Vivimos tiempos inciertos, tiempos inauditos. La excepcional situación en la que está inmerso el mundo por la pandemia covid-19 hace evidente, hoy más que nunca, la necesidad de la labor humanitaria: aquella que contribuye a aliviar el sufrimiento humano.

Sin duda, la enfermedad por el nuevo coronavirus impone un reto y representa una amenaza para todos y cada uno de nosotros. Pero para las personas migrantes, privadas de la libertad, comunidades víctimas de la violencia y familiares de personas desaparecidas, la covid-19 es un peligro adicional en sus ya difíciles vidas antes del nuevo virus. La pandemia no ha detenido la violencia en la región, en muchos casos la ha aumentado.

En medio de esta situación inusual hemos decidido presentar hoy nuestro informe anual con las principales preocupaciones humanitarias del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para México y América Central. Y lo hacemos porque estamos convencidos de que es importante no perderlas de vista y ser conscientes de que se recrudecen con la actual crisis.

Desde hace más de tres décadas he vivido en primera persona los costos y el sufrimiento que causan los conflictos y la violencia en todos los continentes. Y como jefe de la delegación regional del CICR quiero llamar hoy la atención sobre las secuelas directas en la región de esta violencia, materializadas en múltiples manifestaciones como homicidios, heridos, amenazas, desapariciones y desplazamientos. Fenómenos que fueron de especial preocupación para nosotros durante 2019 y continúan siéndolo en este 2020 agravado por una pandemia que nos desorienta con su escala planetaria, con su frágil presente y su incierto futuro.

México y América Central abarcan una región inmensa, diversa, con contextos muy complejos y grandes diferencias sociales donde no caben las generalizaciones ni la aplicación de fórmulas de intervención humanitaria estandarizadas.

Para asegurar que las personas con mayores factores de riesgo y vulnerabilidad sean protegidas y asistidas, el CICR cuenta con oficinas permanentes en México, Honduras, Guatemala, El Salvador y, desde 2018, de nuevo en Nicaragua, trabajando en todas partes en estrecha colaboración con las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja.

Atendemos de manera transversal fenómenos como la migración, la violencia, el desplazamiento, la desaparición y los derechos y condiciones de las personas privadas de libertad. El año pasado nuestra labor benefició de manera directa a 207.683 personas, sin duda una gota de agua en un océano con grandes deficiencias crónicas que requieren la acción decidida y coordinada de los Estados, la sociedad civil y los organismos humanitarios para satisfacer las necesidades de los más vulnerables.

Queremos, a través de este informe público que los invitamos a leer y a debatir, presentar un panorama de los retos humanitarios actuales, esos que afectan a millares de personas deseosas de superarse con dignidad, de mujeres y hombres que en situaciones adversas buscan vivir en entornos más seguros, sacar adelante a sus familias o encontrar a sus seres queridos desaparecidos.

La discusión pública de estos temas cruciales ayuda a enriquecer la búsqueda de fórmulas y el desarrollo de políticas para hacer frente a la gravedad de este panorama humanitario. De nuestra parte, en 2020 seguiremos trabajando codo a codo con las autoridades y las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja para mitigar las graves consecuencias humanitarias de una violencia a las que hoy se suman los miedos de una pandemia sin precedentes. Pero la pandemia pasará. ¿Y la violencia?

Jefe de la delegación regional del CICR para México y América Central

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