Tratándose de Kiss todo puede ser posible. Que ahora si el retiro va en serio, que se iban a ir desde 2021, pero que la pandemia de Covid lo impidió; que la “gira de despedida” va a tener cola discográfica y explosión de merchandise, que habrá un libro con revelaciones que sorprenderán a más de uno (entre ellas un adelanto: el fanatismo de personalidades como el trovador cubano Pablo Milanés, adepto al cuarteto desde la época en que sacaron sus fotodiscos solistas) y un relanzamiento prácticamente de todos sus conciertos en Blu-ray y DVD.

El orgullo y el cuerpo ya están cansados. Sin embargo, falta el pronunciamiento del Kiss Army mexicano y de su general: Franz Trejo, siempre atento a cualquier verdad o rumor del cuarteto.

Orgullo, respeto y pasión por sus fans es lo que mueve a Paul Stanley y Gene Simmons al último rock, donde quedarán marcas imbatibles de millones de discos vendidos, entre ellos la edición marmoleada a colores (única en México y el mundo) del Unmasked y los 400 discos firmados (200 por el cuarteto y los restantes por Ricardo Garciadiego, label manager en turno de PolyGram y el sello Casablanca; todos revueltos al final y sin huella de cuáles eran las firmas originales).

Stanley, Simmons, Frehley y Criss eclipsaron a toda una generación que todavía los celebra pintarrajeados y los vitoreará hasta, dicen, el 30 de enero de 2023 o quizá más tiempo; hasta que el maquillaje aguante.

La historia de la banda registra otros nombres (Vinnie Vincent, Mark St. John, Bruce Kulick, Tommy Thayer, Eric Carr y Eric Singer), y los que los firmaron para México: Luis Bastón y Herbé Pompeyo, que no serán olvidados, como los libros, videos y Blu-rays que registran su paso por el rock desde la pobreza, hasta lo corporativo.

Mientras tanto, su discografía total (más de una veintena, entre álbumes en estudio y directos) y las ediciones especiales no paran, así como sus más célebres conciertos en territorio americano y resto del mundo.

Los que saben, todavía recuerdan sabrosas anécdotas del poder de la radio mexicana, como cuando en el Summit de Houston, la Voz Universal, quiso hacer sentir su autoridad, exigiendo que él y los demás invitados por la disquera querían ver al cuarteto (en su época de grandes cortinas, como capas) antes de salir al escenario y que no se pasaran de lanzas porque ellos tenían el poder.

A los de Kiss, casi les da un ataque de risa, los recibieron unos pocos segundos y se burlaron finamente de ellos.

O cuando el legendario “Gordo Barrera” temible periodista que primero publicaba y luego corregía, les preguntó en rueda de prensa si se metían drogas, y que si darían un concierto gratuito para los niños desvalidos mexicanos. Simmons y Stanley, contestaron que sí. Ya en los camerinos, servidos y bien polveados, comentaban y reían a rabiar.

Fan de ellos mismos, al final de las muchas ruedas de prensa que dieron en México, casi se cortaban las venas de la emoción por sus esfinges en corcholatas compradas en el Chopo por el General Trejo.

Eso sí, de que México ha sido siempre una prioridad del cuarteto, nunca lo han negado en un espectro que reconoce como la verdad absoluta de su rock al Kisstory de A&E y al Kiss Rock en Las Vegas, Nevada; y a los cientos de directos como el Kiss Off The Soundboard Live al Donington, de 1976, entre otros memorables momentos del maquillaje al servicio de la música y de su fenómeno.

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