Ni en la historia más macabra se puede imaginar siquiera que alguien en medio de la obscuridad pueda transportar en dos cajas y sobre las ruedas de un “diablo” los restos de dos niños, Alan Yahir y Héctor, de 12 y 14 años respectivamente.

Un par de policías al acercarse para ayudar a levantar “aquello” que se había volteado de una de las cajas dejaron ver el horror que había ahí, pedazos de pequeños cuerpos humanos.

La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), junto con otras organizaciones han señalado reiteradamente la vulnerabilidad y los riesgos cada vez mayores que día a día viven miles de niñas, niños y adolescentes, amenazados y utilizados por el crimen organizado como carne de cañón, como el eslabón más débil, cruel y silencioso, o como los desechables de esa cadena de terror e impunidad.

Lo menos que podemos preguntarnos es: ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?, ¿Cómo bajo la crueldad e intereses de estos grupos criminales la vida es desechable y la tortura incluso un gozo?

Hoy sobreviven en nuestro país miles de huérfanas y huérfanos que han perdido a sus padres justo en manos de criminales, y si a ello sumamos que pandemias como las que hoy enfrentamos provocan condiciones aún más dolorosas y pérdidas para millones de familias, los riesgos para nuestra niñez se multiplican.

El espectro de crímenes y delitos contra niñas, niños y adolescentes es gigantesco, REDIM ha denunciado que en los últimos días la sociedad es testigo del patrón criminal de ataques directos y masacres en contra de ellos. Advierte que actualmente entre 35 mil o 45 mil menores están reclutados de manera forzada por el crimen organizado, y que de enero a mayo de 2020, fueron asesinados mil 034, un promedio de 7 víctimas diariamente.

Alan Yahir y Héctor pertenecían a un grupo de mazahuas procedentes del Estado de México, que se dedica al comercio informal. Según los reportes de los medios de comunicación, ambos desaparecieron el 27 de octubre.

La cofundadora y presidenta de Reinserta, Saskia Niño de Rivera, en su libro “Un sicario en cada hijo te dio”, pone frente a todos nosotros las razones y los porqué de los menores mexicanos que se vuelven criminales, pero sobre todo, hace un llamado urgente para protegerlos de este espiral de violencia pues de no actuar ésta nunca se detendrá y estaremos destinados a fracasar como sociedad.

Entre las historias que se pueden leer en el libro está la de Daniel, quien creció sabiendo que tenía que vengar la muerte de su papá, pues toda la vida su familia se lo repitió. Creció enojado, la violencia y la venganza se convirtieron en los propósitos de vida.

“A los 10 años lo armaron como parte de las autodefensas de su pueblo, y a los 12 años pertenecía ya al Cártel de Jalisco Nueva Generación. El paso fue muy sencillo. Junto con él, casi 30 niños fueron reclutados. Un par de meses después, cometió su primer homicidio. En el campamento de adiestramiento mató animales, torturó a gente, conoció todo tipo de droga y su inocencia se borró por completo.

Las drogas se volvieron la anestesia perfecta para no sentir. Cinco disparos le dio. En su pensamiento, en su imaginación, el hombre al que mataba, era el que asesinó a su papá. A partir de ahí comenzó su carrera como sicario. A sus 19 años, me dice no tener idea de cuántas personas mató. “Dejé de contar, aprendí que tenía que dejar de verlos como humanos y eran trabajos. Me acostumbré, y luego ya no me costaba trabajo, y si me costaba me drogaba y se me olvidaba””, relata Daniel.

La muerte de Alan Yahir y Héctor no solo deben horrorizarnos, sino deben obligarnos a una acción urgente como Estado para romper este círculo de violencia que parece no tener fin. Tampoco pueden quedarse como la nota del día o de una semana, ni tener como respuesta la indiferencia y el olvido.

Alan Yahir y Héctor son parte de nosotros, de nuestra comunidad, su dolorosa historia y trágico final, refleja y pone al descubierto la peor versión de la descomposición que hay en el tejido social y del horror a lo que estamos expuestos. Actos que de no corregirse terminarán por dañar lo mejor que hay en cada uno de nosotros.

Alan Yahir y Héctor no iban encima de un diablo, eran llevados por el mismo diablo.

Senadora de la República

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