¿Tiene alguna posibilidad la alianza opositora de ganar la elección presidencial en 2024? Sin duda. Desde luego no hay nada garantizado, pero tampoco doy por hecho el triunfo de Morena.

Se necesitan al menos dos condiciones para el triunfo opositor; A) una candidatura única (si MC va por su lado aún podría ser posible, pero eso en sí mismo lo haría menos probable), y B) que el candidato de la alianza surja de un proceso amplio, democrático y con participación ciudadana desde el principio, manejado por organizaciones civiles para garantizar equidad e imparcialidad.

Eso le daría a ese candidato una gran legitimidad, que le permitiría atraer el voto insatisfecho, el voto anti-Morena, el voto de castigo, el voto útil.

Pero justo en eso percibo un gran obstáculo (y no soy el único); hay varios indicios de que las dirigencias del PAN y el PRI no aceptarán ese procedimiento. Podrían en cambio elegir cada uno a su respectivo candidato en un proceso interno, bajo sus propias reglas y sin participación ciudadana, y ya después ver cuál de ellos se queda.

En tal caso, la legitimidad que se podría obtener se perderá. En procesos internos es probable que las dirigencias manejen las cosas para que quede un candidato por ellos designado; en el caso del PRI podría ser el propio Alejandro Moreno, que no se descarta y presenta sus propias características como necesarias y adecuadas para una candidatura ganadora.

De ser abierto desde el principio el proceso, Alito tendría mínimas probabilidades de ser electo como candidato opositor. En cambio, otros aspirantes como Enrique de la Madrid, José Ángel Gurría, Beatriz Paredes y Claudia Ruiz Massieu, tendrían buenas probabilidades, pero en un proceso interno tendrían pocas posibilidades, si acaso alguna (la mayoría no tiene buena relación con el presidente del PRI).

En el caso del PAN ocurriría algo parecido; no que Marko Cortés quiera ser el candidato (no lo creo, su cálculo será otro). Pero sí que el proceso interno sea manejado a favor de algún favorito del dirigente panista. Los demás no tendrían muchas probabilidades como sí podrían hacerlo de tratarse de un proceso abierto desde el principio.

Los ciudadanos contrarios a Morena, que tienen sus propias preferencias entre los aspirantes, se sentirían totalmente excluidos de participar en la selección de su favorito. Si simplemente les dicen que tienen que elegir entre, por ejemplo, Alejandro Moreno, Santiago Creel y Miguel Ángel Mancera, quizá muchos simplemente prefieran abstenerse. Y eso, en caso de que esa fase final fuera abierta a los ciudadanos, pero tampoco se descarta un acuerdo cupular.

Los dirigentes partidistas seguramente calculan que los electores votarán por quien sea que desafíe a Morena sin importar la forma en que fue electo (lo han dicho en corto). En el caso de muchos ciudadanos puede ser cierto, pero otros no participarán si no se les toma en cuenta.

Los partidos vieron la fuerza de una parte de la sociedad civil en las marchas en defensa del INE en noviembre y febrero, y sin embargo han tomado acuerdos como repartirse el manejo sucesorio de 2023 y 2024, o sumarse a Morena en una reforma que afectaría al TEPJF, sin siquiera consultar a los organismos cívicos que los apoyan.

De igual manera, podrían decidir manejar ellos la designación de los candidatos de cada partido e incluso el definitivo para la coalición. Lo cual también implica la posibilidad de una ruptura no sólo con la sociedad civil organizada sino entre partidos; ¿aceptará el PRI un candidato del PAN, o viceversa, si además dichos candidatos no tienen la legitimidad de un proceso abierto y democrático? Difícil.

Y desde luego, esto genera el riesgo de que, en lugar de uno, haya hasta tres o cuatro candidatos en la oposición; del PRI, del PAN, quizá del PRD y MC; triunfo seguro para Morena. Un oscuro escenario, pero no descartable.

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