En participaciones anteriores comentábamos que estamos atravesando un momento inédito en la historia de la humanidad. El momento que distintos intelectuales han calificado como VICA por sus siglas: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ansiedad. Se trata de un momento complejo para el que muchos países no han estado preparados, como se ha visto en el modo de enfrentar la pandemia COVID-19, la crisis económica y los estallamientos sociales recientes.

Nos encontramos ante conflictos sin solución clara en muchas partes del planeta. La semana pasada tocamos el conflicto entre globalización y nacionalismos emergentes. Hoy tocaremos el conflicto Estado-mercado.

Al término de la Segunda Guerra Mundial el mundo se dividió en dos grandes bloques: aquellos que sostenían al Estado como mecanismo para alcanzar los fines de la sociedad en el eje ideológico de la igualdad y aquellos que sostenían al mercado como forma de desarrollo en el eje ideológico de la libertad.

Años de enfrentamiento entre dos visiones del mundo que nos llevaron a la guerra fría. Durante esos años, independientemente del bloque al que se estuviera cercano, las economías crecieron con una gran participación de los gobiernos a través de políticas fiscales.

Podríamos decir que había de manera subyacente una visión del Estado como motor de la economía. Esa visión dio en su momento dio muy buenos resultados: el crecimiento de la economía a nivel global en el período de 1945 hasta la década de 1960 fue el mayor que se ha observado. Particularmente en México esta visión concretada en el denominado “modelo estabilizador” tuvo como resultado crecimientos del Producto Interno Bruto que rondaron el 7% anual con un tipo de cambio y una inflación controladas, se le llamó “el milagro mexicano”.

Sin embargo, a principios de la década de 1970 esta visión comenzó a mostrar signos de agotamiento: entornos recesivos en los cuales las políticas fiscales impulsadas por el Estado dejaron de tener efectos en el crecimiento y más bien se convirtieron en generadoras de deuda e inflación.

La primera respuesta ante este agotamiento en muchas partes del mundo fue el intentar fortalecer más al Estado. En México a finales de la década de 1970 el Estado llegó a controlar el 80% del PIB.

A finales de la década de 1980 ante la insuficiencia del Estado como motor principal de la economía la visión se trasladó al mercado. Se fortaleció el uso de las políticas monetarias, se promovió el libre comercio y se trasladaron funciones y servicios que antes realizaba el Estado a los particulares.

Si bien la economía se estabilizó y comenzó ciclos de crecimiento moderado, la visión basada en el mercado no alcanzó a llenar las expectativas que se tenían de ella. Particularmente la crisis inmobiliaria del año 2009 en los Estados Unidos demostró grandes fallas estructurales de un mercado desregulado con poca visión de responsabilidad social.

El conflicto entre Estado y mercado se ha exacerbado en este último período con motivo de la guerra comercial y la pandemia entre quienes defienden la necesidad de mayores controles, aún en deterioro de ciertas libertades para combatir de forma colectiva la propagación de la pandemia, y los que insisten en el daño que suponen los mayores controles en la economía.

Como puede verse, el conflicto Estado-mercado es un tema no resuelto para el que se requiere la búsqueda de soluciones a través de herramientas nuevas. Como decía Einstein: “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”.

Rector de la Universidad Panamericana/IPADE

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