud es un derecho que debe ser garantizado primordialmente por el Estado, pero que puede ser concesionado a los particulares con la vigilancia y fiscalización de las autoridades. ¿Cuántos como el Dr. Hernández gozan de impunidad por ejercer en espacios privados sin que el Estado aplique la ley?

@MaiteAzuela

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