A dos meses del surgimiento del coronavirus ( COVID-19 ) en una provincia en China, aún no se tiene registrado ningún caso positivo en México. La lejanía de China y el movimiento mínimo de ciudadanos entre los dos países ha contribuido a ello. Sin embargo, nada garantiza que hoy o mañana surja un primer caso y que el virus encuentre un nuevo vecindario para su expansión, como lo ha hecho ya en 40 países.

Las consecuencias de una pandemia pueden ser catastróficas. Lo han sido en el pasado y nada impide que esto vuelva a suceder. En el siglo V A.C. la plaga de Atenas terminó con un tercio de la población. En 1346 la peste bubónica acabó con un tercio de la población de Europa. Se estima que murieron 34 millones de personas. Y en 1918, en plena guerra mundial, un virus de gripe aviar significó la muerte de entre 40 y 50 millones de personas. A lo largo del siglo 20 surgieron nuevos virus - los virus mutan y se transforman - que siguen proliferando en el siglo XXI, el más reciente, el COVID 19, aparecido en China en diciembre de 2019.

La viruela, traída a América por los españoles, hizo estrago entre los incas y los aztecas en 1545. En México la experiencia más reciente la tuvimos en 2009 con un virus AH1N1 de gripe porcina (por trasmitirse a través de los cerdos) que llevó a la OMS a elevar el riesgo de pandemia a nivel 6. A pesar de los problemas de comunicación y coordinación que caracterizan a nuestros sistemas públicos de salud, fue posible erradicar el virus en un lapso relativamente breve y las muertes se contaron en cientos.

Los virus desconocen las fronteras políticas. El coronavirus tarda hasta 14 días en su incubación y no se detecta hasta que aparecen los síntomas. Sus portadores, los seres humanos, se mueven por millones alrededor del mundo. La globalización de una pandemia trasciende rápidamente nacionalidades. Los virus no discriminan.

Nunca antes, como en los últimos 100 años, la humanidad ha dedicado recursos a la investigación científica y, no obstante, resulta imposible prever o evitar el surgimiento de nuevos virus. Sin embargo, el conocimiento y la experiencia acumulados permiten mucho más rápidamente su identificación, la prevención de su expansión y, su atención, lo que puede reducir significativamente las fatalidades.

De acuerdo con el índice mundial de salud, desarrollado por la Universidad John Hopkins (EUA), ninguna nación esta 100 % preparada para enfrentar una pandemia. En este índice México ocupa el lugar 28 global y el cuarto en América Latina. Se encuentra entre los países con capacidad moderada para lidiar con una pandemia.

Sin embargo, las consecuencias de las pandemias, en un mundo globalizados, no se acotan al sector salud. Sus consecuencias económicas pueden ser tan graves como los daños a la salud. De acuerdo con el documento reciente de la calificadora Moody´s “Covid-19 Alternative Scenarios”, el crecimiento de la economía China, como consecuencia del COVID-19, podría alcanzar 1.7% en 2020. El más bajo en los últimos 30 años. Por el tamaño y la presencia de la economía china, esto podría llevar a una recesión mundial de cuyas consecuencias ningún país, incluyendo México, estará inmune.

Además de mantener al máximo nuestras alertas sanitarias frente a la posibilidad de vernos infectados, obligadamente habremos de partir del dato cierto de que, adicional a la recesión de la economía mexicana, en 2020 se sumará el retraimiento de la economía mundial. ¿Nos estamos preparando para ello? El actual gobierno de México parece negar la globalización. El COVID-19 nos recuerda, de manera contundente, que no hay manera de sustraerse de lo que sucede en el mundo y qué, quien no lo asuma, no estará exento de sus consecuencias.

lherrera@coppan.com

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