El domingo, Andrés Manuel López Obrador cumplirá un año como Presidente, y lo celebrará en el Zócalo. Es mucho y muy variado lo que ha sucedido durante este año, que ha sido objeto de análisis por innumerables intérpretes del acontecer nacional. La tarea de señalar las características de las acciones de López Obrador y sus implicaciones para el futuro ha sido realizada con todo éxito.
Con estilos diversos y desde ángulos distintos, la sociedad ha sido bombardeada con esa información. Hoy se cuenta con una descripción precisa de lo que es el régimen populista y autocrático de López Obrador, así como de las implicaciones de éste para el futuro de México y su democracia. Es razonable afirmar que esa tarea está cumplida. Entonces, ¿qué sigue para la etapa que inicia con la llegada del Año Nuevo?
Lo que se requiere es complementar el análisis descriptivo (no dejar de realizarlo) con señalamientos de opciones y alternativas para la acción de múltiples y diversos grupos de la sociedad, todos deseosos de defender la democracia de las acechanzas actuales. Esa novel modalidad del análisis de la realidad también deberá servir de sustento para la acción política, que tomará preeminencia debido a la cercanía de las elecciones en 2021.
Para lograrlo, habrá que superar varios obstáculos. El primero es que cuando se comienza a hablar de políticas públicas y para la acción del gobierno, surgen visiones diferentes acerca de hacia dónde debe ir México. Precisamente esas diferencias son las que exigen preservar y fortalecer la democracia mexicana. Se trata de rescatar la democracia, pero desde la democracia.
Segundo, en la medida que la próxima etapa de la reflexión sobre la situación del país se mueva hacia asuntos e iniciativas políticas, los partidos de oposición, que hoy constituyen una minoría mermada y desarticulada, tendrían que adoptar una actitud más proactiva, intensa y preponderante. Habrán de convertirse en interlocutores centrales con la sociedad.
La nueva modalidad de la reflexión colectiva deberá poner gran atención en lo que suceda con los partidos de oposición (sin desatender Morena). Será con éstos con los que el resto de los actores sociales habrán de dialogar y debatir, preferiblemente en torno al tema de la preservación de la democracia. También habrá que intensificar la atención a la actuación y situación de las autoridades electorales, que se encuentran bajo asedio. El Poder Judicial ameritará mayor consideración y espacio de la sociedad.
Para lograr esa nueva modalidad de análisis, habrá que transitar de la simple crónica crítica de lo que sucede cada día (a partir de la “mañanera”) a intensificar iniciativas de índole político. Habrá que superar la desconfianza de muchos hacia los partidos y hacia los políticos. No sin causa, pero se arrastra un rechazo generalizado, profundo, e intenso hacia éstos. Además, se observan profundas divisiones y conflictos entre grupos dentro de cada partido. Ninguno por sí mismo tendrá la capacidad de dar una verdadera competencia a Morena en las urnas. Necesitan actuar juntos, por el interés superior de la democracia. A su vez, habrá que impulsar un mayor entreveramiento de ciudadanos y organizaciones sociales con dichos partidos.
Un tercer obstáculo son las acciones por controlar, o cuando menos purgar, a los medios de comunicación (hoy, todos somos Brozo). En la nueva etapa habrá que acudir más al poder de las redes sociales como origen y fuete del pensamiento democrático, además de privilegiar los temas de legalidad y de libertad de expresión. Sólo así será posible evolucionar de la lectura y crónica de las acciones del gobierno hacia un debate acerca de los riesgos de AMLO y Morena para la democracia, y de las posibles vías para incidir en las elecciones de 2021.
Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA