A menos de que ocurra algo fuera de control, los candidatos a la presidencia de Estados Unidos serán el hoy presidente Joe Biden y el anterior presidente Donald Trump. Decepciona que entre 330 millones de estadounidenses no haya surgido una nueva generación de políticos capaces de recibir la estafeta de parte de este par de adultos muy mayores —ancianos— que juntos sumarán 160 años de edad.

El estilo personal de gobernar de ambos, hoy aspirantes a un segundo periodo en la Casa Blanca es diametralmente opuesto. Uno es protagónico, histriónico, pleitero, cínico, estrafalario, grosero, incendiario, burlón, digamos un patán. El otro es mesurado —tal vez demasiado—, discreto, contenido, retraído, aunque demasiado timorato. ¿Cómo inclinarse por Trump, el primer expresidente acusado de crímenes graves, de 91 distintos cargos en cuatro diferentes acusaciones penales, declarado culpable de violación sexual, de fraude empresarial, de organizar la irrupción del 6 de enero de 2021 al Capitolio, con el propósito de impedir la certificación parlamentaria de la victoria de Joe Biden, ocupado en defenderse en múltiples tribunales, en juicios y distintos procesos judiciales en su contra? ¿Cómo respaldar para la hiper responsabilidad de dirigir los destinos de Estados Unidos a un candidato con evidentes signos de senilidad, que culminaría su mandato a los 86 años de edad, y cuyo reemplazo sería una vicepresidenta mediocre —Kamala Harris?

Trump tiene convencido a un importante segmento de votantes el haber sido echado de la Casa Blanca mediante un descarado fraude electoral y que él es el indicado para evitar que Estados Unidos se radicalice hacia la izquierda, prometiendo luchar contra la migración, para lo cual terminaría de levantar el muro fronterizo, “Desplegaré a la Armada para imponer un bloqueo total del fentanilo en las aguas y en la región de donde éste viene. Los cárteles de la droga están librando una guerra contra Estados Unidos y los destruiremos, no hay otra opción, ellos son un ejército, son un enemigo, están tratando de destruir nuestro país”. Trump se ostenta como el único que puede reencausar el sistema electoral, además del judicial. Más del 70% de republicanos que votaron por Trump en Iowa expresaron que, aunque éste fuera condenado por un delito mayor, ellos lo respaldarían.

Por su lado, Biden no se ha pronunciado por un significativo cambio en su política económica, esperando que la economía prospere sustancialmente previo a las elecciones de noviembre. El énfasis de la campaña de Biden va dirigido en descalificar a su oponente, exhibiéndolo como un peligro existencial para la democracia. En un promocional, el expresidente Barack Obama, al lado de Biden, menciona que en esta elección “la democracia está en juego”, agregando Biden “eso no es broma”.

Trump puede contender por la presidencia aun siendo condenado, aunque sería logísticamente complejo hacer campaña desde la cárcel, sería inédito, pero de convertirse en candidato republicano único, tendría asegurada su nominación, sería poco probable ser inhabilitado para aparecer en las boletas electorales. Para Ripley, Trump de ser condenado por algún delito grave, sería privado del derecho de voto en Florida, pero sí podría ser votado y electo presidente de Estados Unidos. Obviamente los constituyentes no previnieron una situación tan desconcertante. Pronto atestiguaremos el desenlace del resurgimiento de Donald Trump.

Analista

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