Si se piensa en una ciudad siendo consumida por el océano, seguramente la primera idea corresponderá al mundo de los mitos y leyendas, como la Atlántida de Platón. Sin embargo, para los 11,000 habitantes de Tuvalu, en Oceanía, la posibilidad de que el Océano Pacífico desaparezca su isla como consecuencia del cambio climático es muy real.

Los habitantes de Tuvalu podrían convertirse en la primera nación refugiada por el cambio climático, pero no son los únicos. De acuerdo con el Banco Mundial, para el año 2050 en América Latina, África y el Sureste Asiático, habrá alrededor de 150 millones de personas desplazadas como consecuencias del cambio climático.

El clima es solo una variante más del fenómeno migratorio y de la búsqueda de refugio. Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2020 el número de refugiados en el mundo sobrepaso los 80 millones de personas, mientras que la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) señaló que en el mundo 270 millones de personas son migrantes. Desde luego, México no es ajeno a ninguno de estos fenómenos.

Tradicionalmente los flujos migratorios y de refugiados son determinados por la geografía, ya que las personas que buscan salir de sus lugares de origen con frecuencia lo hacen a países vecinos. Sin embargo, según un estudio del Banco Mundial y la Universidad de Michigan, retomado por la revista The Economist, los flujos migratorios y de refugiados se han globalizado a tal nivel que, en 1990, menos del 5% de los refugiados se asentaba en países de la OCDE, cifra que en 2015 llego al 15%.

En el caso de México, en 2020 se registraron más de 80 mil solicitudes de asilo, provenientes principalmente de Honduras, El Salvador, Venezuela, Cuba, Guatemala y Haití (con datos de la COMAR). Si bien existe un fuerte componente regional, el flujo migratorio de Venezuela a México es una pequeña muestra de que quienes migran están dispuestos a viajar mayores distancias. A estas solicitudes, se suman algunas de personas provenientes de lugares tan lejanos como Eritrea, Etiopía, Camerún, Somalia y Nigeria.

Para México, la situación es única, ya que a demás de ser paso para quienes buscan llegar a Estados Unidos, el país poco a poco ha visto como algunos deciden asentarse en el territorio nacional ante la dificultad que supone llegar a la frontera norte; es el caso de la comunidad haitiana en Tijuana.

Ya sea para buscar un lugar en territorio nacional o para llegar a Estados Unidos, los migrantes quedan expuestos a varios riesgos, empezando por el crimen organizado, culpable que quienes migran sean víctimas de tráfico de personas, extorsión y secuestro, entre otros delitos. De forma preocupante, los organismos encargados de atender los flujos migratorios han visto su presupuesto recortado, aún cuando las solicitudes de asilo han tocado cifras record. Tal es el caso de la COMAR, que en 2020 solo recibió el 37% de los fondos que solicitó.

La migración se ha globalizado no solo por el destino de quienes deciden o se ven forzados a migrar, sino porque la tecnología ha permitido que estos fenómenos sean transmitidos en directo. Gracias a las redes sociales, es posible tener información minuto a minuto de lo que viven migrantes que se mueven del Medio Oriente a Europa, o en el caso de México, de Centroamérica y el Caribe al territorio nacional. La visibilidad creciente, sumada a los números al alza, suponen una nueva realidad para la población y las autoridades, que tarde o temprano deberán actuar para proteger los derechos humanos de estas personas mientras garantizan la seguridad y el orden.

La llegada de Joe Biden trae consigo una oportunidad para replantar soluciones en toda la región. El nuevo presidente ha prometido un plan de 4 mil millones de dólares para el desarrollo de Centroamérica, buscando prevenir las causas de la migración y para el cual necesitará el apoyo de aliados regionales. Colaborar con la Casa Blanca en este tema podría, además de ayudar a reducir los flujos migratorios, abonar a la causa de los millones de mexicanos en Estados Unidos.

Los retos regionales existentes, sumados a los efectos del cambio climático y la pandemia, volverán a la migración uno de los grandes retos globales de la siguiente década y México está en el centro de la situación. Es momento que de forma seria se dediquen los recursos necesarios para tener un sistema seguro y ordenado que garantice los derechos humanos de los miles que buscan una oportunidad mejor de vida. Una valla de soldados de la Guardia Nacional difícilmente va a solucionar esta situación.

En la historia, muchos países se han beneficiado de los flujos migratorios. Si se actúa de forma correcta, México puede salvar de las manos del crimen, el hambre y el clima, a los millones que en los próximos años migren hacia y dentro de las fronteras del país. Dependerá de tomar las decisiones correctas de política pública de modo que la economía y la sociedad estén preparadas.

Jose Roberto Cabral

Economista por la Universidad Anáhuac México y Maestro en Política Pública por el University College London (UCL). Es asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

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