El nivel de futbol y el volumen de juego de la selección nacional en Catar deberían servir como sacudida y catalizador para inyectar competencia a la liga mexicana de futbol. Aunque se deseara un triunfo hoy ante Arabia Saudita, quizá lo más saludable sería un resultado insuficiente para que la sacudida lo sea.

No es la primera vez que se enfrenta una situación similar. El futbol mexicano ha mejorado en los últimos años, sin duda. El problema es que, ante el progreso de los demás, ha retrocedido en términos relativos. Hoy difícilmente podría argumentarse que se cuenta con la mejor selección o los mejores equipos en Concacaf, ni cabe duda que los representativos árabes del norte de África son más solventes, que la disciplina de japoneses y coreanos está aquí ausente y que se está por debajo del nivel de Brasil, Argentina, Ecuador, Colombia y Chile.

Aunque sea fácil culpar al técnico y señalar a mejores jugadores que no llamó o no alineó y criticar el juego ratonero que propuso, el principal problema es la falta de jugadores talentosos. No es posible tener una sólida selección sin una columna vertebral de cuatro o cinco jugadores de excelencia, competitivos en el ámbito internacional. México no los tiene. La pregunta es por qué, dada la popularidad de este deporte y los recursos con que cuentan los equipos en la liga mexicana, muy superiores a los de países que generan más y mejor talento.

La respuesta está en las altas barreras de entrada que enfrentan los potenciales futbolistas mexicanos para brillar en el ámbito profesional local y la poca competencia que genera el formato de la Liga MX.

El futbol mexicano se caracteriza por una baja tasa de renovación de jugadores. Los veteranos duran demasiado, incluso en la selección, y se abren pocos lugares para que los jóvenes puedan probar la madera de qué están hechos en la vitrina de juegos profesionales. Debutan en primera división demasiado tarde por lo que no pueden aprovechar sus años más vigorosos para consolidarse, ni física ni mentalmente, como atletas de excelencia. Por ello no es casualidad que México brille más en las selecciones sub-17, sub-20 y hasta olímpica, que en la mayor. La larga espera entre juvenil y profesional no sólo trunca el proceso de formación, sino que, al alargarlo, lleva a muchos a abandonar el futbol. Con honrosas y brillantes excepciones, por supuesto.

Las barreras de entrada no son naturales, sino que resultan de la colusión entre equipos, entrenadores, veteranos y representantes que funcionan como cadeneros extractores de rentas y que penalizan, extorsiones y amenazas incluidas, a jóvenes que puedan desplazar a sus protegidos. Son también resultado de un sistema de competencia que perpetúa la mediocridad al permitir la clasificación a la liguilla a equipos que no la merecen y al haber cerrado la posibilidad de descenso.

Los resultados en el Mundial de Catar y la víspera para ser anfitriones en 2026 son la ocasión para cambiar el sistema de competencia, reducir las barreras de entrada para las promesas jóvenes y promover la globalización de jugadores.

Lo primero es reconocer que el futuro reside en América del Norte, como hace patente la Copa del Mundo 2026. La idea de que México es el gigante de Concacaf está muerta, ahora habrá que aplicarse para que los equipos de la Liga MX puedan competir con los de la MLS, ya no al revés. Una mayor integración regional en la propiedad de equipos (incluidos mexicanos en Estados Unidos y Canadá y viceversa), formación y movilidad de jugadores y torneos conjuntos es parte de la solución ya que permitirá explotar una mucho mayor disponibilidad de recursos financieros y mayor profundidad en el descubrimiento de talento. Esta integración resultará en más meritocracia y más apertura para nuevos jugadores, mujeres y hombres. En algunos años varios de los mejores seleccionados nacionales serán jugadores activos o formados en la MLS. No vale la pena perder el tiempo buscando la solución en América del Sur, la Libertadores, ni la Conmebol.

Lo segundo es cambiar el formato de los torneos y las ligas en México. Para ello es necesario abandonar los torneos cortos y las abultadas liguillas con doce u ocho calificados, así como reconfigurar las ligas y profesionalizar los equipos. Va una propuesta:

1. Liga MX y Liga de Ascenso con 16 equipos cada una, con descenso automático para los dos últimos lugares y ascenso para el campeón y el equipo con más puntos en el año, distinto del campeón. El primer año descenderían cuatro equipos para reducir el número a 16.

2. Campeonato de liga anual con 30 juegos, con semifinal y final para los cuatro primeros. Pase automático a la Concachampions para los seis primeros y descenso para los dos últimos. Esto garantizaría que en la mayoría de los partidos estuviera algún equipo con posibilidad de liguilla o descenso durante toda la campaña. A mayor duración del torneo, mayores las posibilidades de que debuten y se consoliden jóvenes, mujeres y hombres. Los torneos cortos discriminan contra los procesos de formación largos, por definición.

3. Copa MX con la participación de los 32 equipos con fase de grupos el primer semestre y eliminación directa el segundo. El campeón de copa tendría acceso a la Concachampions y sacaría al sexto de la liga.

4. Torneo anual de América del Norte para equipos sub-20 de Liga MX y MLS, femeniles y varoniles.

5. Modificaciones al reglamento para permitir un número ilimitado, y sin mayor protocolo, de cambios durante los partidos, como en basquetbol. La limitación de cambios discrimina contra los jugadores jóvenes. Si FIFA no lo permite, cabildearlo conjuntamente con MLS, o ensayarlo primero solo en la Copa MX.

6. Número ilimitado de jugadores de América del Norte en la cancha.

7. Límite de dos jugadores de más de 32 años en la cancha.

8. Copropiedad máxima de dos equipos en Liga MX y Liga de Ascenso por grupo de interés económico, aunque no en la misma ciudad. Promoción de equipos femeninos independientes de los clubes existentes.

9. Votos en la asamblea de la Femexfut: un voto por grupo de interés económico o por equipo independiente de las dos ligas.

10. Gobierno corporativo obligatorio de los equipos, como si cotizasen en bolsa, de acuerdo con la Ley del Mercado de Valores.

En los últimos dos meses deportistas mexicanos ganaron primeros lugares en los mundiales de pelota vasca en Biarritz y de Taekwondo en Guadalajara y se es competitivo en Karate-do. No pocos concluyen que esto indica éxito individual, pero ausencia de cooperación en los deportes grupales. Ésta, no obstante, no es la razón. Lo que distingue a estos deportes es la ausencia de barreras de entrada, la adherencia a reglas claras y una comprometida participación comunitaria para la organización de frecuentes torneos que permiten una meritocracia abierta.

En el caso de futbol y el Mundial de América del Norte, quedan tres años para cambiar de modelo y no sólo aspirar al quinto partido en 2026, sino para ser competitivos hasta el final. Estados Unidos y Canadá lo serán. Es poco probable que la Asamblea de Dueños (el nombre lo dice todo) adopte las medidas estructurales que se requieren; más bien, nombrarán a un nuevo técnico para, ahora sí, tener éxito. La verdad, sin embargo, es que, si no se cambia ahora la estructura que condena a México a media tabla o menos, ¿cuándo?

Twitter: @eledece

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