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El papel de las escuelas en la prevención del extremismo violento

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09/08/2023 |05:36
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autor de OpiniónVer perfil

Miriam Abramovay, Lucas José Ramos Lopes y André Bakker da Silveira/Latinoamérica21

A escala global, las razones que llevan a los jóvenes a realizar son complejas y multifactoriales. Sin embargo, deben entenderse desde el contexto más amplio y general de la violencia en las escuelas. La violencia es un fenómeno dinámico que está relacionado con el ámbito escolar que durante mucho tiempo ha sido desatendido y subestimado por la sociedad y los Gobiernos.

Además de comprender las múltiples facetas de la violencia en la escuela y su comunidad, pensar estratégicamente sobre la prevención del extremismo violento también requiere comprender los llamados factores push y pull: factores que empujan y atraen. Estos factores representan situaciones que influyen en el ingreso de una persona en espacios extremistas y la llevan a apropiarse de la ideología allí presente, lo que puede conducir o no a un acto de violencia extremista.

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Los factores de empuje son el aislamiento social y el sentimiento de ser víctima de la sociedad, el Gobierno o los movimientos sociales (típicos en grupos masculinistas, como los incels ―célibes involuntarios― que ven el feminismo como un enemigo por combatir). Los factores de atracción son aquellos que provienen de los grupos extremistas, pero desorganizados, que hacen que un individuo se sienta conectado con la ideología o causa y tenga un sentido de pertenencia y propósito a través de la simplificación del mundo.

Según el , la discriminación, que es un comportamiento que debe ser considerado como una alerta en la búsqueda de la prevención del extremismo violento, forma parte de la cotidianidad de la escuela. El 15,5% de los directores entrevistados afirman haber observado discriminación contra algún miembro de la comunidad escolar. Partiendo de la perspectiva del agresor y de la víctima, la discriminación también debe ser vista como un factor que empuja a los jóvenes hacia el extremismo violento, ya que es notable el poder de esta violencia en la formación de identidades individuales, como la homofobia, el racismo, el capacitismo, el sexismo, la gordofobia o la xenofobia, entre otras.

Es importante recordar que la escuela, como institución, también produce y reproduce violencia simbólica y microviolencia con mecanismos propios que pueden excluir, restringir libertades y formas de expresión. La violencia institucional en la escuela se da en un entramado de significados, gestos y palabras, y está determinada por la estructura de la institución. Muchas veces, esta incluso desatiende las manifestaciones espontáneas de violencia y hace la vista gorda ante violaciones de otros derechos.

El llama, asimismo, la atención sobre la naturalización de la violencia, pero revela algo más complejo. Un ejemplo son los datos

relacionados con el robo de material escolar, mochilas, cuadernos, estuches, dinero, muchas veces, celulares, y otros objetos. A menudo, esto es visto como un acto banal y no se tiene en cuenta que puede conducir a una pérdida de confianza en la institución escolar.

Afirmar la escuela como lugar de protección, así como de acogida, requiere apoyarla en la recomposición de la capacidad de comunicación con las nuevas culturas de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, así como de sus familias, tomando en cuenta las desigualdades sociales que transforman y muchas veces tensan las relaciones sociales.

Ninguna escuela es una isla

De acuerdo con el que fue publicado por el Ministerio de Derechos Humanos y Ciudadanía, aspectos extraescolares como el culto a la violencia como forma de justicia y el armamentismo están asociados con la violencia contra las escuelas. Además, la violencia que sucede alrededor de la escuela genera un sentimiento de inseguridad y pone a los estudiantes y a los docentes en un constante estado de alerta y estrés, lo que impacta negativamente la interacción y el aprendizaje. Los casos de disparos, las balas perdidas y las operaciones policiales alrededor de las escuelas despiertan ansiedad y miedo. Solo en 2021, 1.295 escuelas, es decir, el 1,7% del total a escala nacional, informaron sobre casos de tiroteos y balas perdidas. En el mismo año, el 0,9% de las escuelas brasileñas vieron interrumpidos sus calendarios académicos por situaciones de violencia.

La violencia contra la niñez y la adolescencia influye en las escuelas con diferentes aspectos, variables extramuros y otros fenómenos como la violencia urbana, el autoritarismo y el extremismo. Conocer los factores que empujan y ponen en contacto a niños y a jóvenes con ideologías extremistas permite visualizar cómo la institución escolar, con sus ya conocidas múltiples formas de violencia, puede contribuir de manera práctica.

La prevención se puede dividir en tres frentes: primario, secundario y terciario. El segundo está dirigido a individuos ya identificados como agresores o que están inmersos en una cultura extremista, mientras que el primero y el segundo están enfocados en la sociedad en su conjunto y en grupos vulnerables, respectivamente. En el ámbito escolar, será necesario capacitar e informar a la comunidad, al personal y, en especial, a los educadores, para que comprendan el problema y actúen en prevención primaria y secundaria.

La solución a estos problemas no dependerá simplemente de respuestas individuales o de seguridad pública con políticas represivas. Es urgente emplear programas de convivencia escolar que consideren el pluralismo democrático y deconstruyan estereotipos y posiciones hegemónicas a través de una política pública de prevención para que el riesgo cotidiano se transforme en un protector cotidiano.

*Este texto es parte del proyecto (Re)conectar: acercando a las personas a las escuelas para superar la violencia, realizado por el Instituto Aurora, con el apoyo institucional de L21. Para apoyar la iniciativa, visite:

Doctora en Ciencias de la Educación, por la Université de Lyon 2. Coordinadora del Programa de Estudios y Políticas sobre Juventud, Educación y Género-Flacso, Brasil.

Secretaria ejecutiva de la Coalición Brasileña por el Fin de la Violencia contra Niños y Adolescentes. Magíster en Derechos Humanos, por la Pontificia Universidad Católica de Paraná (PUCPR).

Gerente de Investigación y Proyectos, del Instituto Aurora para la Educación en Derechos Humanos. Magíster en Filosofía, por la Universidad Federal de Paraná (UFPR), y miembro titular de la Comisión Municipal de Derechos Humanos de Curitiba.

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