Hablar de deuda (pública o privada) no debe calificarse como “bueno” o “malo”. Dependiendo en lo que se utilicen los recursos, la deuda puede ser tan positiva como perjudicial. Me llama la atención que, a cinco años del actual gobierno, aún se escuche aquello de “no hay deuda” y se crea que con solo repetirlo, se paró este flujo y dejó de ser necesario. Esta administración ha tratado de moralizar el tema como ninguna otra, mostrando un Ejecutivo Federal “fiscalmente responsable”, completa y hasta peligrosamente adverso al endeudamiento público. Claro, al menos hasta que se presentó el Paquete Económico 2024, donde los datos no solo desmienten este discurso de moral fiscal y hacendaria, sino que también plantean el déficit fiscal más alto en los últimos 30 años.
Los Requerimientos Financieros del Sector Público, diferencia entre los ingresos y gastos del sector, son la definición más amplia de deuda pública. Este flujo se acumula en el Saldo Histórico de Requerimientos. Promediando el saldo anual por sexenio veremos que, con las proyecciones del Paquete Económico 2024, estamos alcanzando el Saldo Histórico más alto desde que empezó el milenio. Todo el sexenio se ha seguido esta senda incremental y el último año no será la excepción: la propuesta enviada a Cámara de Diputados plantea que los Requerimientos sean del 5.4% del PIB para 2024, nivel más alto desde los 90s. No solo es un mal momento para un relajamiento fiscal, sino que una política fiscal expansionista como esta es contraria a los esfuerzos del Banco de México por controlar la inflación. Por su parte, Banxico sigue marcando la pauta de política monetaria restrictiva; el jueves pasado anunció que, por cuarta ocasión consecutiva, mantendrá la tasa de referencia en 11.25%, un máximo que tampoco se veía desde los 90s.
El par de gráficas anteriores muestran ambos esfuerzos: el de Hacienda por incrementar los requerimientos, el crecimiento del déficit fiscal; y el de Banxico por combatir la inflación, aún fuera de objetivo, con la tasa de referencia. Esta disparidad de objetivos y en el actuar de Hacienda y el Banco Central complica el panorama económico del país. Toda decisión implica costos, más aún cuando se trata de política económica. La política monetaria restrictiva busca controlar la inflación reduciendo la cantidad de dinero en circulación, la tasa de referencia encarece el crédito y desincentiva el consumo afectando el crecimiento. El que la política monetaria comprometa el crecimiento es un riesgo medido, pues en el corto y mediano plazo resulta más perjudicial que Banxico incumpla el primero de sus dos mandatos, que es mantener estabilidad en precios. La forma de contrarrestar los costos de esta decisión de política monetaria es que la política fiscal, Hacienda, vaya en concordancia con Banxico.
Cuando la situación económica demanda una política monetaria restrictiva, como sucede actualmente, lo mejor sería que la política fiscal fuera también restrictiva o, al menos, neutra. Una política fiscal restrictiva reduce el gasto gubernamental (no incrementa los requerimientos) para controlar la demanda agregada y contribuir a la estabilidad en precios, permitiendo que el Banco comience a bajar la tasa y se pueda restablecer el crecimiento. Por el contrario, la política fiscal planteada en el Paquete entregado a Diputados, con el incremento del déficit, anticipa un relajamiento de las finanzas públicas en el último año de gobierno, aumentando el gasto, propiciando incrementos en la demanda agregada y, con ello, la inestabilidad en precios, contrariando los esfuerzos de Banxico.
Así, no será sorpresa que el año entrante la inflación no disminuya lo suficiente. Este actuar de Hacienda no solo es irresponsablemente contrario al de Banxico, sino que el crecimiento del Saldo Histórico de Requerimientos muestra que el déficit público es insostenible. La decisión de política fiscal es costosa y hace que una Reforma Fiscal, ya hacia 2025, sea más que necesaria.
@JosePabloVinasM