En relación a la sucesión presidencial y los comicios de 2024, es Morena quien se está llevando la atención. El presidente dio el banderazo anticipadamente, lo que puede tener inconvenientes porque los tapados se golpean entre sí, y le dedican más tiempo a su campaña que a sus responsabilidades. Pero en términos de jalar la atención (lo cual es una ventaja), tiene más eficacia. Ahí está el destape que AMLO hizo de Adán Augusto López, para incluirlo formalmente en su baraja; y Marcelo haciendo campaña los fines de semana para no quedarse atrás. Y Claudia Sheinbaum calcando frases y hasta el tono de AMLO para ser favorecida por él, y corriendo para no perderse la foto junto al mandatario. Pero también intentó dirigir el tercer informe de la Línea 12 exclusivamente contra Ebrard, y le salió el tiro por la culata. Si no fuera por El País, jamás hubiéramos conocido ese informe, si bien era evidente su contenido general, por la propia reacción de Sheinbaum.

Asegura AMLO que, a diferencia de antes, ahora no habrá dedazo sino encuestas. Y hay voceros de AMLO que le creen (o dicen creerle), si bien es cierto que un criterio para su decisión será quién de los tapados puede garantizar el triunfo de su partido, que no está garantizado. El caso es que los reflectores sucesorios están en los tapados de Morena y ninguno en la oposición. Pese a que ha recobrado fuerza legislativa, está invisible en lo que hace a la sucesión. Tres de ellos (PRI, PAN y PRD), han dicho que buscarán una coalición con un solo candidato. Pocos han levantado la mano y los que sí, aún no logran jalar los reflectores (algo tendrían que hacer al respecto). Pero de eso no se hablará mientras no se vean acciones concretas. Le llevará a la oposición más tiempo definirse, y eso es una desventaja porque mientras más tarde, menos tiempo para darse a conocer en todo el pueblo (“el que no se mueve, no sale”).

Tendrían que ir avanzando en la definición de sus propios candidatos internos (uno por partido), y ponerse de acuerdo en el método para designar al bueno (se pensó en realizar una primaria organizada por el INE, pero la ley lo impide; tendrían que hacerla por su lado, si acaso o buscar otro método). El PAN está reticente a las primarias, pues al no ser un partido de masas y corporaciones, estaría en desventaja. Por lo que habría que definir otro método que sea aceptable a todos (y mientras menos cercano al 2024, mejor). Hay un fenómeno electoral llamado “cargada”, que se inclina por quien se ve con más probabilidades, y eso mismo le ayuda a avanzar. Pero si ni siquiera se tiene candidato, imposible aprovechar ese fenómeno.

La oposición enfrenta otro problema fuerte: Movimiento Ciudadano no quiere sumarse, como no lo hizo en 2021. Dice Dante Delgado que con un buen candidato podrían incluso ganar la Presidencia ellos solos. Es poco probable. Lo que sí podrían hacer si van por su lado es garantizar el triunfo de Morena, pues los votos que obtengan podrían bastar para eso. Calculo que el candidato de Morena (quien sea) obtendrá un máximo de alrededor de 40% de la votación, lo que implica que quedaría un 60% disponible a la oposición. Si ese voto se concentrara en un candidato, habría un triunfo claro y contundente (una paliza) con 20% de distancia, lo que dificultaría el seguro rechazo de Morena a un resultado desfavorable (una cosa es 0.56% de distancia, y otra cerca de 20%). Sólo con un candidato de unidad podrá la oposición enfrentar lo que se vislumbra como la disposición de Morena a incurrir en las trampas que sean necesarias, ataques y debilitamiento del INE (incluso a través de leyes secundarias que afecten el presupuesto del árbitro), y todas las ilegalidades que le vimos en la consulta refrendatoria. Por trampas no paramos. Si no se suma la oposición (incluido MC de preferencia), Morena tendrá fuertes probabilidades de ganar, para fortuna de sus incondicionales.


Analista. @JACrespo1