El caso Genaro García Luna ha generado multitud de conjeturas, pero sólo conjeturas. En los hechos, se trata de un mexicano aprehendido a la espera de proceso judicial. Dicho de otra manera, la presunción de inocencia lo ampara en cualquier estado de derecho. Lo cual no ha sido obstáculo para que haya sido juzgado y condenado tanto por el Presidente de México como por medios afines a la 4T, que son mayoría. Independientemente de la evidencia comprometedora que pueda tener la fiscalía estadounidense, hasta que no haya sentencia firme el antiguo secretario de seguridad es inocente.

En diferentes ocasiones, Andrés Manuel López Obrador ha declarado sin rubor que en México ya hay estado de derecho. El affaire García Luna no sólo no demuestra que no existe, sino que el propio presidente es el primero en violarlo. Contrasta la urgencia en condenar al exsecretario con el recibimiento que se le tributó a Evo Morales. El expresidente de Bolivia, después de un viaje relatado por Marcelo Ebrard como si se tratara de una odisea extemporánea, llegó a México en donde lo trataron con una deferencia impropia del personaje mismo, nombrándole incluso huésped distinguido de la Ciudad de México por Claudia Scheimbaum quien, además, lo comparó con Angela Merkel en medio de atronadoras carcajadas.

Morales salió de su país después de una movilización social en su contra por un obsceno fraude electoral que le aseguraba mantenerse en el poder un periodo más. A la llegada a nuestro país de este “estadista”, “reformador del pueblo boliviano”, “luchador social”, “ejemplo de altura política”, “mi nuevo mejor amigo”, la sociedad entró en éxtasis. No importaba que además de presidente de Bolivia fuera también el líder de los cocaleros en la región del Chapare, en donde se cultiva la mayor cantidad de hoja de coca de América Latina destinada a procesarla como cocaína. Dicho de otra manera, el mayor traficante de cocaína de la región, como muestran la cantidad de laboratorios clandestinos y pistas de aterrizaje que salpican esa zona boliviana. En este caso, Evo Morales es presunto narcotraficante al que le asiste como a Genaro Luna la presunción de inocencia. Sin embargo, esa presunción se respetó en el caso del boliviano pero no en el del mexicano. Y el primero en respetarla fue el propio López Obrador.

​No deja de ser chocante que el estado de derecho se aplique rigurosamente en el caso de un extranjero y no de un nacional. No deja de ser extraño que la felicidad con que muchos recibieron a Morales como nuevo Simón Bolívar, se tradujera también en felicidad por ver en la cárcel a Genaro García Luna.

La aprehensión del secretario de Felipe Calderón es una muy mala noticia para México y para EE.UU. No hay ningún motivo para alegrarse. Algo debe sospechar López Obrador que ha cambiado su discurso sobre el caso desde hace pocos días. Cabe presumir que ni México ni Estados Unidos saldrán bien librados del juicio. Cabe conjeturar que la mudanza del presidente de México a la hora de valorar el asunto Genaro Luna se debe a posibles consecuencias. A primera vista, el juicio sentará imaginariamente en el banquillo a Fox, Calderón, Peña Nieto y López Obrador; a Bush y Obama. Mientras tanto, Evo Morales se encuentra en Buenos Aires, previa escala en La Habana, después de salir por la puerta de atrás de México, coincidiendo con la llegada a nuestro país el día anterior a su fuga del fiscal general de Estados Unidos, William Barr. Algo está muy mal.

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