MIENTRAS unos se ríen y patalean de las nuevas etiquetas del llamado “rock agropecuario”, otros antropólogos y sociólogos musicales se lo están tomando muy en serio.

Aunque suena no sólo extraña, sino muy chistosa la variante genérica de “rock regional” que engloba términos como pop agropecuario, metal ranchero, dark ganadero, punk rural y hasta progresivo campestre.

Hay muchos que se están revelando a que los llamen así, con la coartada de poner a la mano, con botas picudas y sombreros eso de que, si no estoy en la región, que la misma venga a mí en diversas formas musicales que están alcanzando otras alteraciones sonoras.

Sin embargo, eso de fusionar a los géneros, por más bonitos que se oigan, parece que no va con la mayoría, que los oye como exotismos vocales del regional mexicano, por más que las redes sociales los quieran vender como el nuevo sonido nacional.

En ese sentido un contraataque del rock mexicano que explotó en los años 60 y 80 está poniendo al alcance de melómanos muchas réplicas oficiales o no, de grupos que, en su momento, tuvieron poca repercusión y respuesta.

Aunque todavía no es muy común su estandarización, hay especialistas que ofrecen desde historias pormenorizadas musicalmente de su fenómeno, como el "Volumen 1 de la historia del rock mexicano" con agrupaciones como Peace and Love, Love Army, El Ritual, La Máquina del Sonido, Tequila, Epílogo, Iguana, Ciruela y Javier Bátiz.

Los orígenes del punk mexicano se pueden localizar en el primero de Dangerus Rhythm.

Enigma, un grupo que dejó sordos a muchos, comenzando por el escritor de temas escabrosos como las muertas de Juárez, Sergio González Rodríguez, que tocaba en él con sus hermanos, tiene prácticamente su historia discográfica con seis álbumes ("Ofensiva pop", "Sin registro", "Golpe maestro", "Enigma. Duro y pesado", "Enigma en vivo" y "Enigma en el corazón del Rock: El Chopo, 2000"), lo que habla todavía de su arrastre.

También está el "No apto para santurrones, de Escoria y una compilación de Mara a base de sencillas de 45 rpm.

Algunos orígenes del progresivo nacional vienen en la réplica de Orfeón, que salió hace años con el Viajero del Espacio de Al Universo, precursor de Chac Mool.

El muy cotizado "Super onda chicana", de Fontana, que incluye a La Tribu, Tinta Blanca, Poly y Cia, Quinta Visión y otros, también está accesible al bolsillo.

Una carretada del cada 11 de septiembre recordado Festival de Rock (sin rueda) de Avándaro, está en varias versiones, incluido el “Didáctico” de Armando Molina.

Mistus que tocaba en los años 80 en la Carpa Geodésica de Insurgentes Sur, se consigue con el álbum "Life of a Match", así como un par de compactos de Mamá Z ("Esa viscosa manera de pegarme las ganas" y "Mójame el alma entera").

El metal mexicano de importación de Luzbel tiene cuatro réplicas en circulación, incluyendo el del sello Comrock.

También se ofrece con la manufactura de La Mondra Records algunos de la banda Naftalina, de Federico Arana.

El plato fuerte es el recién salido (doble) de "Concierto de aniversario de Iconoclasta", por sus 35 años de progresivear, con el sello original de Musea.

No, si de que los hay, los hay.

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