El 15 de julio un conjunto de escritores, académicos y periodistas de diferentes orientaciones políticas dimos a conocer un comunicado preocupados por “la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”. Ahí señalamos que “el triunfo del presidente fue inequívoco. No obstante, sin que la mayoría de los mexicanos votáramos por ellos y violando la Constitución, Morena y sus aliados lograron que una minoría de votos se convirtiera en una mayoría de escaños en el Congreso”.

El día 17, miembros destacados de Morena, en un desplegado, nos acusaron de mentirosos, afirmando que Morena “tiene mayoría legislativa en virtud de su votación y de una política de alianzas normal y habitual”.

Veamos entonces quién miente.

1. Los resultados electorales de 2018 para la Cámara de Diputados fueron los siguientes: Morena obtuvo 37.25% de los votos, el PT 3.93 y el PES 2.40, total 43.58. Y los demás partidos 51.41% de la votación y sumando los independientes (0.96), el total arroja 52.37% (el resto fueron votos anulados y candidatos no registrados). Así que la afirmación de que una minoría de votos se convirtió en una mayoría de escaños no la pueden controvertir.

2. Ahora pasemos a ver si violaron o no la Constitución. El artículo 54 señala de manera contundente que “en ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios (se refiere a los uninominales y plurinominales) que representen un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votos”. Esa sobrerrepresentación de hasta 8 puntos que permite la Constitución fue en su momento criticada por la izquierda democrática. Pero sin duda es norma superior y hay que acatarla. ¿Pero cómo fue que Morena con 37.25% de los votos el día que se instaló la Cámara llegó con 252 legisladores, es decir 50.4%, cifra que nítidamente rebasa los 8 puntos permitidos por la Constitución? Con una triquiñuela: registró como candidatos del PES y el PT a candidatos propios y por ello pudo beneficiarse de manera anticonstitucional en el reparto de plurinominales. El INE le asignó a Morena 191 diputados que eran los que le correspondían de acuerdo a sus votos. ¡Pero oh, sorpresa, resultó que habían disfrazado a sus legisladores con los ropajes del PT y el PES! Imagino que desde el cinismo se puede estar satisfecho (dirán, el fin justifica los medios) pero con ello vulneraron un principio de la representación básico: que entre votos y escaños no exista una desproporción abismal.

3. De las elecciones de 1997 a las de 2015 los ganadores siempre obtuvieron una votación mayor a 30% y menor del 40 (similar a la de Morena) y por ello en ese periodo ningún partido tuvo mayoría absoluta de diputados en la Cámara. Se requería por lo menos 42.2% de los votos para que de acuerdo a la Constitución un partido pudiera tener mayoría absoluta (50.2%) en la llamada Cámara baja. Es decir, el dictado constitucional se cumplió.

4. No fue “una política de alianzas normal y habitual” lo que en principio les dio la mayoría, sino una jugarreta de baja laya. Luego, han logrado atraer a otros legisladores y en eso, tienen razón, hay algo de “normalidad”. Una normalidad que fomenta el oportunismo, pero eso es harina de otro costal.

5. A lo largo de muchas décadas la izquierda democrática luchó por un sistema de representación proporcional estricto, en el cual el porcentaje de votos se tradujera de manera exacta en el porcentaje de escaños. Es decir, que si una fuerza política obtenía 20% de los votos acabaría con 20% de los asientos. Es lo justo y se puede lograr incluso con un sistema mixto como el nuestro. Se trata que la representación sea lo más fiel posible a las adhesiones alcanzadas en las urnas. Es, por lo menos así lo entiendo, un asunto de principios. Ahora que la coalición parlamentaria en torno a Morena es mayoritaria en el Congreso, ¿no habrá llegado la hora de hacer realidad aquella justa aspiración? ¿O ahora son suyos los argumentos que en su momento utilizó el PRI?



Profesor de la UNAM

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