Se piensa que Xóchitl Gálvez representa un riesgo para Morena y su candidato(a) porque en muchos sentidos contradice el discurso maniqueo de López Obrador de buenos contra malos, pobres contra ricos, fifís contra el pueblo, etcétera. Ese discurso, tan simplón como popular (por lo mismo), puede ajustar mejor en alguien como Xóchitl que en Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard. De lo cual han surgido dos posturas contrarias sobre lo que Xóchitl significa, que más allá de lo datos reales pueden tener claramente intenciones político-electorales.

Que Xóchitl en realidad está más en la izquierda pese a su cercanía (que no militancia) en el PAN, tanto por su origen como por sus ideas y votos expresados en el Senado (y su función pro-indígena durante el gobierno de Fox). En ese sentido, Xóchitl representaría una renovación del proyecto obradorista pero sobre bases más realistas, aterrizadas, racionales, técnicas, oyendo a especialistas en lugar de atener a las ocurrencias de un inexperto que se siente experto (y desde luego recuperaría la democracia golpeada). Pero justo por ello, hay algunos miembros de la oposición al obradorismo que recelan de Xóchitl, viéndola como un remedo de AMLO o algo cercano (incluso algunos dicen que preferirían a Marcelo Ebrard, a quienes ven como alguien más centrista e incluso liberal que Xóchitl misma; he ahí la paradoja).

La reacción de AMLO fue intentar quitarle a Xóchitl sus credenciales personales, públicas y programáticas, creando el cuento de que en realidad no pertenece a un sector humilde y sobre todo, sostiene que al estar del lado del PRI y del PAN, sus posiciones sociales son un mero engaño. Que en realidad fue electa por los verdaderos líderes del conservadurismo (Claudio X, Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos) para confundir a la gente y hacerle creer que la posible candidata representa los verdaderos intereses del pueblo (bueno, sabio, etcétera), cuando en realidad es ariete del conservadurismo, la corrupción, los privilegios, la hipocresía y la retahíla de diarios insultos que AMLO profiere desde el púlpito mañanero.

Me consta (a quien me quiera creer) que no fue decisión de las cúpulas partidistas, que en realidad no la habían considerado en la medida en que ella insistía en su aspiración al gobierno capitalino. Fueron muchos ciudadanos, amigos y conocidos de Xóchitl quienes la alentaron a buscar la candidatura presidencial. Ella misma dice que algo que la animó fue la respuesta de los ciudadanos al confrontar la cobardía del presidente que le negó el derecho de réplica, traicionando su propia palabra de recibirla cuando hubiera orden judicial. Y una vez anunciando que podría ser aspirante a la presidencia, la respuesta positiva de buena parte de los anti-obradoristas (no todos) no fue nada planeado, sino algo espontáneo por parte de sus múltiples simpatizantes que le conceden varias virtudes, que no le ven a los políticos tradicionales. Xóchitl es un fenómeno político, no una conjura elitista.

Pero si es de izquierda o derecha es irrelevante, como ella misma lo ha dicho, pues lo que vale es la identificación adecuada de los problemas nacionales y una propuesta basada en hechos, realidades, técnica y madurez para poder enfrentarlos de la mejor manera posible (sin utopías, como las que prometió AMLO y que resultaron un fiasco como no cabía esperar otra cosa). De ahí que quienes la apoyan y se dicen dispuestos a votar por ella en el ejercicio del Frente Amplio por México, lo hacen convencidos de que tiene cualidades no de una Mesías o Redentora (como creen de AMLO sus devotos), pero sí que es sincera y suficientemente preparada en su propósito de ayudar al país a avanzar. Sin fantasías pero sí con posibles avances reales y políticas eficaces, más allá de ideologías. Y también, que ella encabezaría lo que será una contienda entre defender la democracia o continuar con su desmantelamiento.

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