Los acontecimientos del “jueves negro” en Culiacán, quedarán como hechos de enorme gravedad que trascienden la coyuntura e impactarán la vida del país por largo tiempo.

La claudicación del Estado mexicano frente al narco, la ruptura del Estado de Derecho, la impunidad y amnistía a los grupos criminales, la indefensión y el abandono de la sociedad por el gobierno, la utilización irresponsable de nuestras fuerzas militares, la ausencia de una estrategia efectiva de combate a la inseguridad y la manipulación de la información gubernamental para tratar de ocultar lo anterior, son la esencia de este escalofriante episodio.

Culiacán nos reveló la debilidad y fragilidad de nuestras instituciones frente al más ominoso de los poderes fácticos que es el crimen organizado. Quedó al desnudo que la estrategia del gobierno de AMLO solo ha tenido como respuesta “más balazos y cero abrazos”, demostrando descoordinación, torpeza e ineficacia para enfrentar uno de los temas que más preocupa y lastima a la sociedad: la inseguridad.

Ya sabemos que el gobierno detuvo a Ovidio Guzmán y después lo liberó, según lo reconoció el propio Alfonso Durazo.

En el marco de seis versiones gubernamentales diferentes, el comandante supremo de las fuerzas armadas, López Obrador, declaró que “el gabinete de seguridad consideró que esa era la mejor decisión y yo la aprobé porque era más valioso evitar un baño de sangre que la captura de un delincuente”, con lo cual se aplicó una amnistía de facto, al margen de la ley.

Luego vendría la manipulación informativa por del gobierno. “¿Fue o no acertada la decisión del Presidente de liberar a Ovidio?, ¿fue o no correcto evitar repetir la estrategia de las administraciones anteriores que llenaron de sangre al país, con miles de muertos?”. “¡Presidente humanista!”, salieron a corear sus defensores. “Son nuestros adversarios los que critican esta responsable decisión”, ha reiterado el Presidente.

“El amor al prójimo es mi doctrina”, machaca como argumento al ser cuestionado sobre si no ha fracasado su estrategia. Y reitera que no la modificará, a pesar de que en 2019 ya se ha cobrado una mayor cantidad de víctimas que el año más violento del gobierno de Peña.

Por eso, este discurso gubernamental es una absoluta mentira. La discusión de fondo es si la estrategia adoptada es o no la correcta y por qué se efectuó un operativo que puso en ridículo y de rodillas ante los delincuentes, ante el país y el mundo entero al gobierno mexicano.

Lo cierto es que el país no anda bien. No sé si se pueda decir que tenemos un “Estado fallido”. Quizás, pero sí estamos ante “un Estado que falla una y otra vez en seguridad y en todo”, me comentaría un apreciable amigo.

Se dice que en toda guerra la primera baja es la verdad. Y aquí ya la hemos tenido en el discurso de AMLO. No reconocer la realidad de lo que pasó en Culiacán, solo servirá para cometer más errores, con las nefastas consecuencias que esto arroja.

La primera de ellas es que se oficializó la violación al Estado de Derecho con la amnistía de facto a Ovidio Guzmán. La segunda es que los delincuentes se sentirán en libertad de actuar sin riesgo de ser detenidos, porque ya saben el camino para doblegar al gobierno. La tercera, es que aumentarán los índices delictivos. La cuarta es que habrá una división en el seno de las fuerzas militares, de todos los rangos, entre quienes ya no querrán detener a delincuentes (para que luego los suelten) y quienes acatarán las órdenes superiores. Y la quinta será la pérdida de confianza para invertir en un país con inseguridad jurídica, porque debe quedar claro que un tirano, un dictador, es el que viola las leyes.

Presidente López Obrador: por el bien de México reconozca que está equivocado y corrija. O si no, recuerde lo que le exigió a Peña Nieto cuando se le escapó el Chapo Guzmán.



Exdiputado federal

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